Una aventura llamada Flora

Caribe Hoy

Las pasadas dos semanas estuve en una misión.  En el 2019, cuando el mundo todavía daba vueltas y uno podía viajar sin preocupaciones sobre contagios con viruses mortales, visité Turquía.  Allí por primera vez vi estos perros robustos e impresionantes, parecido a los mastines, los kangal, a veces confundidos con los pastores de Anatolia. Su función principal es el pastoreo y la protección del ganado.  Aunque también son usados como perros protectores de familias. Son color crema o arena con una máscara negra en la cara.

En Turquía es interesantísima la cultura hacia los animales, que aquí en Puerto Rico denominamos como realengos.  Tanto perros y gatos callejeros conviven de forma amistosa con la población, quienes los alimenta, cuida y les da cariño.  Así vi muchos perros callejeros con sus orejas marcadas con dispositivos electrónicos para distinguir que estaban vacunados y castrados; y vi empleados de restaurantes salir a poner comida frente a su local para alimentar gatos callejeros.  Se estima que en Estambul hay alrededor de 100,000 perros y 125,000 gatos que viven en las calles, y son alimentados por los vecinos del área.

Sole, mi bóxer, quien era mi perra de apoyo emocional, estaba envejeciendo y decidí buscar una kangal para reemplazarla.  Así en octubre pasado identifiqué unos cachorros recién nacidos en Carolina del Sur e hice planes para recoger una perrita en diciembre.  Para mi fue un tanto triste la noticia de que este plan coincidió con el diagnóstico de cáncer de huesos de Sole. Ella partió en su sueño antes de mi viaje, así la encontré al lado del sofá donde le encantaba dormir.

El viaje para buscar a Flora ya estaba planeado, o debo decir tentativamente planeado porque con esto del Covid-19, no hay mucha certeza en nada. Como era un viaje relativamente estructurado y controlado, le pregunté a mi madre de 83 años, si quería acompañarme. Podrán pensar que eso era asumir un riesgo innecesario, pero lo hablamos y la alternativa de cancelar siempre estuvo presente hasta el último momento.  Verán, mi madre es una mujer muy activa y una viajera aficionada, que por causa del Covid tuvo, como todos, que encerrarse.  El encierro ha sido durísimo para todos, pero especialmente para nuestros adultos mayores, quienes han tenido que dejar de ver a sus seres queridos por el temor a no contagiarse.  Sin embargo, aquí entra la pregunta de si la vida misma no se trata de asumir ciertos riesgos.  El Covid nos ha hecho cuestionarnos sobre cómo vivir la vida con sentido, este tema es materia para otros escritos.

Antes de partir, mi madre y yo, nos hicimos la prueba molecular del Covid y dimos negativo. Viajamos en Jetblue porque, ya que, dentro de las circunstancias, esa línea aérea alega haber instalado nuevos sistemas de filtración de aire en los aviones y también dejan un asiento entre medio libre.  La ruta fue San Juan, Boston, Carolina del Norte.  El avión, que salió a las 2 de la madrugada iba prácticamente vacío, de lo cual nos alegramos. En Boston había nevado y el aeropuerto estaba friísimo. Finalmente arribamos a Charlotte.  Allí mi comadre nos recogió. Viajamos dos horas hasta llegar a Notch Trail Carolina del Sur, donde recogimos a Flora, mi nueva perra de apoyo emocional.  De allí bajamos y pernoctamos en Columbia.  Al día siguiente viajamos a Charleston y pernoctamos en Savannah Georgia, donde mi comadre siguió para Atlanta.  Mi madre y yo continuamos nuestro viaje de cuatro horas, hasta casa de mi hijo en Orlando, Florida. Antes de nuestra llegada mi hijo y su novia, se habían hecho las pruebas del Covid.  También mi hermano menor, su esposa y sus dos hijos, quienes subieron de Fort Lauderdale para ver a Mami.  Todos negativos. Mi madre estaba contentísima de poder compartir con mi hermano y mis sobrinos a quienes hace meses no veía.

Flora, una cachorra de 10 semanas y 25 libras, se aclimató bastante bien en casa de mi hijo, quien tiene 2 perros, un Golden Retriever y una Weimaraner; y 5 gatos. Una vez mi hermano se fue, mi madre y yo viajamos a St. Petersburg, donde nos reunimos con una de sus mejores amigas.  De hecho, cuando explotó la pandemia e hicieron el primer cierre aquí en Puerto Rico, ella estaba pasando unos días en casa de esa amiga.  Pernoctamos, para no tener que conducir de noche de regreso a casa de mi hijo.  Partimos temprano en la mañana siguiente. Pasamos Navidad en familia, Mami mi hijo y yo; y su novia, sus padres, la esposa del papá y su hermanita menor, en casa de mi hijo y su novia.

Nuestro viaje de regreso a la isla era temprano el domingo 27 de diciembre.  Así que el viernes 25, mi madre y yo nos fuimos al estadio de Orange County donde, diariamente, hacen sobre dos mil pruebas de Covid, gratis, en servi-carro, para la población.  Estuvimos en la fila dentro del carro dos horas y media, en lo que finalmente llegamos a la estación de pruebas.  A los 20 minutos tuvimos los resultados, negativo nuevamente.  Estábamos listas para nuestro viaje de regreso.  Sin embargo, el domingo al llegar al aeropuerto me informaron que me faltaban unos documentos específicos que Jetblue requería que firmara el veterinario y otro yo. Pensaba que tenía todos los papeles en orden, pero no, eso se me pasó y me puso de no muy buen humor.  Tuvimos que cambiar el pasaje para el martes a la misma hora.  El lunes Flora estaba en el veterinario nuevamente. La volvieron a chequear y me completaron el documento que faltaba. De hecho, las reglas para los animales de apoyo emocional cambian este próximo 11 de enero de 2021.  Ya no podrán viajar en los aviones, a menos que sean perros de servicio, que es una categoría diferente a la de apoyo emocional.

El martes, finalmente volamos de regreso.  Flora durmió todo el vuelo.  Mi madre y yo, completamos el Sara Alert en el aeropuerto de San Juan y entregamos nuestros resultados negativos. Flora y yo llegamos a casa y empezamos su adaptación con el resto de la pandilla. En eso estamos, entrenando una nueva cachorrita para que se incorpore a la familia.  Por su parte, para mi madre este viaje fue un riesgo, pero también una oportunidad y un regalo de vida.  Tomamos todas las medidas, y al final, gracias a Dios, todo salió bien.  Ella feliz de haber podido viajar y empezar con nuevos bríos el 2021.