Solo quedaron las huellas de las botas militares y bajo la ardiente arena los despojos abandonados. Nadie se enteró nunca de lo allí enterrado, buscaron y buscaron los colonos bocabajo.
Un Ragiero desesperado por la búsqueda impotente emitió un grito que llegó a las puertas del imperio. El rugido escaló la verja de Casa Blanca y le ofreció un puño en la boca al león imperial. El Rey de la Jungla sacudió su melena, dibujó una sonrisa y se echó un bostezo. Los despojos nunca aparecieron.