“Ya es hora de que la literatura puertorriqueña se reconozca internacionalmente”

Crítica literaria
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Entrevista con la cuentista y gestora cultural Awilda Cáez


“La mañana es calurosa y más con las medias de nilón que lleva puestas bajo el pantalón. Son de las que tienen licra y se ven brillosas cuando les da el sol. Le gusta ponérselas porque aprietan el abdomen. Se ve más delgada. Además, estás son de una edición especial que viene de Colombia y levantan las nalgas.”

(fragmento)

De lunes a viernes, Awilda Cáez

Siempre hay buenas razones para conversar con  una amiga, aún más cuando es una amiga a quien admiras como profesional, por su simpatía y solidaridad con sus colegas escritores y que hace tantas cosas y tan diversas, que no para de sorprenderte. A esto le añadimos que Awilda es un dínamo de creatividad y gestoría cultural, con la misma intensidad de la amistad que nos brinda a quienes tenemos la dicha de ser considerados sus amigos.

Así es Awilda Cáez, narradora, agente literaria, periodista cultural, editora y una de las encargadas de la producción del tercer Festival de la Palabra que se celebrará ya esta semana del 4 al 7 de octubre en el Museo de Arte de Puerto Rico. Festival que contará con destacados escritores puertorriqueños (Mayra Santos-Febres, Luce Lopez Baralt, Daniel Torres, Jaime Marzán, y muchos más), así como extranjeros como Guillermo Arriaga, Manuel Rivas, Almudena Grandes, entre otros.

Y así con nuevas metas, proyectos esta emprendedora amante de la cultura y la literatura puertorriqueña  fue seleccionada por la revista CARAS, en enero 2011, como una de siete personas destacadas en las artes, en el artículo titulado “Boricuas en la mira”. Además posee una Maestría en Creación Literaria de la Universidad de Sagrado Corazón.  Es autora del libro de cuentos Adiós, Mariana y otras despedidas,  seleccionado por el El Nuevo Día como uno de los diez mejores del 2010. Su segundo libro, Manchas de tinta en los dedos, será publicado en el 2012. Actualmente trabaja en su primera novela. Cáez también ha sido premiada en varios certámenes literarios en Puerto Rico. Ha trabajado como periodista cultural para radio y prensa. Fue cofundadora de editorial Pasadizo. Diseña e imparte talleres de cuento y es conferenciante de temas relacionados a la edición, corrección y publicación de libros.

En la cofradía de la palabra y la amistad casi hermanada, Awilda Cáez es sumamente perfeccionista, selectiva, también solidaria con carisma y una extraordinaria soltura en su expresión oral. Simpática, sumamente discreta y auténtica, como de costumbre, aceptó esta entrevista tertuliera sobre el Festival de la Palabra, los libros, la magia de la palabra y el mundo personal-cuentero de esta destacada narradora.

Ana María Fuster: Awilda, ¿cómo sientes ese llamado de la palabra? ¿Cuándo comenzaste a escribir? ¿Y tus primeros maestros literarios?

Awilda Cáez: “Empecé a escribir a los diez años, porque aprendí a leer a los cinco y desde entonces no he parado. Lo primero que se me ocurrió fue una obra de teatro que se llamaba Una familia de locos. Por ese tiempo había leído La carreta de René Marqués y Tiempo muerto de Manuel Méndez Ballester, y pensaba que también podía escribir algo así. Cuando uno es niño es muy atrevido.

“Creo que era inevitable que comenzara a escribir, porque la lectura me entretenía mucho, y sentía que era mágico lo que se podía crear con las palabras. Siempre he tenido mucho respeto por el lenguaje, me esfuerzo por hablar y escribir con corrección.  Crecí en una casa donde teníamos muchos libros, porque mis hermanos mayores estaban ya en la universidad y también eran grandes lectores. Además, había una enciclopedia que trajimos de la casa de las tías y esas fueran mis lecturas infantiles. Recuerdo que había un volumen de mitología greco-romana y lo leí completo. Aprendí mucho de dioses y mitos, lo que me vino muy bien porque esa es una de las cuatro fuentes de creación que utilizo.

