Meteorología taína

Creativo

El cielo estaba repleto de nubes de distintas formas y colores.  Toda una nueva cepa de niños se agrupaba en el batey en espera de la cacica para escuchar las historias de los dioses, cercana su temporada de castigo a la isla; mientras, algunos naborias, les servían bocaditos de casabe a los niños. La variedad de nubes en el cielo era perfecta para la clase que les daría a los pequeños; entre los que se encontraban los inquietos Urayoán y Yolacaona.

Arrrggg, trummmm, traaaaas, yo soy Guataubá, el dios de las centellas y los truenos, decía Urayoán. Mientras, Yolacaona afirmaba ser la temible Juracán.

-Sálvese el que pueda de mis largos brazos furiosos, gritaba Yolacaona.

-Cállense, que ya viene la cacica con una cesta de arena y una vara de guayabo. No se muevan. Quédense quietos ya.

Los niños estaban confundidos, no solo porque no sabían para qué se usaría tanta arena, sino, para ser honestos, porque le temían a la vara del guayabo, instrumento disciplinario favorito que las bibis taínas usaban cuando sus hijos se portaban mal.

Al notar su reacción, les dijo: -No se alarmen la rama es para dibujar en la arena ciertas figuras. Hoy tengo una información muy importante que compartir con ustedes. Ya es hora de que comiencen a ayudar a sus padres. Estamos en el tiempo de esos vientos fuertes que traen mucho castigo. Ahora, fíjense en la arena que he tirado al suelo. Esta es la imagen de la diosa quien nos avisa de su cercanía enviando nubes de distintas hechuras y colores.

-Guataubá llega antes quemando con sus lanzas de fuego y su fuerte rugido… Arrrgggg, trummmm, traaas…, ¿verdad que sí?, dijo Urayoán.    -Y Cuatrisquie derrama el agua en la tierra y la inunda, agregó Yolacaona. 

La cacica daba su temida mirada de silencio a los pequeños mientras levantaba sus brazos diciendo:

-Todos los ojos al turey para conocer a algunas de estas nubes.  Los niños se acostaban en el suelo para observarlas mejor.

-¿Son todas iguales?, pregunta la cacica.  -No, responden los niños.

-Como ven, hay unas que parecen pencas de palmas del color de la noche y otras son como altas montañas blancas y grises, y otras como lanzas de guerreros. Juracán o Guabancex, como la llaman en Cuba, ha enviado a sus dioses hermanos a anunciar el camino y aunque hace mucho que no nos visita, este conocimiento debe de seguir en ustedes y pasarse a sus hijos y nietos. Los sacrificios no siempre agradarán a los dioses, pero mientras más cuidemos de la tierra y más le ofrendemos a ella, menos furia tendrá contra nosotros, menos veces nos inundará, menos veces nos destruirá. Sembremos con amor para cosechar los mejores frutos. Ahora, dense vuelta que les tenemos una sorpresa. La danza de los cielos comenzaba para contarles las historias de la malhumorada Señora de los vientos en su paso por Cuba, Haití, Borikén y Yamaye. 

Al terminar la breve ceremonia, la cacica los envió a sus bohíos para que sus padres les asignaran qué hacer: los centinelas ya habían preparado las cuevas. La Señora ya estaba muy cerca,  según la lectura de las nubes del turey.