La invasión a Granada en el 1983: una lección para la historia

Historia

El 25 de octubre se cumplieron 38 años de la invasión estadounidense a la isla caribeña de Granada. La misma se produce dentro del marco del conflicto interno desarrollado en el seno del Movimiento Nueva Joya, organización política que dirigía el país a esa fecha. Este conflicto político tuvo como consecuencia la muerte de los dirigentes Maurice Bishop, Primer Ministro; Unison Whiteman, Ministro de Relaciones Exteriores; Jaqueline Creft, Ministra de Educación; Vincent Noel, Vicepresidente primero de la Central Sindical de Granada; Norris Bain, Ministro de Vivienda; y Fiztroy Bain, Secretario General del Sindicato de Obreros Agrícolas, a manos de los seguidores del Viceprimer Ministro, Bernard Coard. Divergencias ideológicas llevaron a este desenlace entre los principales dirigentes de la revolución pacífica en Granada.

 

           Gregory Sanders y Richard Vigilante, en el Prefacio a su libro titulado Granada: la historia secreta, describe los sucesos que llevan al fusilamiento de los dirigentes granadinos del Movimiento Nueva Joya de la siguiente manera:

 

“La Revolución de Granada se destruyó a sí misma. Éste es un hecho fuera de duda. La ejecución sumaria del Primer Ministro Maurice Bishop y sus más cercanos colaboradores, acaecida el 19 de octubre de 1983, así como la masacre en que murieron indiscriminadamente docenas de ciudadanos granadinos que se habían congregado para escucharlo, no fueron acciones de la CIA, tampoco bandas mercenarias ni de ‘contras’ nacionales, acerca de los cuales el New Jewel Movement (NJM) había estado advirtiendo a la nación durante cuatro años y medio, sino responsabilidad de los propios camaradas de Bishop en la dirección del NJM.

 

 

Las razones de esta autodestrucción son complejas. Existía un claro conflicto de personalidades entre las dos figuras principales del Movimiento: el carismático Bishop y el menos popular, pero más eficiente y enérgico, Viceprimer Ministro Bernard Coard…Algunos observadores creen que Bishop y su fracción dentro del partido eran esencialmente socialdemócratas, censurados y manipulados hasta la eliminación por un grupo de convencidos marxistas dirigidos por Coard.”

 

           Los autores de este libro plantean en dicho Prefacio que sus opiniones no son “las del Departamento de Estado ni de cualquier otro organismo del Gobierno de los Estados Unidos de América.” Insisten en que las conclusiones son de su exclusiva responsabilidad. Así las cosas, concluyen lo siguiente:

 

“Pero el fracaso del NJM tiene implicaciones que van más allá de Granada e incluso del ámbito caribeño. A despecho de las peculiares circunstancias y las debilidades humanas que configuraban la situación granadina, es innegable—y sumamente significativo—que el New Jewel Movement estaba dirigido por revolucionarios  fervientes, inteligentes y, en su mayoría, bien intencionados, que buscaron  y consiguieron la ayuda de regímenes afines de todo el mundo, para aplicar los principios del ‘socialismo científico’. A la luz de lo que revela la experiencia de Granada, ahora corresponde a esos regímenes demostrar que ellos mismos no han fallado del mismo modo lamentable, modo de alcanzar los nobles objetivos propuestos por su ideología, con independencia de que hayan triunfado en su estrategia para hacerse del poder.”

 

           Por su parte, en el libro titulado Granada: el mundo contra el crimen, publicado por la Editorial de Ciencias Sociales de La Habana en 1983, se indica que antes de la invasión, aunque consumado ya los asesinatos, el 20 de octubre, el Partido Comunista de Cuba había emitido un comunicado oficial donde indicaba que, desde su embajada en Granada, se informaba el miércoles 12 de octubre que “se habían producido profundas diferencias en el Comité Central de Partido en Granada.” Señalaba la Declaración que adversarios a Bishop “habían logrado una mayoría en el seno del Comité Central del Partido, así como en aparato político del Ejército y la Seguridad, y que Bishop había sido destituido de su cargo en el Partido y sometido a arresto domiciliario. Advertía el comunicado cubano que desgraciadamente “las divisiones entre los revolucionarios granadinos concluyeron en este drama sangriento”.

 

           Aprovechando la situación creada tras los asesinatos y la división al interior del Movimiento Nueva Joya, el presidente de los Estados Unidos, Donald Reagan, ordenó la invasión de la isla de Granada en una operación cuyo nombre clave fue Operation Urgent Fury. Sin embargo, no había nada improvisado en la orden emitida por Reagan. Previamente, dos años atrás, tal invasión había sido ensayada en la isla-municipio de Vieques bajo los nombre de Ambar y Ambarinas.

 

           Los hechos son que para agosto de 1981, dentro del marco de un ejercicio titulado Ocean Venture-81, Estados Unidos ensayó lo que fue eventualmente en 1983 su plan de invasión a Granada. En la invasión real de Granada participó un grupo de combate de la Segunda Flota, conocida como Flota del Atlántico, encabezado por el portaviones USS Independence (CVN 62), con una dotación de 70 aviones de combate; el portahelicópteros USS Guam (LPH-9) con cinco navíos de escolta; y una unidad naval anfibia compuesta por cinco buques adicionales. Con la participación de otros medios navales, en total 22 buques de la armada participaron de la invasión.

