(San Juan, 12:00 p.m.) Betances, con su gran visión histórica pero con una salud muy resquebrajada, abogó porque en 1898 a Puerto Rico se le dieran las mismas condiciones que se le prometían a Cuba en la mesa de negociaciones. A Tomás Estrada Palma, Delegado del Partido Revolucionario Cubano en Estados Unidos, le advierte que “sería un crimen” dejar de trabajar en favor de la independencia de Puerto Rico. Paul Estrade y Félix Ojeda Reyes, en su libro “Ramón Emeterio Betances, El Anciano Maravilloso”, plantean que desde la muerte de Martí, “lamentablemente, la alta dirección del exilio cubano, poco a poco, había comenzado a divorciarse del caso puertorriqueño”.
Plantean estos estudiosos de la vida de Betances que tras la muerte de Martí y su reemplazo por Tomás Estrada Palma en la dirección del Partido Revolucionario Cubano, el Partido abandonó la posición “americana y universal asumida por su fundador y guía, se olvidó del compromiso contraído de fomentar y auxiliar la independencia de Puerto Rico, y al abdicar su decisión en favor del gobierno de los Estados Unidos, hipotecó antes de nacer el porvenir de la república prometida en el Manifiesto de Montecristi.”
Betances, consciente de lo que estaba ocurriendo, la escribió una carta a Juan Gualberto Gómez, uno de los patriotas cubanos más identificados con el pensamiento de Martí, quejándosele de la frialdad qùe observaban algunos cubanos hacia el caso de Puerto Rico, tildando a los cubanos que promovían la anexión de Puerto Rico a Estados Unidos de “patriotas flojos, revolucionarios de agua dulce, que estaban traicionando el compromiso martiano de fomentar y auxiliar la independencia de Puerto Rico”.
Diferencias de enfoque entre Estrada Palma y el Dr. Henna fueron los antecedentes del rompimiento que tanto deploró Betances, quien siempre responsabilizó a Estrada Palma del fracaso de los planes revolucionarios.
Betances conoció a Estrada Palma en París en 1878 y la impresión que le causó no fue favorable: ”Es un hombrecillo nervioso que, sentado en un sillón, alcanza apenas el suelo con el pie. Cuando está hablando (vulgaridades)… le sucede que a veces le falta la palabra, y entonces extiende la punta del pie e involuntariamente da dos o. tres golpecitos, y escupe. Me dicen que en su pueblito lo llamaban “El Bobo de la Punta”. Es un personaje nulo intelectualmente, físicamente ridículo, que había sido seleccionado por los que administraban el gobierno de Cuba Libre para reemplazar a Céspedes, y que fue, según decía la esposa de Céspedes, “uno de sus asesinos”.
“No hay que juzgar a todo un pueblo por uno de los suyos. Estrada no es Cuba, y allí tenemos gran número de simpatizantes, desde Masó, Gómez, Calixto, Mayía, Miró, Lacret y otros generales, entre los cuales figuró Antonio Maceo, hasta nuestros capitanes y tenientes borinqueños”. Y, en efecto, el general Bartolomé Masó le escribió en una ocasión: “La causa de la libertad antillana tiene en usted un paladín decidido y los pueblos que sufren, redimidos mañana sabrán colocar su nombre de patriota inmaculado entre los primeros de sus próceres”.
En otro momento me referiré a la Clave a Martí (“Martí no debió de morir”) que reflejaba la frustración del pueblo cubano ante lo ocurrido en Cuba en aquellos primeros tiempos tras la caída del colonialismo español.