3/11/2020: entre machos cabríos y patriarcales [me quedo con Dalmau y Charlie]

Política

(San Juan, 1:00 p.m.) Faltan 27 días para las elecciones generales, digo, siempre y cuando la incompetencia no descarrile los planes establecidos desde que los estadounidenses diseñaron el proceso electoral nacional en semejanza del suyo. Según nos acercamos al evento, las elecciones parecen más un certamen de belleza que una contienda política. Eso sí, es un concurso dominado por machos que reflejan los estereotipos nacionales.

En este gran evento de quién me gusta más sobresalen dos candidatos, el senador Juan Dalmau Ramírez y el alcalde de Isabela, Carlos “Charlie” Delgado Altieri.

Dalmau Ramírez (Partido Independentista Puertorriqueño, PIP) ha descollado por su lenguaje corporal sensual y varonil que despierta pasiones entre las electoras y admiración entre los electores. Ese movimiento peculiar de sus ojos de conquistador, su cuerpo musculoso, el don de gente y su actitud caballeresca lo hubiesen convertido en el seguro ganador de la contienda, pero el temor impuesto por cinco siglos de coloniaje y el desconocimiento sobre la relación del país con la metrópoli lo alejan de apropiarse del Palacio de Santa Catalina.

Por su parte, Delgado Altieri (Partido Popular Democrático, PPD) es el epítome de la masculinidad. Es el sueño de toda mujer y el ideal fantasioso de muchos varones. Denota en su lenguaje corporal un dominio absoluto sobre sí mismo. Le gusta ser hombre y se pavonea por haber sido un buen esposo y ser un excelente padre.

Para completar canta bien, suena romántico y alegadamente en un descuido, se le vieron sus pantaloncillos piratas (bóxer) convirtiéndolo en una bomba sexual. El discurso de transformación de su campaña, su figura en contraste con las bellezas naturales del país y su euforia por las cosas patrias el suman un aire de jovialidad que captura electores de todos los sectores.

En el colectivo nacional, donde la sexualidad es tan importante por más que queramos negarla, Delgado representa el macho alfa que despierta los sueños eróticos de muchas y estimula a los “beta” a seguirlo. A esto se le debe sumar que los ataques negativos en su contra son insignificantes cuando se les compara con los del partido gobernante. Ni siquiera las acometidas por su desconocimiento sobre la perspectiva de género ha lacerado su imagen, es más, sólo lo ha consolidado en los sectores conservadores y despertado el deseo protector maternal de muchas féminas. Es visto como un caballero, noble en sus actos, pero con una espada oculta que puede desenvainar en cualquier momento para cercenarte el pescuezo cuando el bienestar de los suyos se ve afectado.

La hidalguía de Delgado, su apoyo a los valores ético-morales y el mensaje de una segunda transformación inspira a los populares y atrae a electores que tradicionalmente han apoyado a la derecha. El mensaje de soberanía como sinónimo de independencia parece caer en oídos sordos, especialmente entre los que conocen de política conscientes de que gane quien gane, Puerto Rico continuará siendo una colonia y que para ser estado se debe ser soberanista porque ellos gozan de ese privilegio político.

Pedro Pierluisi Urrutia (Partido Nuevo Progresista, PNP), por el contrario, es percibido como el débil en la contienda. No despierta pasiones. Es considerado como un pelele fácil de manipular por sus allegados, carente de empuje y doblegado ante los grandes intereses económicos imperiales. Pierluisi intentó competir con los machos de la contienda, pero fue ridiculizado por supuestamente usar botox para mejorar su apariencia y su falta de fibra muscular. El divorcio de su esposa y una rumorada relación con una mujer más joven tampoco lo ayuda, más cuando sus principales contendientes descollan por sus relaciones sólidas y su fidelidad (Dalmau es casado y Delgado es viudo desde hace tres años y cada vez que habla de su esposa se le forma un taco en la garganta). 

