Reflexiones un domingo de enclaustramiento

Caribe Hoy

Tengo curiosidad por saber por qué a la gobernadora le ha dado por designar el domingo, y no cualquier otro día de la semana, como día de claustro.  Pienso eso tiene que ver con la influencia de la religión católica, así como de otras muchas religiones cristianas, donde el domingo es el día de recogimiento y alabanzas. Es una forma impuesta por el gobierno para que los domingos sean unos de pura intimidad familiar.

En esta pandemia, estimo que cualquier día de la semana da igual.  Las restricciones de movilidad y el cambio dramático en la interacción social y económica ha sido de trescientos sesenta grados.  Llevamos ya seis meses desde que nuestras forma de vivir cambió de forma radical.  No hay certeza de cuándo se podrá volver a retomar con “algo” de normalidad nuestras vidas diarias.

La incertidumbre se ha venido a acomodar en nuestras camas como si fuera un nuevo compañero.  Se han perdido muchas vidas.  Ha cambiado la economía. Han cerrado muchos negocios. El desempleo va en incremento.  Estamos acostumbrados a una cultura extremadamente consumista, de gratificación rápida, de intolerancia, del “multi-tasking” donde se esperan resultados inmediatos o se es ineficiente.  La tecnología ya se había apoderado del globo terráqueo, aunque siempre con resistencia de algunos.  Sin embargo, el Covid-19 nos ha obligado a que el internet y la comunicación virtual desde múltiples plataformas se haya convertido, de un día a otro, en la forma de comunicación global.

Esta situación, vuelve a dejar al descubierto la vulnerabilidad y la diferencia entre clases sociales y su poder adquisitivo.  No todas las personas tienen igual capacidad económica para tener una computadora, acceso al internet, una impresora u otros equipos tecnológicos que ahora se han convertido en indispensable. Esto no es una situación exclusiva de Puerto Rico. También sucede alrededor del mundo.  El problema es que estas inequidades económicas y de falta de acceso a la tecnología, incrementan las brechas entre la riqueza y la pobreza.

En particular, en Puerto Rico, uno de los grupos más afectados son los estudiantes de primaria y secundaria. Es extremadamente difícil, que de un día para otro, se pretenda que los maestros estén capacitados para impartir clases virtuales de calidad, que los estudiantes puedan seguir sus estudios desde sus casas, que los padres o abuelos se conviertan en tutores de facto.

Las clases virtuales requieren no solo preparación, sino que también equipo electrónico y acceso al internet.  Pretender impartir enseñanza, de un día a otro, a través del internet; o a falta de éste a través de la ejecución de módulos académicos, es simplemente una forma fácil y un tanto irresponsable del estado de justificar que se está descargando la obligación de educar a la niñez y a la juventud. Este año 2020 nuestros estudiantes de primaria y secundaria, en particular, van a tener unas deficiencias y rezagos académicos que arrastrarán e impactará su ejecución futura.

El Covid-19 nos tomó por sorpresa.  Se han tenido que hacer y se tendrán que continuar haciéndo modificaciones según se va caminando. Estimo que aun cuando finalmente se controle esta pandemia, la educación y la comunicación virtual llegó para quedarse.  Las soluciones no parecen fáciles, pero tampoco debe ser difíciles.  Se requiere creatividad, voluntad, compromiso y decisión.

Entonces, en vez de querer parchar soluciones rápidas e improvisadas por cuestiones político partidistas, es importante pausar y tomar tiempo para hacer foros de diálogos virtuales con las comunidades, donde se discutan temas de índole económico,  escolar de salud.  En estas discusiones deben poder participar maestros, padres, estudiantes, obreros, comerciantes, alcaldes, y otros; y donde se pueda discutir y proponer alternativas y soluciones que nos ayuden a mirar al país de una forma más saludable y responsable fuera de líneas político partidistas. Todos debemos ser escuchados y ser parte de la solución.  De eso se trata la democracia.