 

Participaron, además, 1,800 soldados de la Infantería de Marina. Otros 750 efectivos de la 82va. División Aerotransportada fueron lanzados en paracaídas hacia la zona donde trabajadores civiles cubanos construían la pista de un nuevo aeropuerto. Participaron también efectivos del 75 Regimiento de “Rangers”; los Equipos SEAL 5 y 6; efectivos de la fuerza Delta y del 160 Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales

 

En la operación participaron también 300 soldados de otras islas caribeñas, utilizados como “pantalla” por los Estados Unidos—tal como ocurrió cuando invadieron a la República Dominicana el 28 de abril 1965—para justificar una “intervención internacional” que encubriera su agresión a Granada. Estos incluyeron efectivos de Jamaica, Barbados y miembros de la Organización de Estados del Caribe Oriental.

 

           Desde hacía ya un tiempo, en Granada se encontraban trabajando en la construcción de la pista de un aeropuerto varios cientos de colaboradores civiles cubanos. En repetidas ocasiones el gobierno de Donald Reagan se había expresado contra el proyecto de construcción del cual participaban los cubanos alegando que sería ofrecerle un nuevo campo aéreo a la Unión Soviética en la región, lo que ponía en riesgo los intereses de los Estados Unidos en el Caribe.

 

           Igualmente, Cuba había enviado a Granada otros trabajadores internacionalistas para contribuir con el gobierno revolucionario en los campos de la salud y educación.

 

           Ante la inminencia de una invasión y ante la imposibilidad inmediata de Cuba organizar la evacuación de su personal destacado en la isla de Granada, Fidel Castro, en su condición de Comandante en Jefe de Cuba, emitió instrucciones al personal cubano en Granada. A los asesores del Ejército y del Ministerio del Interior les ordenó permanecer en sus puestos hasta nuevas órdenes y tratar de influenciar en lo posible en “la conducta del Ejército y los órganos de seguridad con el pueblo”. También afirmó la deseabilidad de que el Gobierno de Granada llevara a cabo gestiones que disuadieran al Gobierno de los Estados Unidos de llevar a cabo la invasión al país, “ofreciendo y reiterando públicamente garantías de seguridad y facilidades totales para la evacuación de personal de los Estados Unidos, Inglaterra, etcétera.” No obstante lo anterior, Fidel indicó por escrito al personal cubano, que “si la invasión de produce de todas formas, es deber de ellos morir combatiendo por difíciles y desventajosas que sean las circunstancias.”

 

Seguidamente en la misma comunicación, Fidel instruyó al personal de construcción que trabajaba en la pista del aeropuerto, a que continuaran con sus labores, indicando de paso al personal cubano que deberá adoptar “medidas defensivas y fortificará en lo posible el lugar para estar prevenidos frente a una agresión exterior sorpresiva.”

 

           La campaña internacional en denuncia a la invasión estadounidense de Granada recorrió el mundo en unas horas. Las condenas a Estados Unidos no se hicieron esperar. Incluso en las Naciones Unidas se produjo una Resolución de condena a la invasión. En la isla de Granada, enfrentados ya a la realidad de una invasión, en cumplimiento a las órdenes emitidas por Fidel Castro desde Cuba, los trabajadores civiles cubanos defendieron como pudieron sus lugares de trabajo y su embajada.

 

Tomada la pista por el personal militar de los Estados Unidos,  luego de una encarnizada resistencia por parte de los obreros de la construcción cubanos dotados tan sólo de armamento liviano, resistencia que llevó a los militares estadounidenses a solicitar al menos dos batallones adicionales de refuerzo, cientos de ellos que no fueron muertos, heridos o capturados en el lugar, se desplazaron hacia otras áreas en el interior de la isla manteniendo por varios días, la resistencia a la invasión estadounidense.

 

           Veinticuatro mártires cubanos ofrendaron sus vidas defendiendo el honor de Cuba. Cincuenta y siete cubanos fueron heridos en los combates. Setecientos sesenta trabajadores cubanos en total fueron eventualmente repatriados a Cuba, incluyendo enfermos y heridos en combate. El número de bajas estadounidenses en la invasión fue de 18 muertos y 116 heridos. Cuarenta y cinco granadinos fallecieron, entre ellos 21 civiles víctimas de un bombardeo de la aviación estadounidense contra un hospital de enfermos mentales.

 

           El tema de la repatriación del personal cubano capturado en combate en Granada y prisionero en campos de concentración y el tema de los heridos, algunos de los cuales fueron llevados a Hospital de Veteranos en Puerto Rico, tomaría un tiempo. La devolución a Cuba del buque cubano Vietnam Heroico, así como la repatriación de cadáveres de los combatientes cubanos y 13 granadinos caídos en combate no se produjo sino hasta el 13 de noviembre.

 

           La experiencia de Granada y cómo las divisiones dentro del seno del movimiento revolucionario pueden llevar a desenlaces tan nefastos para la lucha, como los ocurridos en el proceso revolucionario granadino, constituyen lecciones que hoy día, aún cuando los debates y diferencias en el movimiento revolucionario se produzcan bajo premisas menos ortodoxas, no deben ser olvidadas. En momentos en que en América Latina, la unidad de las fuerzas revolucionarias siguen teniendo el potencial de avanzar, produciendo en nuestros países profundas transformaciones sociales, es totalmente pertinente volver la vista hacia los sucesos acaecidos hace 38 años en Granada.

 

           De los errores debemos aprender, sobre todo superándolos. Esa y no otra debe ser la lección principal que debemos obtener de lo ocurrido en Granada bajo el gobierno del Movimiento Nueva Joya.