(San Juan, 11:00 a.m.) Uno de mis grandes placeres es leer obras donde las palabras estén tan bien colocadas que era imposible sustituirlas por otras. Porque cuando las palabras se agolpan, les pasa lo que a las torres de bloques cuando se colocaba mal, se me derrumbaban. Igual sucede con las palabras mal puestas, la expresión falla, se cae. Si colocamos las palabras como se colocan las piedras en el río, o la flor en el campo, evitaremos de cierta forma que el mundo se nos caiga encima, porque nos señalan rutas, nos ordenan también el pensamiento. Y para ello es fundamental la lectura.
En la UPR tuve excelentes profesores. Ellos nos familiarizaron con lecturas imprescindibles y provocadoras de los grandes escritores en los cursos de literatura comparada, de literatura hispanoamericana con sus diversos estilos y forma de decir provocadoras que fueron determinantes para mi escritura.
Esos años formativos fueron el comienzo porque la relación del escritor con la palabra, con la lectura no termina nunca. Toda una vida no da para adueñarse de la lengua.
Todo una excusa para decir que esta gran lengua nuestra, es parte de nuestra substancia nacional, " es nuestra máxima señal de identidad, y que cuando un pueblo se corrompe lo primero que se le daña es la lengua", y como decía Gabriela Mistral; " fuera de su cultura el hombre estalla en el vacío" Que nos haríamos sin ella, y lo expreso en verso," una lengua que no se cuida es como un hijo que no se besa" E.T.