Otra vez, ¿cómo votar en el 2020?

Historia

altNos es fácil decidirlo, por lo menos sin controversias. Vamos a ver. A la luz de “la totalidad de las circunstancias”, como dicen los(as) abogados(as), creo que los candidatos a la gobernación por los partidos principales (PPD y PNP) serán Eduardo Bathia y Pedro Pierluisi. No es que lo desee, pero así lo veo.

Las dos damas en la contienda principal tienen sendos obstáculos que creo difíciles de superar.

Wanda Vázquez tiene cuatro semáforos en luz amarilla que tiene que superar, irrespectivamente de sus niveles de dificultad, a saber: 1) cierta presión en ciernes, dentro y fuera de su partido, para que renuncie antes de terminar el cuatrienio, 2) la probabilidad de que termine su cuatrienio pero, por esas mismas presiones, decida retirar su cantidatura, 3) la probabilidad de que se postule y se someta a primarias contra Pierluisi, y, 4) aún ganando a Pierluisi, presentarse a las elecciones generales en noviembre. Creo que en alguno de esos “check points” la señora caerá.

Carmen Yulín Cruz no tiene cuatro obstáculos, sino dos, muy difíciles también: 1) la primaria del PPD, y, 2) ganando la primaria, la elección general de noviembre. En el primer caso, cada vez me resulta menos evidente que la alcaldesa tenga mayoría en la base del PPD, por lo que su triunfo en primarias está en franco peligro. En el segundo caso, ganando la primaria, se enfrentará a un PNP mal herido, hambriento de venganza e histérico por su ancentral miedo a todo lo que huela a separación de Puerto Rico con Estados Unidos. Carmen Yulín podría movilizar como nadie al PNP que buscará electores hasta debajo las piedras para que no gane “La Comandanta” (y otras sandeces más).

Las opciones, pues, serían Bathia y Pierluisi, dos candidatos que se parecen demasiado. Hacía tiempo no veía dos opciones tan similares: ambos abogados, articulados, varones (eso todavía ayuda algo), ideológicamente “neutros”, moderados (cero movimiento de status) y neoliberales. Sobre todo, dos candidatos idóneos para la Junta de Control Fiscal. Ambos son dos cariñosas mascotas de la Junta, sin descartar que el propio Washington pueda estar detrás de ese escenario seguro para el establishment.

Irrespectivo de que Washington y la Junta estén de plácemes con esa dupla alternativa, hay otro beneficiario a corto y mediano plazo: el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC). Sin la presión de tener que votar por Carmen Yulín, el MVC salvaría cómodamente su franquicia electoral, bien sea vía voto insignia o vía voto Lúgaro. Podría colocar al menos dos legisladores en cada cámara y hasta lograr un segundo lugar en más de una alcaldía. Con el MVC cómodamente inscrito, la Sociedad Civil tendrá casa propia, por fin. Culminaría un proceso que comenzaron intentos fallidos anteriores: Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR), el Movimiento Unión Soberanista (MUS), el Partido del Pueblo Trabajador (PPT) y las candidaturas independientes de la propia Lúgaro y Manuel Cidre. Podríamos ver, por fin, la irrupción de la ansiada tercera fuerza que desgraciadamente no ha sido el PIP.

¿Por qué el PIP no ha logrado ser esa tercera fuerza esperada? Las razones se pueden encontrar en los clásicos Los Condenados de la Tierra (Frantz Fannon) y Retrato del Colonizado (Albert Memi), entre otras importantes obras que han estudiado el colonialismo endémico. Pero hay unos hechos histórico-matemáticos que no se pueden obviar. En el 2020 el PIP cumple setenta y cuatro (74) años de vida. Durante ese periodo ha competido en dieciocho (18) elecciones, es decir, en todas las que se han celebrado desde su fundación. En ninguna de ellas ha ganado. En varias de ellas, su derrota ha significado la pérdida de la franquicia electoral. Casualmente, cuatro de esas pérdidas de franquicia fueron corridas, las últimas (2004, 2008, 2012 y 2016). No obstante los cambios habidos durante este cuatrienio, ninguno de ellos ha sido en dirección a crear más independentistas. Igualmente, el PIP no ha cambiado, no digamos desde el 2016, sino desde su fundación misma; en discurso, prédica y proyección. Luego, no hay razón lógica para esperar que las elecciones del 2020 tengan, en cuanto al PIP, un resultado distinto que las del 2016. Lo que debemos de esperar es que el liderato del PIP, por vez número diecinueve (19), solicite nuevamente el voto presentando como su más insigne carta el hecho de que no cambia.

El MVC, si bien es cierto que no promueve ninguna fórmula de status en particular, igual de cierto es que propicia la descolonización. Tiene en su programa una serie de propuestas que no hay manera de contradecirlas ni menospreciarlas porque son las que desea la inmensa mayoría del país. Son ideas progresistas que, excepto las del status, no contravienen en forma alguna las más caras propuestas del PIP y las de los sectores más pensantes e indignados de este país. Un voto por el MVC, si bien no es para la promoción de la independencia específicamente, sí lo es para adelantar las aspiraciones de un pueblo que se quiere salvar como Nación civilizada y funcional, ni más ni menos que como lo quiere el PIP. Los vientos novedosos y refrescantes de diversidad, inclusión y desprendida amplitud que ofrece el MVC, contrastan lastimosamente con un PIP que, por bien intencionado y preparado que esté para gobernar, nos pedirá por vez número 19 que hagamos lo mismo que en 18 ocasiones anteriores, predeciblemente con el mismo resultado. El MVC podría estar adelantado a su época y no obtener la mayoría electoral en el 2020. Pero si este pueblo vota por y pierde con el MVC, será haciendo con esperanza algo distinto y no lo mismo que hace más de 7 décadas.