Reflexión sobre la obra Ensayos historiográficos sobre una sociedad en constante cambio de Félix Cruz Jusino

Cultura

alt(San Juan, 1:00 p.m.) Entre el abundante y heterogéneo mosaico de trabajos monográficos y estudios sobre la historia, sociedad, política y cultura de Puerto Rico se suma la presente colección Ensayos historiográficos sobre una sociedad en constante cambio. Esta publicación, nueve ensayos y tres reseñas precedidos de un prólogo (“La importancia del pensamiento crítico y el papel del historiador”) de la autoría de la Dra. Nancy R. Santiago Capetillo y de un epílogo del historiador Dr. Pablo L. Crespo Vargas (“El historiador en el siglo XXI: Una reflexión”), constituye un ambicioso y provocador proyecto de investigación, cuya lectura resulta amena e intelectualmente inquietante. Félix Cruz Jusino es un periodista con una larga trayectoria por New Jersey y Nueva York, un conocido gestor cultural en Santo Domingo y en su natal Lajas e historiador, autor de una obra variada que incluye: Poemas de una noche alocada (2016), Kaferefú Oshn. Grifería africana de islas indómitas (2017), Perspectivas quisquellanas: Crónicas de un viaje educativo-cultural a la República Dominicana (2017) y Mario F. Pagán Irizarry: La lucha por lograr la modernización de la educación en Lajas (2018). Recoge aquí una producción perteneciente mayoritariamente a su época de formación doctoral donde expone y comparte diversas preocupaciones, reflexiones y exámenes analíticos de temas icónicos y de otros, menos popularizados, pero todos imprescindibles para la imbricación histórica puertorriqueña.

El libro exhibe urgencia, esa premura distintiva de un historiador joven a su quehacer, testigo además de los momentos críticos vividos post huracán María y de las multitudinarias protestas que terminaron en la irrevocable renuncia del ex gobernador Ricardo Rosselló. Y desde esas experiencias se posiciona para cuestionarse el rol y la funcionabilidad del historiador ante una sociedad, que además de sufrir los avatares climatológicos y políticos, permanece anclada en su inmovible estado colonialista. La perentoriedad de esos graves sucesos recientes y su preocupación histórica le sirven a Cruz Jusino para anteponer dos acercamientos metodológicos, cuestionables, pero efectivos por lo dramático y drástico de su llamado a acción. En el primer capítulo (“Modernidad líquida: un reto para la historiografía rankiana”) Cruz Jusino, con tono alarmista, cuestiona por un lado las herramientas tradicionales utilizadas para enjuiciar la contemporariedad de una sociedad puertorriqueña situada dentro de los marcadores de una sociedad líquida, definida sociológicamente por Zygmunt Bauman como aquella marcada por cambios recurrentes, las relaciones fluidas, volátiles y esporádicas, la rapidez, consumerismo, hedonismo, la desafección por los movimientos políticos e ideológicos tradicionales y la búsqueda del bienestar. La imagen de una sociedad definida por la fluidez metafóricamente se antepone a las visiones pasadas y actuales de una sociedad puertorriqueña sólida cimentada con columnas bruñidas por un legado, lengua o lenguas y tradiciones culturales híbridas, producto de su forjación y dependencia primero de España y luego de los Estados Unidos, sirve entonces para confrontar críticamente diversos modelos de interpretación histórica.

Fustiga contra el padre de la historiografía moderna, Alexander von Ranke, cuyo método histórico, impactante, valioso e importante, sentó las bases de un legado de futuros estudios investigativos históricos centroeuropeistas, y por tanto, excluyentes de las aportaciones de otros pueblos y culturas. Pasa a examinar brevemente los rasgos sobresalientes de la modernidad, posmodernidad, hipermodernidad para diferenciarlas de la modernidad líquida y entonces abordar inmediatamente el espacio y rol del historiador. Para Cruz Jusino en “el nuevo mundo líquido, el historiador representa un problema social por no encajar en los parámetros de productividad e inmediatez” (23). Adhiriéndose a los postulados del historiador catalán Josep Fontana Lázaro, objeto de estudio en los capítulos siguientes ( “Comentarios sobre ¿Qué historia enseñar?” y “Josep Fontana Lázaro: La reconceptualiación de la historiografía contemporánea europea”) sostiene que los historiadores “tienen un deber social: construir la memoria, fomentar el sentido identitario individual y colectivo y enseñar a pensar para dudar, cuestionar, investigar y descubrir”(25). Recuerda que debe “investigar los temas preocupantes para los ciudadanos, fomentar el pensamiento crítico y construir una historia holística e integrada”( 26). Para él, el historiador es pues “un guerrilero,” un defensor de la memoria colectiva que debe “educar a todos a pensar”(27), cuestionar la posverdad, defender los hechos con pruebas y no sucumbir a la inmediatez y el fatalismo urdidos por los “ amos de la globalización”(27). Cruz Jusino aprovecha los aportes y limitaciones de las tendencias de dos figuras pilares separadas por casi dos centurias (Ranke y Fontana) para mostrar su relevancia o no frente a los retos de historizar en una sociedad líquida, en particular, en la actual condición de Puerto Rico. Para él muchos historiadores en Puerto Rico se niegan a investigar la actualidad, están encajonados en formas tradicionales de escribir la historia o guardan silencio sobre la realidad contemporánea creando o dejando espacio para que otros menos preparados diseminen falsas informaciones, menoscaben la autoestima nacional y propongan descabelladas soluciones ante los retos del país.

