Yuli es un homenaje a la humanidad

Cine caribe

altCuando el laureado boricua de Bayamón, Lin Manuel, presentó en la isla la obra de su autoría y dirección, Hamilton, representó a varios personajes históricos por vía de actores que eran evidentemente afroamericanos, cuando en la vida real los representados eran blancos caucásicos. Es curioso, que en la parte del caribe que vivimos, Puerto Rico, nadie comentó el asunto. Creo que por falta de entendido, o por pensar que la selección de talento (casting) estuvo errada, la gente prefirió guardar el comentario, y no hacer un papelón, como dirían en la calle hoy, contra Lin Manuel.

Lo interesante es que Lin Manuel, a conciencia, estaba rompiendo siglos de representación racista de los personajes en ficción. Lin Manuel ha cambiado la historia de la representación. Pero ojo, que la representación es consistente en muchos momentos de los entendidos sociales de las cosas como son. Que el presidente Washington deba ser representado en escena por un actor blanco, aunque mediocre, es un acto racista. Si Lin Manuel representó a Washington con un actor negro, de excelente desempeño dramático, constituye un acto de rompimiento del legado de la sociedad esclavista y racista en nuestro continente. Bravo por Lin Manuel. Un genio, y de Bayamón.

Hay algo de la nueva cultura que Lin Manuel ha promovido en las “tablas”, la cual pasó de forma invisible en Puerto Rico (mejor no conversarlo, dirían muchos, para no causar problemas), pero la cual también va calando y reproduciéndose en otros linderos del mundo, a los cuales he habíamos prestado poca atención. La vida y obra del maestro del ballet clásico, y ahora contemporáneo, Carlos Acosta es un homenaje al rompimiento de las barreras reales o invisibles, que el racismo imperial y colonial del Siglo 16, nos ha dejado aún en pleno Siglo 21.

Yuli (Dir. Iciar Bollaín, España, Alemania, Francia, 2018) es un filme monumental que cuenta la historia de cómo la revolución cubana cambió el destino de la negritud en nuestro continente y en el mundo. Posiblemente, y muy posiblemente, los cubanos y cubanas lograron hacerlo a partir de su entendido no occidental de la vida, a partir de una revolución que afirmó su soberanía plena, pero más que nada por haber impulsado un proyecto de país donde la educación se constituyó en el eje central de la vida. Educación con teoría crítica, no con pensamiento crítico.

La historia se va narrando por el propio Carlos Acosta, primer bailarín de ballet clásico del Ballet Nacional de Cuba, del Royal Ballet de Reino Unido, de la Compañía de Ballet de Francia, y del Ballet de Houston. Todo esto, al cántico del grupo Orishas, “yo nací orisha, en el underground, tu decide Cayo Hueso si tu pare”, Carlos Acosta vive dignamente en Cuba donde dirige su propia compañía de ballet clásico y contemporáneo, Acosta Ballet. En este sentido, la película se basa en su biografía, No way home, en la cual narra la vida intensa que vivió junto a su padre, Pedro Acosta (Santiago Alfonso) quien siendo un camionero en la difícil época de 1980 en Cuba, reconoció el talento de su hijo, no lo entregó al exilio, y se lo confirió al departamento de educación cubana, el que por vía de escuelas especializadas los guío hasta la cúspide de la buena calidad danzante así como a desarrollar la vida plena.

Pero hay un detalle magistral en la película de Bollaín, donde su marido Paul Laverty y Carlos Acosta, son los responsables del guion. Esta película cuenta y se cuenta la historia desde la mirada del hombre negro en Cuba, ese de antes de la revolución, durante la revolución y hasta el sol de hoy. Ser negro no es fácil. Pero vivir en un país donde los hombres y mujeres negras, tienen todas las oportunidades para triunfar, se dice pronto. A Cuba hay que ir y apostar, para vivir en esa realización.

De otra parte, la representación de la cultura popular cubana por vía del respeto y seguimiento a la Regla de Osha, y el credo a los Orishas (los santos) está trabajado como pocas veces se ha logrado en el cine. Carlos Acosta fue apodado por su padre Pedro, como Yuli, el hijo de Ogún, quien es un dios luchador y guerrero.

La historia se cuenta a tres tiempos, la infancia la adolescencia temprana y la madures. Los actores utilizados, Yuli niño lo interpreta Edlison Manuel Olbera Núñez, Yuli joven por el bailarín del Ballet Nacional de Cuba Keyvin Martínez, son actuaciones extraordinarias. A estas se la suma la propia de Carlos Acosta quien nos imparte la fuerza como la ternura del ballet, donde combina ideas creativas, al igual que Linn Manuel, donde en el ballet la composición hombre mujer, también puede ser hombre hombre, sin entrar en consideraciones de sexualidad y deseo.

La película es simplemente monumental en la mirada dulcemente crítica de Cuba, de la Habana. También es críticamente consistente en reconocer que Cuba es la apuesta cultural y educativa ante el mundo en crisis en que vivimos. Cuba es de los pocos sitios donde el mestizaje del continente americano tiene menos contradicciones. Ojo no dije que no las tenga, solo dije que tiene menos. Para muestras un botón: Carlos Acosta, primer bailarín del Royal Ballet de Londres.

Es una película obligatoria. Pese a no ser cubana, cubana, al estilo de Tomás Gutiérrez Alea (Memorias del subdesarrollo, 1968), es sin lugar a dudas un filme monumental sobre el ballet, Cuba y Carlos Acosta. Hay que verla. Es la película más importante del verano. A verla. Obliga’o.