DESDE LA NOCHE

Crítica literaria
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Dedicado a escritores gays reconocidos como Manuel Ramos Otero, Carlos Vázquez Cruz, Roberto Echavarren y Dionisio Cañas, entre otros, El maricón o los señores de la noche del poeta y filósofo boricua Yván Silén (Sileno en el texto) es un hueso duro de roer.  Primero, por la polémica que desató en Facebook poco después de su publicación y segundo, por el boicot que ha vetado el ensayo en diversos círculos, etiquetando a Silén de abiertamente homofóbico.  Son muchos los rumores que corren sobre la lectura de un poema en público donde el poeta insultó a intelectuales gays boricuas, pero ninguna de las versiones comentadas en Facebook parece satisfacer el anhelo de poder para silenciar las palabras del filósofo.  Es cierto que la lectura requiere de un conocimiento amplio de la obra sileniana, pues, en la primera nota al pie de página, el escritor aclara que este ensayo, El maricón o los señores de la noche “acontece entre La poesía piensa o la alegoría del nihilismo y El pensamiento canta o la jerga de la pasión”.  Intuyo que sin haber leído estos escritos no se tiene un contexto claro y amplio de los planteamientos que presenta Yván Silén en el controvertido ensayo que aquí comentamos.

Se parte de la definición del vocablo “maricón” tal y como aparece en el diccionario de la lengua: “hombre afeminado y de poco ánimo y esfuerzo, hombre que comete sodomía (práctica del coito anal), insulto grosero, insulto con los significados de hombre afeminado u homosexual o sin ellos” (http://lema.rae.es/drae/).  Silén añade a esta categoría y opone “homosexual” en relación a “heterosexual” y complica de manera deliberada la nomenclatura con la mención de “bugarrón” (sodomita).  Sin embargo, “bugarrón” tiene otra connotación en el medio isleño, se trata del hombre que en sus prácticas sexuales con otros hombres no se considera homosexual sino el activo, y en muchos casos, como comenta Silén, es el prostituto masculino del que se sirve el maricón para satisfacer su afán de poder en la escala sexual de hacerlo con “un hombre” de verdad.  Todas estas categorías son muy discutibles al ser miradas desde las prácticas gays en la Isla, donde existe una comunidad organizada que ha luchado por no perpetuar estos estereotipos, pero en el imaginario popular todavía persisten los modelos que Silén maneja en su análisis de “los señores de la noche”, como les llama.  Y es desde la noche, desde el lugar de la poesía de Manuel Ramos Otero, el escritor gay por excelencia en Puerto Rico, donde Silén decide hablarnos de sus clasificaciones.  Todo este razonamiento viene apoyado por los conceptos filosóficos del Ser y el No ser, del todo y de la nada, en el hihilismo propio de la poesía de Iván Silén (mucho antes que se autonombrara Yván con y griega y no con i latina), como sus famosos poemas a Filé Melé, con los que se enfrentó al ícono que Luis Palés Matos erigiera en su obra como la esencia misma de la mujer del Caribe, en la mal llamada poesía blanca de Palés.  Silén, por su parte, continúa en El maricón y los señores de la noche, con la escritura de una prosa altamente poética matizada de imágenes que trascienden su intención filosófica.  Por momentos estamos sumergidos en las mejores metáforas del poeta que también es filósofo y piensa, para acceder a esta poesía en prosa del conocimiento.  Y se acerca a lo que Foucault llamó las sexualidades periféricas, para tratar de explicarlas desde una “est(ética)”, jugando con Belleza y Ética como dos ejes mediante los cuales analiza la posición del maricón como ser degradado, en relación al homosexual y al bugarrón.  En el ansia de vivir las pasiones más bajas en la calle buscando machos por las esquinas (un estereotipo del mundo gay a todas vistas), Silén advierte los enigmas de la infección por VIH como un estado de conciencia de aquellos, que como Ramos Otero, han sido víctimas de la pandemia.  Pero se olvida que la condición que no enfermedad, es hoy por hoy controlada por la medicina como una condición crónica por medio de antirretrovirales, sin restarle importancia con este señalamiento a la seriedad del problema de infección por VIH y la consecuencia final del SIDA.

 

En la polémica de Facebook y el boicot del ensayo, Silén optó por atacar abiertamente de “sidoso” a un intelectual puertorriqueño (me refiero a Larry Lafontaine Stokes, autor de un libro titulado Queer Ricans, sobre la literatura y la cultura elyibití -del inglés LGBT: Lesbian, Gay, Bisexual, Transgender-).  La respuesta no se hizo esperar y este acontecer extra textual desató una polémica ante la cual muchos lectores gays decidieron no leer el ensayo.

