[mi carro está] Estartalao, he ahí el problema

Política

(San Juan, 9:00 a.m.) El gobernador Pierluisi anunció en una actividad de comerciantes que consideraría la reducción de los impuestos a los automóviles de lujo porque hay mucho vehículo destartalado en la calle y eso crea una mala imagen para el visitante.  De dónde vengo en las montañas de Cayey, en mi niñez decíamos “estartalao” en lugar de destartalado, y quizás es lo correcto porque suena a estar talado, que es más preciso a la realidad. Se colige de las palabras del gobernador que el pueblo tiene derecho a acceder a vehículos nuevos, pero más que nuevos, aquellos de alto costo adquisitivo.  Si eso no es socialismo, diría mi abuela, que venga Dios y lo vea. Me imagino a los comerciantes que allí lo escuchaban, especialmente los dedicados a la distribución y venta de automóviles, luego de salivar para lubricar el cigüeñal de su codicia, dieron gracias de que no se va a tocar para nada el ya crónico abandono de la transportación colectiva.

Por suerte, habrán pensado, seguirán vendiendo automóviles pues sigue siendo una “necesidad”, como ya el pueblo los cataloga. Ha sido, por cierto, muy efectiva la tarea de hacerle creer a la gente que la necesidad es poseer un carro, como le decimos a lo puertorriqueño, y no desarrollar de manera sostenible los medios de transportación colectiva, como el tren, las guaguas, los botes.

El asunto es trágico, aunque la gente lo tome a broma y nos entretengamos con decenas de geniales memes y chistes. Alabado sea el buen humor que nos ayuda a sobrevivir. Pero recordemos por lo menos dos cosas: una, el problema de la transportación masiva, como ya mencionado; la otra el endeudamiento personal y colectivo al que por lo regular obliga la adquisición de un automóvil.

La transportación pública, masiva o colectiva en Puerto Rico es muy limitada y deficiente. En lo ferroviario lo único que tenemos es el Tren Urbano en el área metropolitana, con una ruta demasiado constreñida. Este tren, por desgracia, se ha convertido en un símbolo de la corrupción y la mala administración pública. Su costo fue ridículamente alto, y no genera ingresos para mantenerse. El público lo usa poco, tanto por su limitado trayecto, como por lo que representa. Sin embargo, en principio, es una buena idea. Las veces que lo he usado debo decir que es bastante eficiente pues los trenes llegan a la hora prevista. Pero se quedó corto y más que tratar de ampliarlo como se debe, lo utilizan como excusa para justificar que aquí la transportación pública no funcionará. Sólo el fenecido alcalde de Caguas Miranda Marín se atrevió a abogar por su extensión hasta el pueblo de Caguas. Es cuestión de sentido común entender la necesidad cuando vemos los tapones en el expreso de Caguas a San Juan, ida y vuelta. De hecho, desde el principio de su desarrollo existen planes de expansión, pero para Pierluisi la solución es fomentar que se cambien los automóviles destartalados que transitan en el tapón por otros nuevos y caros. Así, supongo, todos gozarán del “derecho” de perder las horas del día con mejor aire acondicionado, equipo de música, y hasta wifi. 

Además del tren, entonces nos quedan las guaguas (autobuses). Sólo en parte del área metropolitana se ofrece este servicio a cargo de la Autoridad Metropolitana de Autobuses, la cual, igual que el tren, tiene rutas y horarios restringidos. Éste no es tan eficiente en los itinerarios, por lo menos en las paradas, pues como es natural, depende de las condiciones del tránsito a la que se enfrente, y no sólo se refiere a tapones, sino a semáforos dañados y carreteras rotas. Fuera del área limitada que sirve en el área metropolitana, no existe en la isla un servicio similar. El resto de la transportación colectiva terrestre está a cargo del empresario privado y muchas veces es prácticamente un sistema artesanal. Aquí están los taxis, los “carros públicos” como la Línea Sultana, las pisicorres (autobuses pequeños) y Uber (también confinado en el área metropolitana). Todos estos servicios son muy limitados tanto en las rutas que cubren, como en los horarios disponibles. Moverse de pueblo en pueblo en transporte colectivo es un reto, y si se adentran en las montañas, incluso de barrio al pueblo, es toda una aventura, si es que acaso tiene la suerte que pase cerca alguna guagua. La transportación marítima colectiva es otra historia de terror.

Pero las exigencias de la vida obligan a moverte, para el trabajo, los estudios, la salud y todo lo demás para lo cual nos desplazamos de un punto a otro. La única opción es entonces, comprar el automóvil. Y para ello tanto los concesionarios como la banca facilitan increíblemente el financiamiento. No deja de sorprender que cuando se va a comprar un automóvil se puede obtener un préstamo de 20 o 30 mil dólares en cuestión de minutos, incluso con mal crédito; pero si usted necesita la misma cantidad de dinero para establecer una pequeña empresa sea comercial, agrícola, artesanal o industrial créame que le harán pasar el Niágara en bicicleta. Y probablemente no se lo den sino está acompañado de grandes garantías, sean propias o auspiciadas por el gobierno estatal o federal, que de por sí también lo montarán en la mencionada bicicleta para aprobarle la garantía. Así el que más o el que menos se tiene que endeudar considerablemente para suplir la “necesidad” de un automóvil y pueda ir a trabajar o estudiar o hacer cualquier gestión que necesite. La mesa está servida para los fabricantes, distribuidores y vendedores de automóviles (y toda la industria relacionada), y por supuesto, para la banca.

Para servirse de esa mesa Pierluisi nos invita a seguir viviendo en la fantasía. Por lo tanto, mantengamos la vista lejos de que en Puerto Rico el 44% de las personas y 41% de las familias están bajo el nivel de pobreza. Y que Puerto Rico tiene un índice GINI de 0.55, posicionándose como la jurisdicción de mayor desigualdad en la distribución del ingreso frente a otras jurisdicciones en los Estados Unidos y entre las más altas en Latinoamérica. El índice GINI mide la desigualdad, donde un valor de 0 es una distribución perfecta del ingreso y un valor de 1 es una distribución completamente desigual. Bien, pero no hay que extrañarse, a fin de cuentas, ¿Qué podemos esperar de un gobierno estartalao?