El 2020 resulta ser un año único en la historia de la humanidad. Un año en que el coronavirus se transformó en una pandemia, siendo una enfermedad con diversas repercusiones a nivel mundial. Ciertamente nos cambió la vida, mostrando nuestras fragilidades y vulnerabilidades. Para quienes habitamos este mundo no lo olvidaremos. Sobre todo, por las transformaciones que ha conllevado en nuestra cotidianidad y las vivencias experimentadas. Además, el COVID-19 ha dejado una huella profunda por ser una situación de emergencia en un estado continuo que existe de manera indefinida.
Pero al acercarse este fin de año resulta interesante (re)mirar más allá de esta crisis salubrista que pasó en nuestras vidas. Les convocó a reflexionar en estos doce meses bajo la pregunta qué enseñanzas obtuve al vivir estos meses, que metas pude lograr, cuales están en proceso, así como también pensar en aquellos aspectos que quedaron inconclusos. Cada una de estas enseñanzas pueden rescatar eventos, situaciones o circunstancias que fueron gratificantes, desde niveles simples hasta complejos. Por ejemplo: recibir correo inesperado de una vieja amistad, así como haber terminado un bachillerato.
Con ello en mente, apague una vela como una forma simbólica de cerrar el año con gratitud por tener salud y el mayor de los regalos: la vida. Piense a través de ese acto en las pérdidas físicas, como en los seres queridos que le rodean. Hágales saber el significado que tienen para usted. La pandemia nos ha fortalecido puesto que hemos aprendido a lidiar con ella. Asimismo, nuestros mundos han continuado con ilusiones, retos, bondades, y esperanzas. La vida nos da lecciones que no se pueden borrar, emergiendo experiencias nuevas que muchas de ellas nos nutren de alegría. En este año terminamos con esperanza al tener la vacuna en nuestro país, lo cual nos hace pensar que pronto volveremos a la llamada normalidad. Por ello, este año 2021 evoca felicidad.