Salitre
sastre que hilvanas en el aire
láminas de sal que cubren mi cuerpo.
Son los vientos alisios que insisten
en vestirme con escarcha marina.
Polvoreas mi piel y sazonas mi casa,
enmoheces mis penas hasta corroerlas
como la verja que no vuelve a pintarse,
frente al mar de mi orilla.
Oxidas el recuerdo que merece el olvido
enturbias transparencias en todos mis cristales,
humedeces y aromas con tu olor a sargazo.
Hasta que el agua de la regadera
donde la luna se recuerda del río,
me endulza y saborea.