El emperador Trumpetilla no tiene mascarilla

Caribe Hoy

En una República ubicada al Norte del Caribe, habitaba el Emperador Trumpetilla. Él era muy presumido, engreído, egocéntrico, insensible, cínico, manipulador y temerario.  El emperador siempre buscaba ser el centro de atención.  Era recalcitrante para seguir consejos de nadie.  Pero era muy presumido, le gustaba vestir bien, tener una vida de lujos y placeres.

Cuentan que un día llegó de Rusia un mercader y le ofreció hacerle una mascarilla con una tela especial que le daría super poderes.  Tutin, nuestro presidente, tiene una. Que de especial tiene la tela con la que se hace esa mascarilla, preguntó curioso el Emperador.  Bueno, contestó el mercader, es especial porque lo vuelve invisible ante los ojos de los necios y de quienes no merecen su cargo.  Le permite ser inmune a los “fake news”, a la crítica y le deja salirse siempre con la suya. Pero sobre todo … lo protege contra el Covid-19.

Cuánto cuesta esa mascarilla mágica, preguntó el Emperador. Miles de vidas “digo” miles de dólares, contestó el mercader. El Emperador entusiasmado le dijo al mercader que eso era un costo razonable que su pueblo podría pagar. El mercader advirtió al Emperador, que si le preguntaban cuál era el secreto para protegerse contra el coronavirus dijera que tomaran té de lejía.  “Meta mano y hágame una mascarilla con esa tela especial”, ordenó el Emperador al mercader.  De inmediato Emperador, contestó el mercader.      

El mercader se fue a su taller a confeccionar la mascarilla mágica del Emperador. Pasaron varios días y el Emperador, que no tenía paciencia, estaba muy ansioso por usar su mascarilla mágica y emular a su homólogo Tutin.  Pero para no parecer desesperado, envió a su asesor médico a evaluar el proceso.  Cuando llegó al taller, el doctor Fuchi abrió los ojos de espanto al escuchar al mercader ruso reportándose con Tutin. Fuchi se dio cuenta de que no había mascarilla y que el mercader era en realidad un espía ruso. 

A Fuchi le dio tanto miedo que intentó persuadir al Emperador a que usara mascarillas N-95 hechas por China, y que hiciera mandatorio en el país su uso. El emperador se negó rotundamente, porque decía que el Covid-19 fue contagiado por los chinos.  Dijo que solo usaría la mascarilla mágica y le advirtió que, si seguía con la campaña de miedo, lo iba a despedir. Ante esto, Fuchi permaneció callado y fingió ver la tela de la mascarilla.

Al próximo día, el mercader ruso, con gran fanfarria entregó al Emperador su mascarilla.  Con gran solemnidad le dijo, “Oh gran Emperador Trumpetilla, ándese listo porque esta mascarilla nadie la puede ver”, esa es parte de su mágia. En el palacio nadie se atrevía decirle a Trumpetilla que no tenía puesta ninguna mascarilla. Y como el Emperador no la usaba, ninguno de sus súbditos lo hacía para evitar incomodarlo.

 

Mientras tanto en la República el contagio del coronavirus cobraba la vida de miles de personas.  El Emperador Trumpetilla, que se creía omnipotente con su mascarilla mágica, salió a hacer campaña política. Él se mofaba abiertamente de todos los que usaban mascarillas N-95, incluyendo contrincantes políticos.  Se jactaba que la suya tenía poderes mágicos que lo protegían, sin tomarse la lejía.

 

Entonces, uno de esos días de campaña, visitó un centro de inmigrantes ubicado en una iglesia del área.  Allí se topó con un niñito hispano que salía del confesionario y cuando el niño lo vio le gritó, “Emperador manténgase alejado que usted no tiene mascarilla y tiene la cara color de termómetro por explotar”.  Todos los niños del centro pavoridos comenzaron a gritar. Fue en ese momento, que el Emperador Trumpetilla realizó que estaba contagiado con el Covid-19.  Pero siendo como era, siguió su paseo como si nada, y se fue cantando la lírica del Conejo Malo “Tamos bien (wuh), yeh, Sobran los billetes de cien, yeah, No hay nada mal, estamos bien, 'tá to' bien, hey…”

 

Y colorín colorado, esta historia aún no se ha acabado.  Cualquier parecido con el cuento de Hans Christian Andersen o con la realidad es pura coincidencia y producto de una imaginación activa.