2020 El coronavirus como salvador [Ensayo improvisado de filosofía andante por vericuetos]

Justicia Social

alt(Madrid, 12:00 p.m.) Hace 217 años un poeta filósofo alemán Friedrich Hölderlin publicó un poema “Patmos” en el que había una frase que ha pasado a la posteridad

“Wo aber Gefahr ist, wächst das Rettende auch”

que en español significa: “Donde hay peligro crece también lo salvador”.

Desde hace tiempo me ha fascinado esa sentencia y me pregunto si tiene algo de profético – esperanzador en referencia a peligros del futuro- pero año tras año voy dejando esa pregunta quieta, dormida, sin tratar de responderla.

Primer vericueto

Sin embargo desde hace un par de semanas, ya en tiempo de la pandemia en que el coronavirus nos ha metido a cada uno en su agujero (que demasiados ni lo tienen) y aislado físicamente a unos de otros, -agujero privilegiado el mío, grande, bien equipado, con terraza, cerca de la mar abierta- , y pareciendo en los primeros días que el tiempo que antes nos faltaba para cumplir con nuestros compromisos nos iba a sobrar al cancelarse o alargarse los plazos de su ejecución, he puesto esa pregunta en marcha hacia una respuesta confiando en que para recorrer esa distancia iba a contar ahora con un tiempo liberado, desocupado, calmado.

Pero nada más iniciar este recorrido voy notando que la pregunta no camina en linea recta por ese espacio vacío, sino dando tumbos por un espacio superpoblado por otras inquietudes antes quietas pero puestas de súbito en movimiento por el mismo confinamiento y por un raudal de noticias y de pensamientos que me vierte incesantemente por sus muchos canales -móvil, tele, radio, laptop, etc- el mundo exterior. Así la pregunta se mueve zarandeada en el remolino de una maraña de ansias activadas, noticias y pensamientos sin acercarse a la respuesta.

Es como la carrera de la Reina Roja y Alicia,

La Reina Roja continuaba gritándole: “¡Deprisa, más deprisa!”, y Alicia sentía que no podía más, aunque le faltase aliento para decírselo.

Lo más curioso era que los árboles y las demás cosas que las rodeaban permanecían totalmente inamovibles: por más que corrieran, no conseguían adelantar nada. “¿No será que todo se mueve con nosotras?”, se preguntó muy intrigada la pobre Alicia.

[…]

Alicia miró con gran sorpresa a su alrededor

– ¡Pero si yo diría que hemos estado bajo este árbol todo el rato! ¡Todo está igual que estaba!

– Claro que sí -dijo la Reina-. Pues ¿qué te creías?

– Bueno, en mi país -dijo Alicia, todavía un poco jadeante-, si una corre un rato, tan deprisa como lo hemos hecho nosotras, generalmente acaba llegando a un lugar distinto.

– ¡Un país bien lento! -dijo la Reina-. Aquí, como ves, se ha de correr a toda marcha simplemente para seguir en el mismo sitio. Y si quieres llegar a otra parte, por lo menos has de correr el doble de rápido.

Repito tratando de ser más preciso: en el instante en que pongo en marcha mi pregunta noto que se están también poniendo en marcha y me empujan o atraen demasiadas otras cosas:

un chorro de noticias y pensamientos sobre la pandemia que, repitiéndose sin cesar, generan confusión al desmentirse entre sí (parece que no se aclaran sus mismos emisores, gobernantes o influencers). Más incluso que las fakenews tontorronas que también circulan;

el maremagnum de pronósticos acerca de la transformación que la pandemia va a generar en el mundo y en nosotros;

un agitarse y revivir de vínculos de amistad entrañables, que habían quedado quietos y dormidos pero que despierta el clima del mismo confinamiento y a los que se suman vínculos que ya eran y, aunque sin contacto físico, se siguen manteniendo activos.

Así mi pregunta corretea de un lado para otro al encuentro de esa avalancha buscando piezas del rompecabezas que forma la respuesta. Y me encuentro zarandeado, mareado, con vértigo y sin haberme movido hacia adelante. Siento que el rompecabezas está rompiendo mi cabeza.

Segundo vericueto

Me paro, me echo a dormir, me doy un paseo -más o menos legal- y, ya más aquietado, me propongo

adueñarme de mi tiempo regulando las vías de entrada del chorro de inquietudes, noticias, planteamientos y pronósticos por medio de un grifo y de un filtro que corte el paso a lo que detecta como inútil ;

en vez de forzar a la pregunta a que se mueva en línea recta, dejar que avance dando tumbos o en zigzag y tratar de entender por qué se mueve así;

reflexionar sobre el tipo de respuesta que espero.

