Jorge Mañach reflexionó sobre José Martí

Cultura

alt(San Juan, 10:00 a.m.) Mi querido amigo Norman Pietri evocó la biografía que Jorge Mañach dedicó a Martí en 1933 así que rescaté su fascinante capítulo sobre "los últimos días de Martí" para recordar el 125 aniversario de su muerte que se conmemora hoy.

"En los primeros días de mayo han logrado ya reunirse en Carahueca con los 3.000 hombres de Antonio Maceo. Desde un secadero de tabaco que domina el valle, Martí arenga a aquella turba abigarrada, que hierve bajo el sol y le aclama con frenesí. Sólo le entristece no haber podido salvar de la primera justicia revolucionaria, severamente ordenada por Gómez, a un soldado convicto de violación. El día 5 acampan todas las fuerzas en la Mejorana, casi a las puertas de Santiago de Cuba.

"En esta conjunción de los tres jefes supremos ha de decidirse el curso de la guerra. Otras cosas más personales han de elucidarse también. La última carta de Antonio Maceo le mostraba airado con Martí. Su irritación subió de punto luego, cuando el delegado le confió a Crombet la expedición de Costa Rica, si bien encargándole de ponerla, una vez organizada, a las órdenes de Maceo… Acaso este detalle no era conocido del general, celoso de su prestigio y de su rango. La circunstancia de estar por entonces mal avenido con Flor agrió aún más su ánimo, removiendo los viejos posos del 84.

"¿Qué pasó en el consejo aquella mañana? Los oficiales que rondaban de lejos la esquina del viejo batey donde los tres jefes conferenciaban sobre el césped pudieron percibir algún ademán brusco de Maceo, su voz más alta que de costumbre y dejada de su usual blandura…; la voz suave y firme de Martí…; la voz paternal, y al fin cortante, de «el Viejo», tras la cual se serenó el coloquio. ..

"Súpose después que Martí había quedado allí reconocido como jefe supremo de la Revolución, y Gómez como general en jefe, en tanto que Antonio Maceo era nombrado jefe de Oriente. Que éste había argüido en seguida que su tropa estaba casi desarmada, y que Martí debía trasladarse sin más demora a los Estados Unidos para activar el apertrechamiento y las expediciones, a lo cual repuso Martí que no lo haría sin al menos haber entrado una o dos veces en combate activo…

"Cuanto a la estrategia, el mulato fue de parecer que no se efectuara la invasión de Occidente hasta que no se hubiera constituido el Gobierno y ordenado un poco las fuerzas revolucionarias. Gómez, por el contrario, opinó que la revolución, cuyo estallido había sido sofocado en Occidente, estaba «varada», y que lo urgente era proceder en seguida a levantar toda la Isla, antes que Martínez Campos recibiera los 22.000 hombres de refuerzo que esperaba de España… Martí apoyó a Gómez, decidiendo el acuerdo.

"Al día siguiente, mientras Maceo se dirige a reanudar sus operaciones en las zonas más vulnerables de Oriente, distrayendo así la atención del enemigo, Gómez y Martí marchan con rumbo opuesto a unirse a las fuerzas de Masó, próximas a Manzanillo.

"El 12 de mayo acampan en Dos Ríos, donde el Contramaestre engrosa el ancho caudal del Cauto. Fecundada por estos riegos generosos de la Sierra Maestra, que festonea la costa sur oriental, la cuenca del valle despliega allí una vegetación opulenta. Entre cedros y yagrumas vivaquean algunos días las fuerzas escasas de Gómez en espera de Masó. El día 17 tiene noticia el general de que una columna enemiga se dirige por el camino real a abastecer un destacamento español. Gómez sale a tenderle una emboscada.

"Martí, a quien las marchas continuadas han irritado su vieja dolencia, produciéndole un infarto inguinal que le impide moverse y aun armarse, ha quedado en el campamento de la Bija. Allí, a la luz de una vela, escribe, en la noche del 18, la carta a Manuel Mercado —su fiel amigo de México —, en que revela ya explícitamente su secreto político:…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber —puesto que lo entiendo, y tengo ánimo con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin. .. Viví en el monstruo y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David."

"Esta carta, en la que Martí declaraba también su rumbo «al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio», quedó interrumpida por la llegada de Bartolomé Masó y su gente. El jefe de Manzanillo prefirió acampar en la Vuelta Grande, al otro lado de Contramaestre y a una legua de Dos Ríos. Martí se trasladó con él después de pasar aviso a Gómez.

"En la mañana del 19 llega éste, cansado de acechar inútilmente, con sus cuarenta hombres, a la columna enemiga, mandada por el coronel Ximénez de Sandoval. El entusiasmo de las fuerzas ahora reunidas —unos trescientos cuarenta jinetes en total— con la presencia de los dos jefes máximos de la Revolución es indescriptible. Gómez las arenga con su palabra concisa y enérgica. Masó luego. Finalmente, Martí se adelanta en su jaca mora. El sol le baña el rostro pálido, le enciende como en halo el cabello. «Su voz —observó un testigo—, suave y melódica al comenzar la oración…, se fue tornando atronadora, como los acentos del huracán». Cuando terminó, la tropa, enardecida, prorrumpió en vivas al «Presidente de la República».

