Vivimos en un apartheid colonial [bajo la soberanía española y la americana]

Cultura

(San Juan, 12:00 p.m.) En Mis memorias, Alejandro Tapia y Rivera (1822- 1882) narra una historia que aconteció en época del gobernador Juan de la Pezuela que algo dice de nuestra idiosincrasia. Resulta que desde tiempo inmemorial existían en San Juan las populares carreras de caballo de tarde y noche que en grandes trullas celebraban las fiestas del patrón San Juan Bautista  y de San Pedro Apóstol “que hacía las delicias de padres y abuelos “ Se sabía que eran “brutales” pero siempre habían sido respetadas y se esperaban con entusiasmo.

Sin embargo el gobernador Pezuela trató de “corregir viejas costumbres”, refiriéndose a las mismas como bárbaras, incultas .  Y es interesante lo que aconteció luego que Pezuela prohibiera dichas carreras, porque pone de manifiesto algunos rasgos inherentes al carácter del puertorriqueño. 

Ocurrió que el gobernador Pezuela ,que ocupó el cargo de gobernador de Puerto Rico de 1848 a 1851 tuvo la funesta ocurrencia de imponer por decreto la prohibición de las carreras de caballo (de noche) tachándolas de bárbaras.  Irónico que el gobernador encontrara civilizado esclavizar al hombre con el cruel y despiadado sistema de libretas* que  no impuso, pero sin embargo se perturbaba y rechazara  por considerarlas salvaje, el celebrar las carreras de caballo nocturnas durante las fiestas. Y así desde su autoritarismo y arrogancia  “ las prohibió por ahora y para siempre” . (cualquier semejanza con las peleas de gallos NO es pura coincidencia).

Tapia relata en sus memorias el gran malestar que causó en el pueblo el eliminarlas, para: “sustituir las carreras de caballo nocturnas con cabalgatas al paso y de la tarde.”  Pero la orden llegó con otro requerimiento aún más ofensivo que fue imponer una especie de apartheid tropical. Las carreras de caballo venían siempre acompañadas de bailes por cuatro días, pero en esta ocasión se obligó por decreto, que en la Plaza Principal ( o Plaza de Armas que es la que está ubicada frente al municipio) asistieran los blancos y en la Plaza de Santiago (hoy Plaza Colón) asistieran los negros. Recordemos que la esclavitud no sería abolida hasta el 1873, que el pueblo sanjuanero, aún sufriendo el odioso sistema de la esclavitud, y de habitar en la conservadora y oficialista capital de San Juan se resistió molesto a tan brusca y prejuiciada imposición.

Y abunda Tapia: 

“…hubo de ser notable el disgusto general  por está innovación brusca y desacertada, puesto que nadie absolutamente acudió a las dos plazas, en las cuatro noches de las fiestas de San Juan y  San Pedro y sus vísperas respectivas hasta que se retirara la música, a cuya hora se llenaba la gente la principal como era costumbre.  Por cierto que en la noche de San Pedro, que era la última, se presentaron algunas poquísimas personas del sexo femenino en la sala principal, y cuando Pezuela pretendía que se bailase el rigodón, algunos naranjazos de las vecinas azoteas las ahuyentaron .

Lo que amostazaba más a Pezuela era que todas las clases sociales de la población se hallasen unánimes en sentimiento repulsivo hacía su disposición sobre las fiestas sanjuanera y que el desaire fuera obra de todos. 

Se cuenta que en una de aquellas noches fue a la Plaza de Santiago, y encolerizado al ver la plaza desierta, a excepción de la banda que tocaba para los árboles y asientos que allí había entonces, exclamo furioso, arrojando el sombrero contra el suelo “hasta los negros me desaíran.”  

Pocos años más tarde el gobernador Fernando de Norzagaray restableció las carreras, que el pueblo acogió con entusiasmo doble, al disfrutar de herir el orgullo fatuo de Pezuela ante su fallida y derrotada prohibición “de ahora y para siempre”. 

Este relato revela un momento digno de nuestra historia, oportuno espantar el olvido  y resaltar momentos significativos que forman pueblos. Y reconocer que la actitud gregaria, e inclusiva del puertorriqueño, que se atrevió a desafiar y rechazar la nueva orden, no hubiera tenido en esa época, igual eco en Estados Unidos. Porque no es arbitrario pensar que en los estados del sur hubieran linchado a los negros que  sí se hubieran  negado a obedecer las ordenes reales. Y los blancos del Sur no hubieran objetado ir a bailar gozosos y festejar esas diferencias y prejuicios.

            Pero a la vez dice bien de los boricuas que desde la resistencia pasiva desobedecieron un nuevo decreto claramente ofensivo, racista, que chocaba con los estilos de convivencia de nuestro pueblo.  Y como relatara el propio Tapia, fue el gobernador Pezuela el que sufrió la humillación , el que se sintió frustrado porque nadie del pueblo obedeció su ordenanza. Lo significativo de la narración es que el gobernador se topó con algo digno, con la solidaridad de los puertorriqueños de todas las clases sociales ante la injusticia, ante un intento de segregarnos. . Eso es lo que es relevante de lo narrado.