Esa reflexión me hace evidente que:

La respuesta que busco la va a traer el mero paso del tiempo, que llegada la hora no pronosticará si la realidad aún futura deja entrever una silueta que confirme o desmienta la sentencia de Hölderlin, sino que constatará si esa sentencia se ha cumplido o no en una realidad para entonces ya presente.

No soy el único que pone en marcha esa pregunta, somos una multitud los que estamos tratando de entender cómo va a ser el futuro como consecuencia de la pandemia.

Entonces decido:

No competir con esa multitud de adivinadores del futuro ni pretender ponerme a su cabeza, sino colaborar con ellos en una búsqueda conjunta de la respuesta.

Que mi contribución a esa búsqueda conjunta consista en cocinar una pieza propia, artesanal, que incorporar al rompecabezas que forma la respuesta.

Que sus ingredientes sean o de mi propia despensa, o compartidos con amigos, o adquiridos de forasteros. Todo un sancocho.

Aquí otra vez me paro – normal, que esto es un ensayo de filosofía andante por vericuetos-.- y me pregunto ¿A dónde iba y dónde estoy?

Me he echado a andar buscando alcanzar una respuesta a mi pregunta inicial y entretanto me encuentro con el yo disuelto en un nosotros y con que la meta no es la respuesta como rompecabezas ya completo, sino el haber cocinado una de sus piezas.

Y sí que avanzo pero no en línea recta.

Ahora se trata de volver a meter ese yo en el nosotros en que se ha disuelto.

Tercer vericueto

El principal ingrediente propio mío, aunque tengo entretanto la suerte de compartirlo, es la puesta en juego de las Hebras de Paz Viva (HPV), que hoy la inmensa mayoría no tiene en cuenta porque las memorias colectivas, siendo selectivas, nos lo esconden. Así, al caer en esa trampa de la memoria, se escamotea un ingrediente fundamental de lo salvador.

Ese ingrediente, -nuestra pulsión como seres humanos por verter nuestras vidas en otras vidas, para crearlas, protegerlas, alimentarlas, enriquecerlas etc-, no lo concibo como algo presente o ausente según los tiempos -como una luna llena o nueva- sino como un sol- constante a lo largo de la historia humana e incluso, por lo que parece, anterior al también darse entre seres vivos que han precedido a nuestra especie.

Cualquier diagnóstico o pronóstico que ignore las HPV va a declarar a la especie humana como por sí misma incapaz, carente de recursos propios, para sobrevivir a una crisis. La esperanza en “lo salvador” se reduce pues a esperanza en algo no humano. Y cuanto más se sitúe este agente salvador fuera de lo humano, más se encogen el ser humano y su dignidad.

Las HPV con presencia a lo largo de toda la historia son un ingrediente necesario de “lo salvador”, pero insuficiente. Para que “lo salvador” salve tienen que combinarse esas HPV con otro ingrediente variable históricamente para que así entren en juego el peligro haciéndose presente y “lo salvador” creciendo.

No sé cómo definir a este ingrediente variable, pero creo que podemos buscarlo entre lo que Hegel llamaba “espíritu del tiempo”, Rousseau “voluntad general” y “contrato social”, y ponerle provisionalmente un nombre más actual como “consenso”, tomando así como modelo el consenso de la transición democrática española. Sin embargo voy a alargar algo ese nombre llamándolo “consenso en su conjunto” porque no son uno, sino varios los temas que el consenso consensúa.

Este consenso en su conjunto se plasma en dos planos imbricados uno con otro: El plano institucional en forma de leyes y el plano en que vivimos, nos entendemos y encontramos los seres humanos, -que quizá sea el plano en que se genera la cultura-.

(De paso ¿Coincide la distinción entre esos dos planos con la que hizo Max Weber entre “poder” y “legitimación”?)

No concibo ese “consenso en su conjunto” como algo permanente, aquietado y distendido, aunque así se presente en el plano institucional -como en la constitución española de 1978 hoy blindada-.

Sin embargo en el plano en que viven los ciudadanos ese “consenso en su conjunto” se revela como algo en evolución lleno de movimiento y tensión internos, que en ese plano institucional pueden consolidarlo o resquebrajarlo hasta romperlo pese a su fuerte anclaje jurídico.

En el plano en que vivimos y nos relacionamos los seres humanos entran en juego junto con otros factores las dos pulsiones contrapuestas -para ejercer violencia o emitir HPV- contribuyendo a su evolución fortaleciendo o resquebrajando el consenso en su plano institucional.

El mejor ejemplo de esa evolución de un consenso es el avance del feminismo -ligado al reconocimiento de los cuidados, que en gran medida son HPV- como una ola de fondo que se va transformando, creciendo y acelerándose desde principios del siglo XX hasta hoy en que ya es rampante. Otro ejemplo es la decadencia del monopolio de poder de la iglesia católica, respaldada por el franquismo, de ordenar los comportamientos de la gente.

