Que nadie sea un observador participe del linchamiento del hombre negro [Néstor Duprey, "QEPD"]

Economia Solidaria

altalt(San Juan, 1:00 p.m.) Nadie puede refutar este dato histórico: en los linchamientos en los EE.UU. a los afroamericanos, entre fines del Siglo XIX y el Siglo XX, la mayoría de los asesinados fueron hombres. Un total de 4400 mil negros fueron linchados entre 1870 al 1968 en los EE.UU. Hubo blancos, pero la proporción y la razón fue distinta; un total de 1297 de personas blancas fueron linchados. En ambos casos, fueron esencialmente hombres las personas asesinadas por la masa. Sea la razón que sea, fueron hombres asesinados, en su mayoría negros, como un acto de desprecio de sus vidas.

El linchamiento es hoy la imagen más brutal del racismo. Matar a una persona, por discrepar con ella por su razón de ser de su pigmentación, es un acto racista. El más horrible. Por lo tanto hay que repudiarlo. Pero esto conlleva una doble vara, en el tratamiento a unas personas a las cuales les proveemos todo el debido proceso de ley y garantías a ser escuchadas, mientras a otras, no se lo concedemos y los matamos, los linchamos.

Hoy en Puerto Rico, en la profunda revuelta mediática y de activismo social contra el racismo, tenemos que celebrar que estamos enunciando y denunciando toda forma de discriminación por motivo de raza con la cual vivimos. Por ende, tenemos que explicar y entender que tratar al hombre [negro y afrodescendiente] distinto que a la mujer y al hombre en general, pero aún distinto que a la mujer [negra y afrodescendiente], es un acto de racismo.

Cuando la comunidad afroamericana habla de que "no puedo respirar", en la experiencia de dicho país sobre el 95 por ciento de las personas asesinadas a manos de los policías son hombres. Ese dato está presente en la memoria de todos las personas que han marchado en los EE.UU. y en otros países. La principal víctima de la represión policiaca ha sido el hombre negro.

En Puerto Rico por alguna razón que no sé no la vemos. En el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), Néstor Duprey fue forzado a renunciar el pasado mes de abril 2020, por alegado maltrato a su esposa y compañera, Raquel M. Quiñones. Aún pendiente de que esta alegación sea algo más que un juicio mediático y de redes sociales, Duprey ha desaparecido de la vida pública en la isla. Fue expulsado, separado o voluntariamente distanciado del MVC. Ahora bien, en todo caso, fue víctima de un linchamiento de su colectividad política, que en su caso, uno de muy pocos miembros y candidatos negros o afrodescendientes en dicho partido. Por lo tanto el tratamiento al hombre negro en MVC fue el más severo: la expulsión.

Hoy los candidatos a dicho partido, son evidentemente blancos, con muy pocas excepciones de gente negra o afro descendiente. En esta medida, el tratamiento que se le dio a Duprey, cuando se compara con el que se le está dando a Alexandra Lúgaro, es completamente distinto. En uno se aplicó la lógica del linchamiento y la exclusión. En el caso de Lúgaro, se le ha permitido explicar y participar en una gira mediática, y distinto a todo, ha contado con el amplio respaldo del GFR Media, quienes le han dado tres días de historias sin puntos contradictorios.

Alguien se ha preguntado porque nadie ha entrevistado a Néstor Duprey. ¿Será que el hombre negro tampoco tiene voz, y menos antes de ser linchado? Por otro lado, ¿alguien le ha interesado en entrevista a Virginia Hernández Núñez, la víctima de discrimen de la empresa de América Aponte & Associates Corp. donde ella era la mano derecha de Alexandra Lúgaro, la hija de América Aponte? Alguien ha querido entrevistar a los abogados de Lúgaro y su familia, para saber porqué llevaron el caso como lo llevaron? En resumen, la doble vara es "linchar" de forma inmediata y perpetua a Néstor Duprey, hombre negro, y ofrecerle todas las garantías y silencios oportunos, a Alexandra Lúgaro.

La muerte de George Floyd nos permite revisitar el problema del racismo. En el caso de Puerto Rico conocer como la mujer y el hombre negro han sufrido hasta el día de hoy el racismo. En el caso de Néstor Duprey nos permite examinar cómo la cultura de la doble vara ocurre mientras se conduce el linchamiento. No seamos cómplices del linchamiento. Pensemos.