Esculturas Sonoras: entre lo cotidiano y el arte

Voces Emergentes

altLa exhibición Esculturas Sonoras, proyecto conceptualizado por los artistas Enrique Cárdenas y Rafael Trelles, se estrenó el miércoles 8 de mayo de 2019 en el Museo de Las Américas del Cuartel de Ballajá y estará en sala hasta el 28 de mayo de 2019.

Esculturas Sonoras, colección que funde la pintura, la escultura y la música, juega con las fronteras porosas entre lo cotidiano y el arte. Instrumentos pictóricos que en algún momento fueron tanques de gas, objetos útiles en convertir lo crudo en lo cocido, representan en su canvas globular historias, mitos y sonoridades. La variedad técnica y temática del lenguaje visual representa la labor de varias generaciones de pintores que han dotado a cada escultura con una identidad única. Los elementos sonoros y escultóricos, por su parte, juegan un rol cohesivo. Las 17 esculturas comparten lengüetas simétricas por donde respiran la misma afinación pentafónica que da sonoridad a sus cuerpos cilíndricos.

Desde las Cuevas de Lascaux y las antiguas ánforas griegas hasta la Torre Eiffel o los “objetos encontrados” del arte contemporáneo, el diálogo entre lo cotidiano y el arte ha sido una constante de la existencia humana. Objetos que guardan una relación entre lo pictórico, lo escultórico y lo sonoro, aunque comunes a todas las culturas humanas, son menos frecuentes y corresponden en su mayoría a las prácticas mágico-ritualísticas y curativas de pueblos ancestrales. En el Caribe, los inicios de estas prácticas se remontan a los taínos quienes confeccionaban con árboles ahuecados el mayohuacán, instrumento central del areito. Creían nuestros ancestros que el universo estaba vivo y que las fuerzas de la naturaleza, los animales y los espíritus de sus antepasados se comunicaban a través de sus instrumentos. Estos objetos eran avatares de los seres míticos, los animales y las fuerzas naturales representados en sus iconografías o en sus formas antropomórficas y zoomórficas, y musicalmente imitaban sus sonidos.

Siguiendo una filosofía animista parecida, los afrocaribeños en el Nuevo Mundo tomaron objetos manufacturados como el barril para recrear sus tambores. Ya sea en la bomba puertorriqueña, el bata afrocubano o el steel drum de Trinidad, el tambor juega un rol intrínseco y cobra vida en la celebración de fiestas de Carnaval, ritos fúnebres y toques de santos; conjugando lo sagrado con lo profano. Aunque de una manera más discreta, la relación entre lo escultórico, lo pictórico y lo sonoro también está presente en la práctica sincrética de la imaginería popular cristiana. En el caso de Puerto Rico, es mediante el rosario cantado y el aguinaldo que los santos de madera escuchan las promesas de sus devotos. Al sol de hoy, en circuitos populares de la música caribeña siguen apareciendo instrumentos hechos de palos de escoba, latas de sardinas, hebillas de pelo y frenos automovilísticos, como testimonio de tradiciones que sostienen su arte a través de lo cotidiano.

Tomando en cuenta esta trayectoria de fusionar lo cotidiano y el arte: ¿nos debe extrañar que 17 tanques de gas se conviertan en esculturas sonoras? El arte en el Caribe, como costumbre, se ha cimentado en prácticas de reciclaje y transformación. Ante los problemas que enfrenta nuestra actualidad, con la crisis ambiental, el consumismo desenfrenado y las políticas de un sistema neoliberal que cuestionan la utilidad del arte en la vida moderna, el proyecto Esculturas Sonoras propone nuevas maneras de pensar un futuro más sostenible, de ver lo útil en lo inútil y de transformar lo desechable en arte.

Esculturas Sonoras reúne obras de Antonio Martorell, Rafael Trelles, Enrique Cárdenas, Admin Torres, Zuanía Minier, María Antonia Ordoñez, Jorge Zeno, Poli Marichal, Veronica Rivera, Roberto Silva, Rigoberto Quintana, David Zayas, Dafne Elvira, Rafael Rivera Rosa, Nick Quijano, Aby Ruiz y Nelson Sambolín. Para más información ver: https://museolasamericas.org/esculturas-sonoras.html