Tres otros ingredientes propios que puedo aportar, son mis pasiones por la ecología y la filosofía y mi militancia por la paz.

En relación con la ecología tengo que agradecer al amigo Rudolf Bahro- filósofo ecologista alemán muerto en 1997 entretanto muy olvidado en España, pero famoso e influyente en los años 80- que en 1987 publicó su libro “Lógica de la Salvación” en que plantea la lógica de la salvación del peligro de la autoaniquilación inevitable de la especie humana (pág. 35) “porque el ser humano normal, en su versión excesiva de hombre occidental normal, destruye la vida en vez de cuidarla….. quien no ve el peligro -la crisis ecológica- y sus causas no puede despertar para ponerse a buscar lo salvador”.

Cuarto vericueto

De acuerdo con Bahro -y creo que también con Greta Thunberg, con el movimiento de Viernes por el Clima, con Ghandi (que afirmó que los recursos del mundo bastan para satisfacer las necesidades humanas pero no la codicia humana) y con las profecías de muchos pueblos aborígenes- interpreto la frase en que Hölderlin relaciona “el peligro” con “lo salvador” por así decir a contrapié, porque planteo que el peligro es la aniquilación de la humanidad por el abuso que hace esa misma humanidad de la naturaleza y, sólo partiendo de ahí, me pregunto si la pandemia del corona virus puede ser, además de parte evidente de ese peligro, puesto que amenaza con diezmar a toda la humanidad y desvencijar su tinglado económico, es lo salvador que crece.

Afirmo así que el peligro a tope es nuestra relación hostil como seres humanos con la naturaleza que ensuciamos y destruimos acelerando así nuestra propia extinción. Hoy nuestra especie está ya en la cuenta atrás, con el punto final de su desaparición a la vista, ya a pocos pasos del punto sin retorno.

La verdad es que este pronóstico fruto de un cálculo intelectual nos deja bastante fríos, consigue sólo movernos a regañadientes arrastrando los pies y tachándolo de apocalíptico. Le falta la dimensión emocional que aportan la sensación de inmediatez y la evidencia de que no hay escape individual a esa extinción de la especie.

Es un peligro peligroso porque no aparece como inminente ni del todo inexorable:

el fin de la especie humana se hará evidente dentro de 30 o 40 años, ya muy pasado el punto sin retorno, cuando sea demasiado tarde para poner remedio;

afecta a los pobres -que cuentan poco- mucho antes ,como media generación, que a los potentados -que cuentan mucho;

parece más lejano que las muertes individuales de nuestra generación; genera la esperanza falsa de esperar una repetición del mito del Arca de Noé según el que el dios bíblico aniquila la especie humana inundándola con el diluvio, pero que salva a una familia.

Esa perspectiva a corto plazo y complaciente, -que resuena en el “¡Cuán largo me lo fiáis!” de Don Juan Tenorio o en el “Después de nosotros el Diluvio” de la Pompadour- permite que se pongan de nuevo en juego soluciones falsas a la crisis, de acuerdo con la lógica determinante de proteger a los seres humanos sólo en la medida en que se protegen las fortunas de los potentados, pero que más bien más bien la agrava, como ya ha ocurrido en la crisis económica del 2008 cuando las mismas recetas capitalistas que generaron la crisis se aplicaron para remediarla;

va a costarnos unos cuantos años el ensayo de remedios hasta que desechemos los inútiles o incluso contraproducentes y escojamos los eficaces ;

la aceleración de nuestra economía nos tiene en jaque y quita el tiempo para buscar y encontrar un remedio.

se entiende la lucha por la supervivencia de la humanidad como una guerra en la que poner en juego las mismas estrategias que se aplican para conquistar y someter a la naturaleza, que son estrategias de guerra pero inútiles y contraproducentes para proteger al género humano.

Sin embargo hoy se ha adelantado a este peligro de aniquilación, que nos amenaza como especie pero aún no nos parece inmediato, la primera gran ola de la oleada con que la naturaleza responde al abuso al que la sometemos, la pandemia del coronavirus, que nos saca de este sopor, sobresalta, pone alerta y hace que estemos a escala mundial trastocando el comportamiento de cada quien al tomar medidas urgentes de protección ante la epidemia desatada que está ya matando a miles y cada vez a más velocidad, que sin amenazar con la extinción a nuestra especie, amenaza con diezmarla en general y en particular con matar a cada uno de los individuos que formamos parte de ella.

