Carlos Muñiz Varela [te seguiremos] recordando

Justicia Social

alt(San Juan, 9:00 a.m.) Fue una de las noches más tristes de mi vida. Aquel 28 de abril estaba viendo una película del director japonés Akira Kurosawa que presentaba José Artemio Torres por WIPR. Sonó el teléfono y escuché la terrible noticia. Salí corriendo para el Centro Médico donde familiares y amigos, todos llorosos, esperábamos ansiosamente que los médicos nos dieran alguna noticia positiva del estado de salud de nuestro querido Carlos tras el criminal atentado de que había sido víctima después de salir del Metropol de la Roosevelt.

En aquellas horas angustiosas que pasamos en las afueras de la sala de emergencia nos parecía increíble que algo así le hubiera ocurrido a Carlos. Por mi mente pasaron entonces muchas imágenes de Carlos.

Lo recordaba explorando minuciosamente los alrededores de mi casa los días en que en la noche teníamos actividades de recaudación de fondos de la Brigada para detectar algún posible artefacto explosivo. Tras la poderosa bomba que explotó a dos metros de mi escritorio en la revista Avance, estaba consciente de lo que eran capaces esas mentes criminales. La noche de la bomba de Avance salvé mi vida por un providencial dolor de cabeza que me hizo posponer el trabajo que esa noche iba hacer en la revista y llamar al amigo Ismael Torres para decirle que había decidido moderar el programa Cara a cara ante el país de aquella noche y no necesitaba que me sustituyera, como le había pedido horas antes.

Lo recordaba encargándose del cobro de la entrada en el Cafeteatro La Tea en aquel recital que titulamos Después del 60: poesía y música cubana. Me había sentado con mi querida amiga Miriam Muñiz, hermana de Carlos, a quien conocí mucho antes que a él, para hacer un escogido de poemas de autores cubanos entre los que figuraban Nicolás Guillén, Roberto Fernández Retamar, Nancy Morejón, Heberto Padilla, Luis Rogelio Nogueras, Fajad Jamis, Miguel Barnet, Belkis Cuza Malé, Félix Pita Rodríguez y Manuel Díaz Martínez, que nos dividimos con Miriam. La parte musical del recital estaba a cargo de Federico, un joven cantante puertorriqueño que había hecho un escogido de canciones de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola, que en aquel momento eran los cantautores más destacados de la Nueva Trova Cubana. Otro fin de semana hice un recital de poemas de Pablo Neruda, que ya había presentado en La Tea.

Lo recordaba llegando inesperadamente a casa junto a Raúl Alzaga para decirme que no podría hacer el viaje con ellos porque se había fijado un límite de fecha de nacimiento para los viajeros, y desafortunadamente, éste me dejaba fuera por cuatro meses, lo que ellos sentían mucho sabiendo el apoyo que yo le había dado a la iniciativa. Me ofrecieron entonces incluir a mis hijos en el viaje futuro de los Maceítos. La renuencia de la abuela materna a que mis hijos hicieran el viaje impidió esa posibilidad.

Ya en horas de la madrugada la gravedad de Carlos no daba indicios de mejorar así que nos retiramos a nuestros hogares. Dos días después, el 30 de abril, se produjo la muerte de Carlos.

En el sepelio, en el Cementerio Municipal de Río Piedras, retumbaban en mi mente las palabras de Martí: ”La muerte es una victoria, y cuando se ha vivido bien, el féretro es un carro de triunfo. El llanto es de placer, y no de duelo, porque ya cubren hojas de rosas las heridas que en las manos y en los pies hizo la vida al muerto. La muerte de un justo es una fiesta en que la tierra toda se sienta a ver como se abre el cielo".