"Masó apoya luego, en consejo de jefes, el acuerdo de que Martí regrese inmediatamente a los Estados Unidos. Después del almuerzo, dos soldados de la guardia avanzada de Gómez sobre el Contramaestre traen aviso de un tiroteo por Dos Ríos. Gómez comprende que la columna española le ha seguido el rastro. Ignora aún que Ximénez de Sandoval logró capturar a un mensajero suyo, despachado aquella mañana en busca de provisiones, y que, posteriormente, el práctico Chacón, mandado por Martí con análogo encargo, también ha sido sorprendido e interrogado… Resuelve el generalísimo adelantarse a la columna y esperarla en el potrero de Dos Ríos, donde puede moverse libremente su caballería. «¡A caballo!».

"Ardorosa aún la tropa por los discursos y fortalecida por el rancho, se lanza hacia el Contramaestre con ímpetu tal, que por un momento Gómez piensa en otra jornada de Palo Seco. El vado obliga a los jinetes a perder la formación. Al otro lado del río, trepada la barranca, caen sobre una avanzadilla española y la machetean al galope. Gómez advierte que la columna se le ha anticipado y tiene ya formados sus cuadros en la pequeña sabana, por entre maniguales y sitios de labor.

"Ordena a Martí que se mantenga con Masó a retaguardia, mientras Borrero y él avanzan a derecha e izquierda, respectivamente, para ceñir al enemigo. Fraccionada así la tropa e iniciado con violencia el fuego, Martí le pide un revólver a uno de los ayudantes de Masó, el joven Ángel de la Guardia, y le convida, no obstante las órdenes, a seguir adelante.

"¿Arrebato épico? ¿Inexperiencia? ¿Codicia de su hora?… Solos se lanzan entre la humareda. Al llegar cerca de un denso matojal, flanqueado por un dagame y un fustete corpulentos, les recibe una descarga cerrada. Cae Ángel de la Guardia bajo su caballo herido. Al incorporarse, medio cegado por el golpe y por el humo, ve a Martí tendido a pocos pasos, con el pecho y la quijada tintos en sangre. Trata el jovencito de cargarlo, y no puede. Apenas se retira hacia los suyos para buscar ayuda, la avanzada española adelanta bajo el fuego nutrido de su propia fusilería.

"La caballería de Borrero se ve impedida de maniobrar entre el río y el desmonte que lo orilla. Gómez ha intentado, sin éxito, quebrantar la fuerte posición española. Al retirarse para organizar una nueva carga recibe la tremenda noticia y se lanza, solo, en la dirección que Ángel de la Guardia le señala. Le detiene el fuego del enemigo, que se repliega ya con su presa…

"Mientras los cubanos se concentran para intentar el rescate, Ximénez de Sandoval, incrédulo, examina el cadáver que le ha sido traído y que el práctico Oliva asegura ser el de Martí. Confirma la identificación un capitán que había visto a Martí meses antes en Santo Domingo. Y Chacón, el mensajero… Bajo la azul chamarreta ensangrentada, los papeles no dejan ya lugar a duda… Tenía — escribe Sandoval— las pupilas azules…

"Fueron tan inútiles como temerarios los esfuerzos de Máximo Gómez por rescatar el cuerpo de Martí. Muy superior en número y hábilmente situada, la columna española pudo proteger su retirada con las defensas naturales del terreno. Un tremedal obligó a Gómez a rehacer su camino, y cuando llegó al bohío por donde acababa de pasar Sandoval, se le informó que la columna se dirigía a Remanganaguas, a marcha forzada, para enterrar a Martí.

"Aquella noche en el campamento mambí de Las Vueltas «no hubo necesidad de tocar a silencio». Con el fuego del vivaque se le vio al Chino Viejo un centelleo en las mejillas húmedas. Alguien acuñó ya, para la posteridad, un título venerador: El Apóstol.

"En el centro de la columna española, obligada también a acampar por un torrencial aguacero, el cuerpo de Martí fue bajado de la acémila del práctico y dejado toda la noche bajo el cielo negro. No se veían las palmeras, pero los grillos siseaban en las tinieblas su llamamiento implacable.

"A la tarde siguiente lo enterraban en el camposanto aldeano, de alambradas y cruces de palo. Ximénez de Sandoval tenía prisa por saborear su victoria. Pero, cerca ya de Santiago, adonde había comunicado la noticia, recibió órdenes de regresar a Remanganaguas y llevar a la ciudad el cadáver para que no quedasen dudas en La Habana, ni en la Florida ni en Nueva York, donde los emigrados iban a desmentir desesperadamente el cable

"Mal embalsamado, en un ataúd hecho de cajones y colocado sobre unas parihuelas, el cuerpo de Martí llega a Santiago de Cuba el 27 de mayo. La columna, que ha sido varias veces tiroteada por el camino, se abre paso entre grupos torvos y silenciosos… Después de la formal identificación, se lleva el ataúd al cementerio con mucho séquito de tropa. Allí el coronel Ximénez de Sandoval inquiere si alguno de los no militares presentes desea hablar. Al cabo de un largo silencio, él mismo pronuncia unas breves palabras: "Señores: Cuando pelean hombres de hidalga condición, como nosotros, desaparecen odios y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos debe ver en estos yertos despojos un enemigo… Los militares españoles luchan hasta morir; pero tienen consideración para el vencido y honores para los muertos.

"Ese mismo día María Mantilla recibe en Nueva York la carta que Martí le había escrito semanas antes diciéndole que llevaba su retrato sobre el corazón, como un escudo contra las balas.”

(Tomado del libro Martí, El Apóstol, de Jorge Mañach de 1933).