“Leí Cien años de soledad a los ocho años y me pareció tan entretenida que le pedí a mi hermano que me consiguiera todos los libros que había escrito “ese señor”. García Márquez es mi abuelo imaginario, lo considero parte de mi familia porque lo conocí en la niñez y he crecido leyendo todo lo que escribió. Cuando anunciaron que él había ganado el Premio Nobel mis hermanas y yo celebramos brincando y gritando frente al televisor. Además de Gabriel García Márquez, también leí a Pablo Neruda, Mario Benedetti,  Ernesto Sábato, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Antón Chéjov, libros de historia, ciencia, en fin, todo lo que caía en mis manos.”

AMF: ¿Qué libros estás leyendo actualmente y nos recomiendas?

AC: “Siempre leo varios porque soy muy rápida. Creo que es porque aprendí a leer  a una edad tan temprana que desarrollé velocidad como un atleta cuando práctica mucho. Eso es una alegría cuando tengo prisa, pero una tortura porque me quedo sin material para disfrutar. Si un libro me gusta, lo puedo acabar en un día, es como una obsesión, no como ni duermo hasta que lo termino. Recién finalicé  El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vasquéz que me pareció formidable y también  Doce versiones de soledad de Janette Becerra, que es un libro de cuentos maravilloso. Ahora estoy leyendo Avalancha de Yolanda Arroyo Pizarro.”

AMF: De tus lecturas ahora caemos en tu obra. Disfruté, casi me devoré, tu libro de cuentos Adiós, Mariana y otras despedidas, en especial tu forma de construir los personajes, que son tan reales como cotidianos. ¿Cómo y porqué surgió la curiosa idea de dividir el libro en Ellas y Ellos?

AC: “Los personajes los trabajo con mucha atención a los detalles. El pelo, la ropa, los gestos, lo que dicen y lo que hacen me parece fundamental para describir sin tener que explicar. Tengo un estilo que llamo humor melancólico, porque sin querer construyo gente que hace que los lectores se rían y les de pena a la misma vez. Cuando Fernando Iwasaki, que para mí es una de los mejores escritores del mundo, tuvo la gran gentileza de escribir el comentario de contraportada de mi libro, mencionó la ironía, el humor y la melancolía para describir los cuentos. Hasta ese momento no me había percatado de que mi literatura destilaba esos tonos, porque trato de no analizarme mucho. Si lo hago, no escribo nada, por eso prefiero sentarme frente a la hoja en blanco sin pensar, dejando que lo que quiero transmitir fluya. La primera versión de mis textos solo la entiendo yo, porque es como si tirara al papel todo lo que tengo en la cabeza, sin orden ni reglas. Después es que voy editando con calma y construyendo las oraciones para que la escritura tenga sentido. Esa parte de pulir la obra es la que más disfruto.

“Se me ocurrió dividir el libro así porque había más o menos un balance en la cantidad de protagonistas femeninos y masculinos. Las diferencias entre hombres y mujeres es uno de los temas que más trabajo. Me gustan los contrastes en las características y me parece muy jocoso que seamos tan diferentes.”

“—Ignacio, como el personaje de tu  novela.

Sus ojos eran un remolino de tonos verdes y amarillos que miraban sin pestañear. Me sorprendió que me tuteara. La mayoría de los que acuden a las presentaciones de mis  libros y luego hacen  fila para conseguir la firma,  me tratan de usted. Pero él era distinto.  Hablaba como lo haría Ignacio, el personaje que vivió dos años en mi cabeza mientras escribía la novela, el que convertí en el hombre que quería para mí.”

(fragmento)

En la esquina del Café Ámsterdam, Awilda Cáez

AMF: Además, estos cuentos son casi cortometrajes. Sumamente visuales, podemos ver todos los movimientos y sentimientos de tus personajes. ¿Has pensado alguna vez en escribir guiones para cine y tv?

AC: “Aquí tengo que volver a mencionar a mi familia. Yo crecí muy cerca de mi hermano mayor, que me lleva doce años. Él era libretista de televisión, en aquella época en que en Puerto Rico se producían programas de comedia. Yo me sentaba junto a él y lo veía escribir. Esperaba a que terminara porque me daba los libretos para que los leyera y le dijera si eran cómicos. Me creía tan importante. Imagínate, tendría como trece años y actuaba como jefa de un libretista. Pero él me enseñó mucho de comedia, y hasta el día de hoy soy una seguidora de todo lo que tiene que ver con humor porque me recuerda a él, al ruido de su máquina de escribir, a verlo sentado frente al papel en blanco mirando por la ventana hasta que se le ocurría una idea. Cuando tenía veintiún años participé en un concurso de libretos de televisión que realizó el periódico Diálogo y gané el segundo premio. Me preguntaron que cómo podía hacer tan bien el formato de un libreto sin haber tomado jamás una clase de redacción de guiones. Yo les dije que había aprendido sola, pero la realidad es que tuve la suerte de tener un maestro en la casa.

