José Gualberto Padilla, El Caribe

Cultura

alt(San Juan, 10:00 a.m.) Un 26 de mayo muere, José Gualberto Padilla, El Caribe, en el año 1896 oportuno repasar el significado histórico de la polémica Para un Palacio un Caribe

El Caribe fue nuestro primer trovador de protesta y su apasionada polémica en defensa de lo puertorriqueño lo hizo famoso y querido en su época en la que defiende al jíbaro, a la mujer, al negro, o sea a los chavaos. La polémica titulada POR UN PALACIO UN CARIBE . No se limitó a ser un debate entre intelectuales, sino que simbolizó una defensa pública frente a los abusos de la España decadente de finales del siglo XIX, y las ansias de poderes y libertades políticas de los puertorriqueños. Por eso la polémica levantó el orgullo del país. El destierro o la cárcel eran las consecuencias a las que estaban condenados nuestros patriotas.

Padilla fue doblemente admirado al atreverse a escribir la polémica luego de haber estado cuatro meses en la cárcel de Arecibo a consecuencia de su participación en el Grito de Lares. A pesar de ser un hombre fichado y vigilado por las autoridades, no optó por el silencio acomodaticio.

Las sospechas del gobierno español no eran infundadas. Investigaciones recientes ubican a Padilla presidiendo la junta revolucionaria del Grito de Lares en Vega Baja.

La palabra suficiente de El Caribe fortaleció nuestra autoestima colectiva al derrotar de forma apabullante las palabras humillantes de Palacio contra Puerto Rico. Fue éste el primer debate literario que se dio en Puerto Rico y que rebasó las fronteras isleñas

A un año de la muerte de Padilla, el periódico La Democracia confirma el impacto de la polémica: “El Caribe logró en todos los ámbitos de su tierra una popularidad más efectiva que ninguna otra y una fama que pocos igualaron en su generación. Ejerció como líder cívico en el siglo XIX una enorme influencia en todo el país particularmente en la juventud de su época y sobre todas las clases sociales y muy significativamente sobre el pueblo pobre que lo veneraba.”

Se convirtió así el poeta en el primer líder de impacto nacional en la sociedad civil.

El Caribe ahondó con nobleza en la idiosincrasia y la dignidad del puertorriqueño y tuvo la sensibilidad de captar las emociones de su espíritu. Padilla se hombreó y habló de igual a igual con los españoles, aunque él se encontraba en desventaja ante la persecución política de la época.

Imprimió́ con su poesía satírico-social un sentido de lucha ante la adversidad. las repercusiones de la polémica no fueron solo literarias.

La Patria para Padilla no fue una visión abstracta y romántica. La Patria en su poesía, era la gente de carne y hueso, la que sufría, la que defendió́ verso a verso, hierro a hierro, hasta quedar con la última palabra, como le advirtió́ repetidamente en la polémica a Palacio, infundiendo animo y seguridad al pueblo:

Ten entendido, Palacio,

y no a la espalda lo eches

que no cantaras victoria

mientras el Caribe aliente;

que no has de soltar la lengua

sin que yo te la refrene:

que no se de abrir tu boca

sin que yo no te la cierre,

y que vengas donde vengas

siempre me hallarlas de frente;

que no he de ceder el paso

a un villano mequetrefe,

difamador por costumbre,

por índole maldiciente,

desvergonzado por vicio,

sarcástico por juguete;

culebra por el carácter

por el oficio serpiente.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Que en esta cuestión solemne,

hemos de rendir entrambos

como dos gallos ingleses;

tu atacando a Puerto Rico,

yo defendiéndolo terne,

hasta quedarnos sin plumas, sin alas y sin copete.

En este cuadrilátero literario, el poeta español Manuel del Palacio que había insultado a P.R. con sus escritos no se esperaba un contrincante que lo dejara noqueado en la lona de las letras.

El Caribe resultó ser un contrincante temible e insuperable. Estaba dispuesto a todo, lo que le ganó fama y respeto al poetizar lo que la mayoría de los puertorriqueños pensaba y sentía pero no se atrevían, o no sabían expresarlo.

Es por eso que en el prologo de la edición de 1932 de la polémica, Luis Fajardo se complace en decir que “Manuel del Palacio no pensó́ jamás que hubiese en nuestro país un hombre del temple de El Caribe, Palacio vino por lana y salió́ trasquilado.” Cuando Palacio le inquiere por su nombre, posiblemente buscando callar al adversario, El Caribe le contesta: “No lo digo yo ahora con voz muy alta y sonora, por dos razones muy graves: primera que tú lo sabes: segunda que otro lo ignora, y así́ me conviene a mí.” No hay duda que en este caso la palabra oportuna, el poder de las palabras poetas, motivaron que un suceso que pudo pasar inadvertido, hiciera historia.

