Despreciar la lengua [en Puerto Rico] es un acto del colonizador/colonizado

Cultura

(San Juan, 1:00 p.m.) El escritor trinitario. V. S. Naipaul, Premio Nobel de Literatura de 2001, es una referencia que nos ayuda a entender la dimensión de ser colonial en Puerto Rico al interpretar la realidad del mundo colonizado: "Ser colonial es, entre otras muchas cosas ser ignorante, en particular del propio pasado. Quien no tiene pasado que lo dota para ser algo definido se encuentra desnudo e inerme en el presente e incapaz de futuro".

 Ser colonial es negarse a defender y proteger nuestra lengua materna, nuestra máxima señal de identidad

 Ser colonial es no educarse en el amor a su país, ni en el entendimiento de otros, es pensar que no hace falta afirmar la puertorriqueñidad porque eso está pasé. Estarían pasé todos los pueblos del mundo que se afirman y se enorgullecen a diario desde su identidad de su lengua, de su cultura, su arte, su olimpismo

Ser colonial es apoyar que se desfigure la lengua propia. Apoyar que Puerto Rico acabe en un “espanglish”, que nos separa de la lengua general que hablan 500 millones de hispanoparlantes. Equivaldría a colocarnos en un apartheid cultural, a la negación de lo propio, a discriminarnos y despreciarnos nosotros mismos.

Sufrimos un coloniaje espiritual torpemente autoimpuesto por las instituciones educativas tanto públicas como privadas. Y si hemos heredado una crisis económica descomunal, también hemos heredado una crisis espiritual, fruto también de una narco sociedad globalizada, que desprecia la cultura de la vida, del esfuerzo, de la belleza, de la cultura. Crisis que debe ser atendida con igual fervor y premura

Ningunear la lengua, la historia y la cultura es una forma de desprecio y de corrupción del colectivo y del individuo. En las últimas décadas el Departamento de Educación se ha negado a educar a nuestros jóvenes a ser puertorriqueños. Tampoco enfatiza la enseñanza del español en las escuelas, no fortalece las destrezas básicas de lectura y escritura, afecta el desarrollo de la inteligencia en nuestros jóvenes que se encuentran con un lenguaje encogido para poder expresar con fluidez ideas y transmitir sentimientos.

Y no son meras especulaciones, las últimas Pruebas Puertorriqueñas del Departamento de Educación arrastrando como una cadena esclavizante el funesto fracaso de los estudiantes en español. A esto sumamos que la historia de Puerto Rico que se enseña en la escuela cabe en un dedal y en los salones de clase no se les habla de sus héroes y heroínas que tantos lucharon por hacer un mejor país. Y si no se les inspira, se les traiciona. 

Ser colonial es negarse a dar énfasis a la enseñanza del español, apoyados en la atrasante teoría ampliamente derrotada de que la lengua no hay que protegerla, ni enseñarla, porque la hablamos, y tampoco hay que corregir acentos, y formas sintácticas, gramaticales de los estudiantes, alegando que todo debe ser natural y todo cambia. Equivale a que los agrónomos en la Universidad no se les enseñe a cultivar el terreno, ni abonar la tierra, porque lo natural es que la mala yerba se trague al cultivo.  

Sabemos que es necesario y útil el bilingüismo que aspira a dominar una segunda lengua como el inglés y mejor si se pueden aprender otras lenguas. Pero combatimos el vil-lingüismo, que es para suplantar una lengua por otra, ese “paradigma de la reducción verbal”, el mismo que acaban hablando los migrantes en E.EUU. y que nos negamos a que pase aquí.  Sabemos que hay razón para fomentar un aprendizaje de otra lenguaje pero sin lesionar la propia. Cuando se alcanza el dominio de las dos lenguas, no se mezclan. Se pueden mantener juntas pero no revueltas.     

Un crimen contra un país es podarle a un hombre el orgullo de sus raíces históricas y culturales y atrofiarle con su lengua la capacidad para pensar y para crear porque lo disminuye y empequeñecer. Un país que se respeta tiene que empezar por respetar su lengua. Solo al colonialismo espiritual se le puede ocurrir tener como meta el empobrecimiento de la propia lengua, mezclar palabras para disminuir la capacidad expresiva y que eso se convierta en un ideal educativo para todo un país. A menos que la meta educativa y el ideal sea que Puerto Rico deje de ser un país.   Y si la lengua es el alma de los pueblos, eso lo apoyarían los desalmados.  

Como puertorriqueños nos debemos unir al Manifiesto de Girona, y a la Unesco en su misión de defender la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos, que consiste en el derecho inalienable de los países y pueblos de defender las lenguas maternas.

Sabemos que cuando un pueblo se corrompe lo primero que se le daña es la lengua. Y un lenguaje mediocre, produce una cultura mediocre. Y la lengua es el punto de partida que salen de uno mismo para nuestro propio encuentro con nuestros ser, o el desencuentro con nosotros mismos.

La estadidad sería la culminación de ese desencuentro colectivo, donde el país se pierde. Porque no nos reconocen como país, ni como nación, sino como una minoría perpetua, étnica e inferior.

 El Tribunal Supremo de EE.UU. ha dicho " ningún estado puede entrar con privilegios y derecho que no aplican de forma similar en otros estados" 
Sólo hay un tipo de incorporación que existe en los 50 estados: su lengua oficial en los tribunales, en la legislatura y en la educación es el inglés.

Y no se descoloniza a nadie suplantándoles su lengua. Ni con la subalternidad insufrible del idioma, eso equivaldría a un genocidio cultural.

Seríamos un país que se auto-derrota.  Ser colonial es dejar de ser lo que somos y perder lengua, cultura y dignidad.