“Debe ser por eso que tengo la tendencia a ser tan visual, porque en los libretos se trabaja por escenas y solo tienes el diálogo para trasmitir la historia. Además vas en secuencia y yo tenía que visualizar todo lo que estaba pasando cuando leía para poder entender.  Si dominas eso, se hace más fácil narrar. Nuevamente, es algo que hago sin pensar. Varias personas me lo han comentado y te confieso que me emociona porque lo siento como un homenaje a mi hermano. Pero te repito, amiga, que no me doy cuenta de lo que hago ni cómo lo hago. Es que soy tan despistada. Además, como te dije, no me gusta analizarme mucho. La labor del escritor es escribir.

“Me encantaría escribir guiones, pero todavía no he tenido la oportunidad. A lo mejor algún día surge la situación adecuada o puedo construir un cortometraje con alguno de mis cuentos. Mi segundo libro, que espero publicar a principios del próximo año, es una recopilación de cuentos basados en noticias y ahí vas a ver mucho trabajo que se presta para eso. Me encantó escribir ese libro, fue una tarea difícil por la parte de investigación, pero me obligó a ser muy creativa, porque si no cada historia hubiese parecido una crónica periodística. Y eso no era lo que quería. Se llama Manchas de tinta en los dedos, porque mi mamá me enseñó a leer con el periódico y siempre recuerdo que terminaba con las manos llenas de tinta. Es una imagen muy hermosa que conservo de mi niñez, estar sentada frente a mami en la sala de mi casa con El Vocero,  que era el periódico que compraba mi papá, y escucharla como me describía el sonido de las letras. Es de los pocos recuerdos que me aparecen claros en la mente porque tengo muy mala memoria.”

AMF: Llevabas junto a la novelista Maira Landa un programa radial, extraordinario, que pena que ya no esté en las ondas radiales, donde llevaban y tertuliaban con escritores, tuve la fortuna de asistir varias veces y escucharlo. ¿Qué sucedió con este? Cuéntanos alguna anécdota o experiencia que disfrutaste en esos años del programa.

AC: “El programa se llamaba Tardes de Tertulia y estuvimos casi cuatro años en las ondas radiales. Era un gran foro para los escritores y gestores culturales de la Isla. Tuvimos que ceder el horario para que la emisora pudiera transmitir las carreras de caballos. Nos iban a cambiar para las once de la mañana, pero eso significaba que el formato tenía que orientarse hacia la política y preferimos no continuar. De todas formas fue una de las mejores experiencias de mi vida. Lo recuerdo con muchísimo cariño.

“Te cuento que la única vez que me dio nervios fue cuando nos tocó entrevistar a Jorge Volpi. Es un escritor tan reconocido, famoso y, sobre todo, un gran intelectual. No dormí la noche anterior leyendo y preparándome para la entrevista. Llegué a la emisora temprano y ya él estaba sentado en una silla dentro de la cabina. Cuando me saludó vi a una persona tan humilde, sencilla y buena gente, que se me quitaron los nervios y le dije al técnico que empezáramos a grabar lo antes posible porque estaba impaciente por conversar con Volpi. Ahora me toca hacer una lectura de textos con él durante el Festival de la Palabra en Nueva York y estoy muy emocionada. Conocerlo a él y a otros grandes escritores locales e internacionales fue el mejor regalo que me dio el programa. Me di cuenta de que los escritores más reconocidos eran los que se portaban con más humildad. Eso nunca lo olvido. Fue una gran lección.”

AMF: También eres gestora cultural, ¿en qué proyectos estás sumergida actualmente?