Las contestaciones entre los polemistas se esperaban con ansias, se leían en voz alta en las plazas, en las tertulias, en los bateyes. Todas las clases sociales conocían y se sentían vinculadas y reivindicadas por la polémica, especialmente los pobres, la clase trabajadora, las madres solteras y los negros, que fueron los más vilmente atacados y despreciados.

El testimonio de Mariano Abril, en el periódico La Democracia corrobora la influencia de sus versos:

“En todos los hogares se recitaban aquellos vibrantes e oró- nichos versos, en los que palpitaba el espíritu de un rebelde y la indignación de un patriota... Eran aquellos tiempos de reacción ultramontana y el gobierno encarcelaba o deportaba a todo el que hacia alardes de ideas liberales, fuera puertorri- queño o peninsular”.

Recientemente, se habían producido las deportaciones de Ramón Emeterio Betances y Segundo Ruiz Belvis y los encarcelamientos de Julián E. Blanco, José Chelis Aguilera y Pedro G. Goyo, junto a otros patriotas. Por eso causaron asombro primero y regocijo después, aquellos versos mordaces y agresivos con los que El Caribe salió́ a la palestra devolviendo al poeta español sus chistes y diatribas, versos que no circulaban ‘ocultas’ como alguien ha dicho, sino que se publicaron en periódicos de la isla y de Cuba...”

Podríamos añadir que su apasionada defensa interpretando y defendiendo el alma de los puertorriqueños desde el verso y a son de rima y ritmo, fueron estilos en los que el pueblo se sintió́ amparado. No sería arbitrario pensar que, en parte, el gusto natural de nuestro pueblo por la decima como arma de defensa de su identidad se arraigó y se fortaleció con estos versos emotivos.

El Caribe fue el primer trovador nacional de protesta social. Sus ver- SOS guerreros calaron hondo en el alma colectiva porque sus acertadas y oportunas contestaciones se expresaron de forma valiente, patriótica, divertida y desde un manejo magistral del idioma.

El prestigio que tenia Palacio ante la critica española hizo más contundente en Puerto Rico la victoria de nuestro poeta. La popularidad de la polémica motivó que un grupo de jóvenes estudiantes puertorriqueños en Barcelona, dirigidos por Cayetano Col y Tosté, publicaran en 1874 la primera edición de esta polémica que se tituló entonces Desengaños de la vida.

El estilo combativo de Padilla rompe con el romanticismo y consolida, con su pluma justiciera y patriótica un lenguaje de lucha y resistencia. Su poesía agita la conciencia colectiva. Frente al romanticismo sentimental, la poesía de Padilla, según Antonio S. Pedreira, “representa la actitud defensiva, polémica, centrifuga, que está en contra de y a favor de, que es poesía de rabia y desesperación, escrita con el puno cerrado y los nervios de punta.” Es así́ como “El Caribe combatía el elemento peninsular que menospreciaba lo criollo puertorriqueño...”.

Con ese texto visceral que fue la polémica, El Caribe optó valientemente por descartar la impotencia del silencio, aun en tiempos re- vueltos de intolerancia y persecución. Abrió́ caminos al hablar con un nuevo lenguaje de protesta y rebeldía. Y aunque por momentos, “soplos de libertad invadieron la isla”,24 simultáneamente, el tenso y peligroso ambiente político se recrudecía, dándose las condiciones para el surgimiento de este tono literario, afín para luchar contra la injusticia y la represión. Es aquí́ cuando Padilla, con su estilo satírico y mordaz, establece la pauta para marcar un estilo literario combativo que va a influir significativamente en la nueva generación de escritores, que llamaba a Padilla ‘el maestro.’

En la revista Índice publicada en conmemoración del centenario del natalicio de Padilla en 1929, se analiza la aportación literaria de Padilla y de Alejandro Tapia y Rivera (1827-1882): “En la historia de nuestro desenvolvimiento, Padilla como Tapia son uno de los más fecundos iniciadores del sentido estético en nuestra literatura. Pudiera decirse, que son ambos los precursores de nuestra poesía y nuestra prosa, porque entrañan el primer afán de rebusca y critica que recoge en sus páginas nuestra historia. Padilla no solo fue creador, la lirica y la épica, confundidas en un milagroso connubio, dejaron espacio a la sátira y al humorismo, que eran, desde cierto ángulo, la única forma de critica adaptable a aquella época,”

En la mencionada revista también se confirma la influencia que ejerció́ El Caribe al afirmar, “...tuvo a su favor una vastísima cultura, múltiple y variada... A esta virtud suprema, unió́ Padilla su impresionante personalidad, temperamento sensibilísimo y un carácter de noble patriotismo, tan en relieve, que dejaba en todo su derredor una influencia admirable, que tuvo a veces, virtud de adoración”. El Caribe trascendió́, se convirtió en un héroe popular porque propició un cambio en la sicología del pueblo, que se sintió́ valorado y validado.