Sin embargo, El maricón o los señores de la noche debe leerse para entender la propuesta del poeta filósofo, independientemente que estemos de acuerdo o no con sus posiciones.  Conozco a Iván Silén desde los años ochenta y nunca ha salido de su boca un comentario homofóbico.  Todo lo contrario, en la ruptura permanente de su poesía, que es lo que mejor conozco de su obra, se acerca también a una perspectiva queer más allá del género y sus trampas.  Considero que la narratividad del texto así como su poeticidad y su reflexión y ensayo de ideas, permiten libertad de pensamiento para plantearnos desde la noche, las posiciones heredadas de los artistas lésbicogays que atraviesan el ensayo con imágenes fotográficas y comentarios acertados antes lo que cada uno ha aportado al acervo cultural maricón (ahora usando el término más allá de su semántica tradicional de insulto sino más bien como apropiándonos de él para esgrimirlo como otro modo de ser que va más allá de las normas establecidas).

Su análisis de la postmodernidad y la postcolonialidad a través del lugar del subalterno es uno de los mejores aciertos de este ensayo.  El rechazo de la moda literaria gay como pitiyanqui (o vendido al colonialismo) es muy debatible, pero en su lectura de Ramos Otero así lo afirma:

El maricón es la geisha fortuita del racionalismo (que ha enloquecido: la razón socialista vs. la razón yanquista; el conservadurismo vs. la anarquía—lo conservador vs. la neovanguardia--).  El maricón, ideologizando, busca en el placer a su propia muerte.  No siempre, pero en la mayoría de las noches: Manuel Ramos Otero.

Se lee la angustia de Invitación al polvo de Manuel, esa noche de placeres prohibidos que apenas se recuerdan en medio de los estertores del SIDA en su cuerpo, y esa búsqueda filosófica de la muerte.  Pero esta actitud ramosoteriana le sirve a Silén para leer la realidad maricona entre lo racional socialista o americanizado, lo conservador o lo neovanguardista.  La idea de geisha recuerda la manera como Manuel daba a conocer sus poemas antes de publicarlos, en performances en Casa Blanca, en el Viejo San Juan, vestido con sus kimonos recitando poemas de El libro de la muerte.  La locura, el enloquecer, la loca Manuel se enfrenta a ese status quo que le tocó vivir para atacarlo, de la misma manera que Silén lo hace en El maricón o los señores de la noche, cantándolas como las ve, todas esas circunstancias del medio est(ético) y social en el que vivimos en el Puerto Rico de inicios del siglo XXI.

Son muchos los intersticios por donde entrar a la prosa de Yván Silén y leerlo con fruición.  Será un ejercicio difícil, pero no imposible.  Como reza el comentario de contraportada de Elsa L. Rodríguez, maestra en antropología y compañera sentimental de Silén desde los años 80, quien ve el ensayo como la generación de:

…un debate metagramatical sobre nuestra condición colonial.  Al leerlo concluimos que luego de más de un siglo bajo el dominio extranjero, nuestra nación se encuentra sumida en una bancarrota que va más allá de lo económico e incluye la ruina moral y óntica que afecta particularmente a la intelectualidad puertorriqueña.

Entendiendo el mundo postmoderno y nihilista “que se derrumba”, Silén ataca a un grupo que apenas se ha puesto de pie después de la pandemia del VIH SIDA y ha producido un corpus teórico (piénsese en los ensayos de Judith Butler, Paul Julian Smith o Beatriz Preciado) que desarma estas ideas moralistas.  Si “el bugarrón es la esencia misma del Estado-capitalista” y si los maricones, homosexuales, gays nos hemos dado a la tarea de conquistar ese bugarrón como una fijación (piénsese en el José de brocha gorda que acompaña las noches de placer de Manuel Ramos Otero en Invitación al polvo), Silén sólo está pidiendo que se vuelva est(ética)mente al otro lado de esta corrupción. Que querramos hacerlo o no, ése será nuestro reto.  Como el llamado de atención de Luis Negrón en Mundo cruel: “Aló…  ¿Loca?”.

 

Daniel Torres[1]

Ohio University

 


[1] Profesor de español y estudios latinoamericanos en Ohio University (Athens).  Ha publicado ensayo, crítica literaria, novela, crónica, poesía y cuento.