i.
…el mar padre de los mares se ha escurrido,
el cauce dulce es hondura infinita e inasible.
De billones de orillas, ahora precipicios,
salen osamentas
de versos ahogados
en las fauces de un payaso desquiciado.
Observa el cadáver de las aves:
no hay alimento en el cielo
ya, las aguas, todas,
me he tragado.
ii.
…un desierto es solo otro comienzo
un reverso al inverso
en otro mundo impensado
un aprecio de mentiras
que ríen como el labio pequeño de las lunas,
desprecio de un silente
trastocado imaginable,
el espejo que se ha roto a mitad para curarse
los pulidos poros
resecados.
iii.
…las grietas, testigos del desagüe,
advierten los peligros del regreso.
La ausencia de gravedad es fuerza
necesaria para hallar el genoma,
el lugar de la conciencia del anverso.
La danza ha comenzado sin compás.
Se abre el telón nuevo, espacio yermo
listo para la negrura vital
del hueco
donde morirse de penas o de lujurias,
de cantos de noches en vela,
de palabras donde espiren las palabras
no es virtual.
iv.
Pasan, nos frotan las cabezas.
Descansan, los vientos alisios del Sahara
al colorido calor de Judá en mi pecho.
La nube
es sustrato,
vaho de letras mixtas:
érase una vez que será,
oasis de arena en un desolado,
los versos del simún
en la oreja de los dioses
sin párpados.
v.
“Ya no vuelvas…”, los fantasmas me han pedido.
Con ellos se tropiezan
las memorias de moléculas
de hidrógeno y de oxígeno,
las de piedras escalonadas de estrofas y odas,
las del primer verso
libre
temerario,
las de las trampas de nieve y de rocíos;
tropiezan
contigo,
tropiezan conmigo;
y, se ausenta
la lágrima.