Esas medidas de protección están a su vez desencadenando una crisis económica, pero “desencadenar” significa ahora romper las cadenas que atan los procesos económicos a la lógica de anteponer el incremento de los bienes y recursos privados a la salvación de vidas con su dignidad.

La crisis del coronavirus ya ha roto esas cadenas y en ese tremendo revuelo se están moviendo ingentes capitales para fuera de las lógicas capitalistas atender a las necesidades y urgencias humanas, siendo la más imperiosa y urgente la de sobrevivir con dignidad. Se está incluso creando una nueva lógica variopinta de atención y protección a los seres humanos y a su dignidad que recoge y antepone planteamientos antes pospuestos -como una renta básica universal, una atención médica bien equipada y sin exclusiones, - junto con otros no planificados, sino surgidos espontáneamente por el mismo sobresalto- como el aplaudir desde los balcones como muestra de agradecimiento a servicios sanitarios y de limpieza, el surgimiento de redes de apoyo a personas vulnerables con lo que, desbaratada la ley de hierro del capital, se entrevé el nuevo orden de un jardín de las delicias- En ese sentido el coronavirus es la mejor y más oportuna de las vacunas.

En ese jardín de las delicias florece un sinnúmero de flores, pero no me detengo para mostrároslas porque también vosotros estáis en ese jardín y podéis mostrar mejor que yo y trasmitir el color y la fragancia de las que os brotan más cercanas. Allí además crecen y se fortalecen árboles, líderes de las HPV, como el papa Francisco que crece confinado en esta Semana.

La pandemia es además muy oportuna, porque su llegada coincidiendo con el impetuoso avance del feminismo, evidencia que las estrategias machistas de defensa militar son contraproducentes e invita a desplegar un sistema de protección ya no centrado en el ataque destructor del enemigo y huída, sino en la atención y la generación de amistad.

A esa nueva estrategia responde bien el coronavirus, porque parece que lo que mata no es su contagio, sino la producción excesiva de anticuerpos por parte de los contagiados. El objetivo ya no es aniquilar al virus enemigo, sino aprender a convivir con él. La lucha ya no consiste en aniquilar al virus enemigo o ser aniquilado por él, sino que es una pugna por transformar ese virus enemigo en un amigo con el que convivir (Durante millones de años ha convivido el coronavirus con murciélagos)

La cuarentena, el aislamiento físico como medida tradicional de protección ante las plagas, era hasta principios de este siglo algo muy duro y paralizante pero el desarrollo de lo digital en los últimos años lo hace mucho más llevadero y permite -por ejemplo con el teletrabajo- soslayar muchos bloqueos

En este rio revuelto por haberse roto las leyes capitalistas que lo ordenaban, no sólo navegan tejedores de Hebras de Paz Viva, también lo surcan tiburones y especuladores decididos a medrar sin dignidad a costa del resto, de la inmensa mayoría. Pero esas sombras ya no pueden mostrarse como luminosas; les ha llegado la hora en que revelarse como sombrías. El capitalismo sin ser la solución, ha podido hasta hace bien poco presentarse, aunque como amoral – moralmente neutro- como solución, ahora ya no puede, porque se revela como criminal.

Algunos de esos tiburones pretenden e incluso consiguen ser grandes líderes, como Trump y en su estela Boris Johnson o Bolsonaro. Sin embargo son líderes de corto recorrido porque chocan contra sí mismos: una semana tras ordenar que se anteponga la codicia de los potentados a las necesidades humanas, Trump se ve forzado a ordenar que ingentes masas de dinero se desmarquen de esa lógica del capital para atender a las necesidades humanas.

Ante otras amenazas globales se han planteado fórmulas que trataban de proteger a un sector de la humanidad separándolo del resto, -como los intentos de proteger durante la guerra fría los EE.UU. separándolos de Europa y del bloque socialista por medio de una campana protectora formada por misiles defensivos que al volverse caliente esa guerra iba a destruir los misiles ofensivos enemigos manteniendo así a los de dentro a salvo de la hecatombe que aniquilaría a los de fuera-. Pero desde el momento en que ha aparecido esta pandemia es evidente que soluciones de este tipo no sirven para nada: el coronavirus, aunque comparado con la gripe española -que hace 100 años mató a más de 50 millones, mata relativamente poco, -del 3 al 10% de los afectados-, amenaza uno por uno tanto a los ricos como a los pobres y más se trasmite de ricos a pobres a que al revés.

El muro que está construyendo Trump para proteger los Estados Unidos separándolos de México es ante esta pandemia algo ridículo, porque el coronavirus se lo salta como si tal cosa.

Tras los 4 vericuetos

Días antes de su asesinato Martin Luther King pronunció la frase “He alcanzado la cumbre” (I have reached the mountain top).

Yo no.

Nosotros aún no.

Nos queda la poesía.