Cuaderno #52: Con Cristo, en Getsemaní, ya resucitado

Creativo

altGetsemaní (griego Γεθσημανἰ, Gethsēmani hebreo:גת שמנים, arameo:גת שמני, Gath-Šmânê, siriaco ܓܕܣܡܢ, Gat Šmānê, lit. "prensa de aceite") fue el jardín que tanto Jesús como sus discípulos visitaban frecuentemente.

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CONTENIDO

Él ME DICE/ OH DESPERTAR DE MI ALMA/ AYER VIMOS A JUANA INES/ QUIERO LLEVAR/ VOY BALBUCEANDO/ EN TU AUXILIO/ CUANDO EL MINUTERO ACABE SU CICLO/ CRISTO ESCUCHÓ/ QUE CADA GOTA/ CURIOSOS EPISODIOS/ VIAJA A LA ESENCIA/ TRAS LOS ACONTECIMIENTOS/ EN AQUEL DESPERTAR/ CIELO ABIERTO/ VUELA MI ALMA/ OH CRISTO RESUCITADO/ EN LA FIRMEZA/ GRANDEZA

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Él me dice que esté tranquilo

Yo aún sufro…

Él me mira a los ojos

y me vuelve a decir:

“Hijo, tranquilo, tendrás Paz”.

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Oh despertar de mi alma

Cuántos eones de karma

He liberado en esta vuelta

Cuánto pasaje ignoto

Quedo en manos del conductor

Libre mi alma de las pendientes

rocosas afiladas

Ya no hay por qué temblar

Antes de poner pie

en la sacra cueva donde algún

grano mostaza del maestro quedó

Descansando después de dibujar

en el viento el trazo infinito

del respiro en vuelo…

No se diga más

Aún mi mente divaga en sueños

y ando reparando los puentes

que conectan al otro lado

del pasaje sempiterno…

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Ayer vimos a Juana Inés enfrentar al inquisidor que como culebra se mueve por la envidia. Yo también he estado muy cerca de la bestia o en las entrañas del otro, el monstruo, y puedo atestiguar lo que es la incompetencia cubierta de poder. Pero hoy es Sábado de Gloria, Jesús. Y desde el Getsemaní todo se ve distinto. El pasado dio lecciones y atrás quedó. Ahora solo basta mirar tu acción vertiginosa, trinitaria; recibirla en sintonía… Y esto es una afirmación.

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Quiero llevar la bendita ilusión

a quienes falta oxígeno vital

por eso hago alquimia de mis vivencias

para allanar el camino de mis semejantes

y que puedan entrever más allá

de lo que impide el cruce en la pendiente del camino

Quiero quitar peso, alivianar el paso

a quienes angustió ver un tornado en el infinito

o quien sintió desconcierto

tras lo que permanecía en la sombra

Quiero escribir para ellos, para ti y para todos…

pues he cartografiado agradecido mi perfil y ánima

en este ciclo…

Muchos leños alimentaron la llama violeta

que alumbra este camino que aún transito

con ayuda del Amor;

lo mismo que decir vida, energía, fluir, naturaleza,

Dios.

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Voy balbuceando algunas de las vetustas analogías innombrables del pasado mediante los surcos nuevos existenciales.

Voy apalabrando las pendientes rocosas que llamaban a mi ser metaforizando la experiencia notable desde el horizonte perdido de la inconsciencia.

Voy balbuceando

Voy apalabrando

Con el Cristo en mí resucitado.

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Voy en tu auxilio como quien tiene el grano de mostaza en su mano;

no desesperes, la luz manifiesta ya Es.

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Cuando el minutero acabe su ciclo quiero tener paz en el último aliento… Por vivir, he preguntado a sabios cómo hacerlo y cuál quimera permanece estática, es que la brújula marca hacia ese horizonte que nunca se detiene.

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Cristo escuchó nuevamente la sal de mis lágrimas y yo consuelo esa parte de mí desgarrada hablándole de mis sueños.

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Que cada gota del aceite cumpla su función en esta lámpara, que las células irradien luz del átomo primordial y goce mi alma por haber recibido momentáneamente al ángel de Dios.

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Curiosos episodios de mi vida pueden verse bajo otra luz; memorias empolvadas ahora adquieren nitidez. Ya la brújula no está desconcertada, sin dislocarse del eje apunta… cualquier rumbo que indique la aguja será bueno; me llevará a ti.

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Viaja a la esencia positiva de la experiencia, y encontrarás la llave de cualquier corazón.

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Tras los acontecimientos vi las llagas en las manos y en el costado; lo vi, reflejándome con el brillo de siempre en sus ojos. Y me di cuenta de mis temores, de mis culpas y mis miedos; desde ese momento dejé de creer en ellos y comencé a creer en Él. Éramos más fuertes y menos vulnerables. Todo estaba en orden divino: Cristo (y yo), nuevamente en el Getsemaní, ya resucitado.

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En aquel despertar, recordé inusitadamente el miedo que me daba aquella casa vetusta, con el piso de madera roto, que a mis ojos de niño caía a pedazos. Era allí que llevaba la fiambrera que preparaba mamá a la vecina anciana llamada Herminia. El resto de esta historia se encuentra en algún recuerdo ignoto de una poesía inicial, un relato con inesperado giro de tuerca y un microcuento final aún desconocido. Le debo más de lo que pensaba a estos personajes: la vecina anciana, la vetusta casa y la fiambrera diaria.

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El cielo abierto si la mente y el corazón corresponden a la inocencia primordial de la infancia que ve con asombro todo lo creado como milagro manifiesto. Así fue, así es y así será siempre el proceso.

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Vuela mi alma hacia el horizonte soñado entre crepúsculas ilusiones que se van deshojando… por eso la cubierta de mi libro basta con ser legible y sencilla.

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¡Oh Cristo, resucitado! Irradia tu luz a este servidor para que las sombras disipen su intensidad y todo vuelva al balance necesario para Ser y Estar.

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¡Oh, Señor de los Señores, Energía Suprema, Naturaleza! Llévame de la mano como si fuera un niño que recién comienza a confiar en la firmeza de sus pasos trémulos. Divina Providencia, escucha la petición de este, tu hijo, que también es tu servidor.

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Dios, conduce mis pasos hacia la certeza; ese horizonte abierto y dorado que irradia tu grandeza.