(San Juan, 12:00 p.m.) El gobierno de los EE.UU., tanto el federal como el de los estados y municipios (salvo el de los territorios como Puerto Rico) ha colapsado. No es posible invisibilizar que la revuelta social iniciada a partir del asesinato de George Floyd el pasado 25 de mayo, se ha convertido hoy en un carnaval de resistencias, algunas políticas otras motivadas por la delincuencia, y muchas por el mero ejercicio de pasarlo bien. Se vive hoy en las grandes ciudades de los EE.UU (Washington, Nueva York, entre otras) un estado de anominía y falta de presencia del estado. Se ha convertido en un lugar caótico.
Las protestas ahora son distintas: historiadores pidiendo que no derriben las estatuas; gente común pidiéndole al alcalde de la ciudad que no permita los fuegos artificiales que han tornado las ciudades en campos de batalla; más aun, que no sigan proliferando las zonas de exclusión urbanas, por ejemplo, CHAZ en Seattle, Washington. Entonces, hoy Donald Trump, el presidente de los EE.UU. está tan confundido como el resto de la población. Nadie sabe como volver al orden, incluyendo los gobernadores y alcaldes dicho país.
Mientras en Puerto Rico, como siempre, andamos desenfocados de la problemática de la metrópoli. Aunque para pedir dineros, como en el día de ayer hizo la gobernadora Wanda Vázquez Garced, siempre hay tiempo.
Lo mejor que nos puede pasar es que siga colapsando la falta de legalidad en los EE.UU. y que la relación colonial se debilite. Esto podría dar paso a una iniciativa tanto de Washington como de San Juan, para redefinir las relaciones políticas, incluyendo concederle la independencia a Puerto Rico. No es descabellada la idea. Luego de ver lo que ha pasado en Seattle, Portland y Washington DC, con las zonas libres y de exclusión, Puerto Rico podría ser declarado como territorio libre e independiente. Pensemos.