AC: “Trabajo como editora, correctora, organizo presentaciones, eventos, cursos. Llegué al ambiente literario hace ocho años cuando empecé a estudiar la Maestría en Creación Literaria y se me hizo fácil entender la parte del negocio porque de ahí es que vengo. Estudié Administración de Empresas en la UPR-Rio Piedras y llevo 17 años en mercadeo. Esa es un área que a los escritores se les hace a veces más difícil comprender.  Me dijeron que era cuesta arriba publicar, porque no existían muchas editoriales, y fundé Editorial Pasadizo con Eduardo Vera y Emilio del Carril. Allí estuve cinco años. Creé una compañía de producción para presentaciones de libros y también doy conferencias de autopublicación libre de costo.

“El negocio del libro es muy complejo a nivel internacional y ahora mismo Puerto Rico está empezando poco a poco a tener presencia, pero todavía falta mucho. Por eso apoyo la gestión cultural que realiza el Salón Literario Libroamérica en Puerto Rico, y su misión de internacionalizar la literatura puertorriqueña. Como parte de mis actividades con el Salón,  estuve en abril en la Feria del Libro de Londres, que es para hacer negocios. Allí me di cuenta de que el negocio del libro es inmenso, y tiene que haber espacio para nosotros. Yo estaba con Vilar Creative Agency, de Colorado, Estados Unidos, la única agencia que estaba vendiendo el trabajo de escritores puertorriqueños. Y allí había más de doscientos agentes y editoriales vendiendo derechos de publicación.”

AMF: Es cierto, que ves la literatura en grande, más allá de ti mismas. Y para seguir sumando actividades, eres parte de la organización del Festival de la Palabra que comienza esta semana. ¿Cómo ha sido tu experiencia trabajando en este proyecto? ¿Qué nos tienen preparado para los amantes de la literatura? ¿Cuál es la meta principal del Festival?

AC: “Actualmente estoy en el equipo de producción del tercer Festival de la Palabra que se celebrará del 4 al 7 de octubre en el Museo de Arte de Puerto Rico. El Salón Literario Libroamérica en Puerto Rico (organizadores del Festival) me atrajo desde el primer momento porque creo en su misión: fomentar la lectura e internacionalizar la literatura puertorriqueña.

“He conocido grandes escritores que nos han visitado invitados por el Salón, he visitado la Feria del libro de Londres para ver cómo se hace negocios en el mundo del libro; he visto el Salón y al Festival crecer y demostrar que se pueden hacer proyectos relacionados a la literatura en nuestro país y que la gente los apoya. Esta tercera edición que comienza el jueves 4 de octubre va a estar espectacular. Viene Almudena Grandes, Guillermo Arriaga, Jorge Franco, Manuel Rivas, más de ochenta  escritores entre locales e internacionales. Se le dedica al escritor puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá y el premio Nuevas Voces se le otorgó al poeta Angel Antonio Ruiz Laboy. Lo que tendremos será un encuentro mundial de escritores y lectores en un solo sitio, así la gente puede ir a talleres, charlas magistrales, debates y mesas redondas, todo bajo un mismo techo. Los ojos del mundo literario están en Puerto Rico durante esos cuatro días, y eso es importante para nuestro proyecto de internalización. Gracias al Salón Literario se han traducido obras de escritores puertorriqueños al francés, hemos tenido representación en varias Ferias importantes como Londres, Guadalajara, Perú, Bogotá y el Festival de Poetas de Alemania. Además este es el segundo año que se otorga el Premio Las Américas, dotado con $25,000. En fin, hay mucho trabajo, pero es necesario. Ya es hora de que la literatura puertorriqueña se reconozca internacionalmente.”

Que así sea, mi querida colega Awilda Cáez, que nuestra literatura llegue a cada rincón del mundo donde se pueda leer, soñar, crear. Gracias por la tertulia sobre tus cuentos, abrirnos la puerta de tus experiencias de la infancia, confiarnos tus luchas y metas. Y es que tenemos mucho que leer, escribir, y es que tenemos que construir, ser solidarios como amantes de la palabra, así lograremos llegar a donde nos corresponde.

En Puerto Rico hay excelencia literaria, tenemos que conocernos entre nosotros y darnos a conocer, sin límites. Por el momento, nos damos un abrazo virtual, esperando con ansias leer tu nuevo libro de cuentos, Manchas de tinta en los dedos, y muchos más. Qué el Festival de la Palabra sea un éxito. ¡Qué viva la literatura y nuestros autores!

 

Información sobre el Festival de la Palabra en:

http://www.salonliterariolibroamerica.com/