Para completar Pierluisi es flemático, tiene un temperamento apático y se comporta o actúa con tranquilidad excesiva, refleja la violencia reprimida en el rostro, pero es incapaz de transmitir agresividad en su mensaje, ingrediente importante para motivar al elector a luchar por su causa. Descansa en la estadidad, en el miedo a la independencia, en el discurso tradicional de más recursos económicos federales, su experiencia como comisionado residente y su servilismo a la Junta de Supervisión Fiscal para atraer a los electores estadistas. Empero, no enfrenta la realidad de que el PNP es una institución corrupta y decadente que durante este cuatrienio laceró la relación colonia-metrópoli. A esto se le debe sumar el hecho de que los recursos federales disponibles son menos y mayores los requisitos para obtenerlos, el mensaje de no a la estadidad por parte de los republicanos es contundente y el poder de la Junta de Supervisión Fiscal sobre el gobierno isleño ha sido validado por el Tribunal Supremo federal. No instar a la autosuficiencia, elemento esencial para lograr el ideal anexionista, lo convierte en un profeta en el desierto seguido por los que van a inmolarse.

Los anuncios de la campaña de Pierluisi lo presentan como un hombre en la última etapa productiva de su vida, un discurso que cae como un balde de agua fría en una sociedad que idolatra la juventud y ama la belleza. Los que buscan capitalizar en el ciudadano común y en las bellezas naturales se derrumban ante su tono de voz pausado y desmotivador.

Eliezer Molina Pérez (Movimiento de Conciencia) es el hombre bueno que ha demostrado ser poseedor de una gran sabiduría y de un profundo amor por la patria. Se muestra muy seguro de sí mismo. Pavonea su masculinidad y su entereza. Destaca su trabajo como agricultor y empresario. Sin embargo, el mensaje enfático sobre la agricultura no es bien recibido en un país industrializado y tecnológico que se desapegó de la tierra hace tres generaciones. Por otro lado, enfatiza demasiado en la persecución personal impuesta por el partido gobernante y esto trabaja en su contra. En un país machista, el lamento cae en oídos sordos. A pesar de la verdad de su discurso, su vasto conocimiento sobre la economía y sus ideas geniales, es visto como un candidato sin oportunidades.  

El Dr. César Vázquez Muñiz (Proyecto Dignidad) es lo que llamaría mi abuelo un huevo sin sal. Un hombre maduro con profundos valores ético-morales, excelente profesional, pero carece de ese atractivo físico que apasiona al electorado. Se proyecta como un abuelo que piensa demasiado y tiene la vara preparada para azotarte cuando te portes mal. El fundamentalismo religioso de su grupo atemoriza a los sectores liberales y enajena a una juventud imbuida por una sociedad hedonista.

Por último, nos queda Alexandra Lúgaro Aponte (Movimiento Victoria Ciudadana, MVC). Lúgaro rompió esquemas en su intentona por obtener la gobernación en el 2016, pero desde entonces su imagen ha ido sufriendo un profundo deterioro. Es percibida como una mujer fuerte, castrante y elitista con aparentes ideas revolucionarias. Los problemas con su expareja (Edwin Domínguez Torres) y la aparente sumisión de la actual (Manuel Natal Albelo) no la ayudan con el elector masculino ni con el femenino, que diga lo que diga, se siente atraído por el ideal macho de las películas de Hollywood. Las propuestas innovadoras como legalizar la marihuana y la prostitución caen chocante en una sociedad conservadora que aparenta ser liberal, pero que en lo profundo sigue apegado a los valores cristianos de sus ancestros. Tampoco la ayudan sus comentarios que dejan entrever un racismo xenofóbico subyacente en una sociedad mestiza con infinidad de electores extranjeros.

Podemos decir, que estas elecciones están dominadas por los varones. El proceso es un despliegue de sexualidad masculina como ha sido la tradición desde la década de los 70 del siglo pasado desde aquello de “gallito que no se juye” con Rafael Hernández Colón. El ganador será el más atractivo a las feromonas, no necesariamente el más ducho en asuntos de política.