Realmente hablando, no sé. Lo que si sé es que a partir del 11 de septiembre de 2001, los aeropuertos se convirtieron en lugares de alta sensibilidad social, lo cual provocó un repliegue de la lógica en ese momento ascendente de privatización, a una de estatización. Todo fue por la seguridad necesaria para vivir un poco más en paz.
Es curioso que nadie habla mucho de la compañía que ganó la licitación. Se trata de una multinacional mexicana que tiene experiencia en el manejo de aeropuertos. En esta medida, la reacción social no es por el santo, sino por la pérdida de un bien que se entiende es de beneficio colectivo, y el cual al ser adquirido por manos privadas, se entiende que se perderá el beneficio de disfrutar de una riqueza que de una forma u otra hoy, nos beneficia al pueblo de Puerto Rico.
Lo interesante es que nadie pensó en presentar propuestas que crearan otra posibilidad de administración de este bien público. Es decir, no se pensó en otorgarle a pequeñas de mediano tamaño del país, algunas de ellas con una alta participación femenina, la posibilidad de administrar el aeropuerto. Por otro lado, tampoco se pensó en la posibilidad de crear cooperativas de empleados, para ciertas instancias de la gestión comercial, de forma tal que se pudiera combinar la empresa privada tradicional con otras formas de acumulación de capital económico y social.
En fin, que en los próximos días el aeropuerto de Puerto Rico, luego de más de 50 años de inaugurado deja de ser un bien público y se convierte en un bien para beneficio privado. Ya veremos como nos va.