Hace muchos años, me encontraba a la espera de un tren en la estación central de Liubliana, Eslovenia, en la antigua Yugoslavia. Era una noche muy difícil, de mucho frio, y las fuerzas policiacas intervenían con la población en la estación de tren. Yo tenía cara de extranjero – era un hombre evidentemente negro. Por lo tanto ni la policía ni los que allí aguardaban se metieron conmigo. Ahora bien, en la madrugada entró un hombre afrodescendiente a la estación, y todos los allí presentes le pidieron que fuera donde mi y que me hablara.
The best of enemies es consistente con todo lo que ha salido en el cine de Hollywood, y me reitero, desde que se destapó el escandalo contra Harvey Weistein y la W Productions. En adición al maltrato a las mujeres artistas, había demasiadas gente afroamericana tratando de intervenir en el cine, sin tener una oportunidad. Hoy los actores y actrices, así como las historias pasan de cientos.
La película narra la historia de un pequeño poblado en Carolina del Norte, Durham, donde hay una crisis escolar y deben de integrar las escuelas segregadas. Entonces, la activista de los derechos civiles Ann Atwater (Taraji P Henson) se enfrenta a la asamblea municipal, pidiendo la integración, y ahí comienza la crisis. Ante un recurso judicial para permitirla, el juez se inventa un mecanismo de mediación comunitaria llamada Charrettes.
En ese proceso el jefe local del Ku Klux Klan , CP Ellis (Sam Rockwell) lucha por la supremacía de su grupo, y es designado para ser el copresidente de la mediación comunitaria, la cual preside Bill Riddick (Babou Ceesay). Es el sur duro, pero cada detalle del guion escrito por el también director Bissell nos va llevando a las contradicciones del duro sistema racista.
En fin, que hay que ver la película, porque su final es un llamado a la esperanza. Es una película extraordinaria, con talento poco conocido o emergente, pese a haber varias figuras renombradas. Pero lo más importante de esta película es su guion, el cual es simplemente excelente. ¡A verla sin reparos!