Fin de la democracia, fin de la Comisión Estatal de Elecciones

Economia Solidaria

(San Juan, 11:00 a.m.) El Puerto Rico en que nací y me formé murió el pasado domingo. La última vaca sagrada del sistema democrático colonial fue asesinada por el bipartidismo, la Comisión Estatal de Elecciones (CEE).

Desde que el Congreso otorgó la ley para elegir el gobernador en 1947, los puertorriqueños nos hemos vanagloriado del poder del voto. Somos el único territorio estadounidense, incluyendo los estados, donde más del 60% de los electores votan en los comicios electorales. Confiábamos ciegamente en el proceso.

Nunca dudamos del sistema electoral, pensábamos que siempre se salvaguardaría la voluntad de los electores. Aún con la incertidumbre que se creó en 1980 cuando nos acostamos con un Rafael Hernández Colón ganando las elecciones y luego que el sistema eléctrico fallara nos levantamos con un Carlos Romero Barceló victorioso, mantuvimos la fe en el sistema. Por supuesto, la mayoría pensó y piensa que el Partido Nuevo Progresista (PNP) se robó las elecciones. Empero, nadie culpó al sistema electoral.

Lo que ocurrió el domingo es una prueba más de la corrupción que corroe el sistema político. Los grandes intereses que controlan tanto al PNP como al Partido Popular Democrático (PPD) no concordaban con los posibles candidatos victoriosos en las primarias e hicieron lo indecible por sabotear el sistema. Esto quedó claro porque ambos comisionados de los partidos mayoritarios aseguraron estar preparados para el evento electoral.

Luego del desmadre, todos los dedos señalaron al inepto presidente de la CEE, Juan Ernesto Dávila Rivera y el exiguo presupuesto aprobado para las primarias por la Junta de Supervisión Fiscal. En realidad, la Junta no tiene nada que ver con el desmadre. La CEE tenía que ajustarse al presupuesto aún si esto implicaba volver a las papeletas tradicionales. Dávila Rivera no le ha dado frente al país como cabeza de la CEE y no ha explicado satisfactoriamente su envolvimiento en los eventos, es más, se han levantado serios cuestionamientos sobre sus alianzas con el precandidato del PNP, Pedro Pierluisi Urrutia.

Se puede culpar la reforma electoral impulsada por Thomas Rivera Schatz que puso todo el poder absoluto y la toma de decisiones en manos del inepto y mediocre Dávila Rivera, forzó la salida de los vicepresidentes de la CEE y el despido de los empleados expertos en administrar los comicios. Pero, en realidad el mal es más profundo.

El PNP está dividido. La ambición por el poder entre sus líderes es mayor que su compromiso con el país y su ideal anexionista. En este cuatrienio los puertorriqueños hemos sido víctimas de sus escaramuzas y el odio acérrimo entre Rivera Schatz, las fuerzas del depuesto Ricardo Rosselló Nevares y el breve anticonstitucional gobernador Pedro Pierluisi Urrutia.

Los novoprogresistas ambicionaban el poder absoluto. Lo lograron. Bajo la gobernanza de Luis Fortuño se apoderaron del Tribunal Supremo, lo último que les faltaba e iniciaron el deterioro de todo el sistema judicial en beneficio de sus amiguetes. En este momento los tres poderes constitucionales, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, son del PNP. Todas las decisiones gubernamentales, legislativas y judiciales son suyas. Todo el desmadre en el país es culpa suya. Empero, como bien reza el dicho no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar, los penepés se embriagaron con el poder, se cegaron y apoyaron a politicastros corruptos incapaces de gobernar.  

La división en el PNP es una realidad. La guerra entre pierluisistas (rossellistas, seguidores de Ricardo Rosselló Nevares) y wandistas (schatcistas, seguidores de Thomas Rivera Schatz) no solo ha dividido su partido, sino que ha destruido todas las instituciones gubernamentales, incluyendo el sistema electoral. El PNP sale dividido y tal vez incapaz de unificarse para las elecciones de noviembre.

Este cuatrienio ha sido una maldición para el PNP. Han demostrado ser incapaces de gobernar, enfrentar calamidades, trabajar por el bienestar del país y han cercenado las relaciones con la metrópoli que tanto dicen amar.

En este momento histórico hay que defender el sistema electoral. Nuestros hermanos dominicanos nos dieron cátedra sobre esto cuando en mayo se percató de las intenciones corruptas de su organismo electoral en beneficio del partido en control del gobierno.

No podemos bajar la guardia. Lo sucedido en las primarias son un aviso de las intenciones del PNP de sabotear los resultados electorales en noviembre. Podemos llamarlo fraude electoral o como usted quiera. 

Sembrar dudas en el proceso electoral, negarle el derecho al voto a miles, sugerir favoritismos por ciertos candidatos, señalar actos cuestionables y autoproclamarse vencedores sin haber sido certificados ponen en entredicho el compromiso de los candidatos, sus seguidores y los funcionarios de la CEE.

Los resultados filtrados de las primarias dan por virtuales ganadores a Pedro Pierluisi Urrutia por el PNP y a Carlos “Charlie” Delgado Altieri por el PPD. Cualquier modificación en la tendencia, sería cuestionable, pero filtrar resultados atenta contra el derecho de los electores que no pudieron ejercer el voto. Además, puede afectar el resultado final porque los seguidores de ambos candidatos pueden confiarse y no votar cuando se reanude el proceso.

La realidad es que las primarias deben reanudarse antes del domingo. Esperar solo acrecienta las dudas en el proceso. La CEE ya no tiene autoridad moral para llevar a cabo las primarias ni las elecciones de noviembre. Son muchas las dudas y los temores entre los candidatos y los electores.

Tanto penepés como populares deben exigir la renuncia de los presidentes de sus partidos, Thomas Rivera Schatz (PNP) y Aníbal José Torres Torres (PPD), por darle un golpe de estado a la autonomía de la CEE al tomar decisiones que le correspondía a los comisionados y a los candidatos. Deben también renunciar los comisionados de ambos partidos por fallarle a sus electores y traicionar la Constitución.  Por supuesto, Dávila Rivera debe exiliarse del país.

El circo continuará y no dudo que tanto Pierluisi como Delgado serán los candidatos galardonados por los resultados primaristas. Pero, la CEE debe ser desmantelada y crearse un nuevo organismo libre de injerencias y manipulaciones. Los partidos mayoritarios agonizan y deben reevaluarse, sino desaparecerán.

Los puertorriqueños no podemos mantenernos pasivos ante el robo de la poca democracia que tenemos. Debemos enviar un mensaje claro y contundente a estos politicastros chanchulleros, nuestros derechos constitucionales se respetan.

¡Viva Puerto Rico!