Después de esa apretada reflexión crítica sobre el abandono del historiador a su función social en la sociedad líquida desde una mirada post rankiana y pro Fontana, siempre muy arriesgada porque toda síntesis reduccionista soslaya las contribuciones, aunque aquí se mencionan, de tantas otras tendencias en el siglo XX que poco a poco fueron liberándose de la escuela cientificista fundada por Ranke así como de otras (el idealismo, positivismo), buscaron diferenciarse de metodologías asociadas a otros saberes (sociología, filología, estructuralismo, el marxismo, economía, Anales, las mentalidades, psicología, antropología, biografía) o se extendieron a otros saberes para producir enormes contribuciones en la historia intelectual, política, oral, local, de las mujeres, de género, vida cotidiana, presente, en general, en la nueva historia. Los tres primeros capítulos invitan al diálogo, a la discusión, suscitan más interrogantes que respuestas y replantean la necesidad y urgencia de bucear en la historia de la historiografía contemporánea isleña, tema inagotable y tal vez más relevante ahora más que nunca.

El resto de los capítulos proveen excelentes análisis críticos y comparativos de la historiografía que evidencian el ensayo de nuevos marcos teóricos y metodológicos en la historiografía estudiada (desde el materialismo histórico al colonialismo interno), centrando la atención en la gesta de Lares, movimientos (como el obrero) y cuestiones vitales en la vida puertorriqueña (clases sociales, racismo, relaciones con el diverso archipiélago caribeño). No ha sido una selección arbitraria, por el contrario. La misma responde a la voluntad de resaltar instancias cuyas acciones e implicaciones siguen vigentes, subrayan la agencia y protagonismo de los puertorriqueños y su capacidad de resistencia ante los retos que en momentos de cambio, confrontara la sociedad. Se pueden agrupar en cuatro núcleos, uno sobre el siglo diecinueve referente al Grito de Lares ( “El Grito de Lares: En busca de una respuesta identitaria para afrontar realidades presentes”; “Francisco Moscoso: Un viaje en la conciencia del tiempo ancestral y el sentido identitario puertorriqueño” y “Comentarios a ‘La revolución puertorriqueña de 1868'” ), tres sobre el siglo veinte, primero sobre Puerto Rico y el Caribe bajo la explotación colonial (“Explotación colonial en el Caribe 1900 a 1950"), segundo, sobre el movimiento obrero puertorriqueño (“Mirada historiográfica al movimiento obrero puertorriqueño”, “ Ebenecer López Ruyol: Integrando el obrerismo y la lucha contra el racismo para forjar la reafirmación de la identidad afro puertorriqueña”, “Comentarios al ABC del movimiento obrero” y “El movimiento obrero puertorriqueño: una hojeada a su historiografía”). Entre esos grandes tópicos, se inserta, un tercero, sobre el concepto general de clase social (“Clase social: una evaluación”). La lectura de los balances y juicios críticos sobre el Grito de Lares y el movimiento obrero además de leerse con interés, proveen hilos conductores que subrayan su importancia en su momento y luego, para la construcción de la identidad de la sociedad contemporánea. También son reveladores de las distintas metodologías y acercamientos que la nueva historia desde los setenta ofreció para examinar la resistencia y lucha del pueblo contra fuerzas opresivas e injustas, remarcando el estado vigoroso de las muchas aportaciones de historiadores puertorriqueños a los estudios sobre Puerto Rico.

Esta publicación reafirma también el compromiso de una editorial local, Akelarre, de Lajas, por publicar y divulgar un gran número de investigaciones sobre temas generales y específicos sobre la isla y el Caribe. En el texto hay algunas erratas accidentales que se podrán revisar en una próxima edición pero esto no resta méritos. En un ambiente competitivo y tan complicado como el del libro, la editorial amerita el respaldo y se le debe felicitar por su empeño y continua labor en pro del enriquecimiento de la producción histórica cultural de la isla.

En síntesis, Cruz Jusino nos regala un excelente balance historiográfico, presentando una visión integral de la bibliografía principal de cruciales momentos en la historia del país (Grito de Lares, la experiencia caribeña de la isla en los primeros cincuenta años del siglo veinte y la lucha obrera ) y llamando la atención sobre el rol que en una sociedad líquida deba ejercer el historiador. Hay algunas ausencias bibliográficas, pero tampoco desmerecen el valor de esta importante herramienta tanto para el lector erudito como para él no especializado, donde con una mirada innovadora y vigorosa, Cruz Jusino se aproxima a los diversos acercamientos con que se ha escrito o manipulado la historia de temas parciales de la historia de Puerto Rico, tratados siempre con rigor, profesionalismo, entusiasmo e impresionante claridad.