¡Cuba, que linda es Cuba!

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Por esas extrañas circunstancias de la vida, durante los recientes días tormentosos, he estado leyendo literatura cubana. Quizás motivado por mi deseo de conocer La Habana o por sumergirme en una literatura que confieso no conocía. Comencé con Abilio Estévez para luego arribar a Reinaldo Arenas. Ambos son grandísimos escritores que me llegaron al alma. Conocí el ostracismo en que la Revolución los sumergió por ser homosexuales. Los persiguió hasta que no tuvieron más remedio que abandonar su patria. Lloré cuando leí sus dolorosas palabras y me enfureció el trato que les habían dado a figuras egregias como José Lezama Lima y Virgilio Piñera.

Hace poco me desperté con la increíble noticia de que Cuba ha dicho sí a un referéndum a un nuevo Código de las Familias, que permitirá el matrimonio igualitario, la adopción por parejas del mismo sexo y la “gestación solidaria” (vientre subrogado sin compensación económica), entre otros avances que garantizan derechos durante décadas vedados y que suponen un paso de gigante en un país que en los años sesenta marginó a los homosexuales y los internó en campos de trabajo forzado. El resultado de la votación, convocada por el Gobierno en un ambiente muy polarizado fue histórico. De un censo total de 8,4 millones de cubanos con derecho al voto, la abstención fue solamente del 26% (unos 2,2 millones de personas), mientras que el sí obtuvo cerca del 67% de los votos válidos (algo más de 3,9 millones de sufragios).

La aprobación del nuevo Código de las Familias es un paso histórico y una gran noticia, y hay que aplaudirlo, pues se trata de una legislación avanzada, por la que defensores de los derechos del colectivo LGBTQIA+ llevan años luchando y que está a la altura de las leyes más modernas vigentes en el mundo.

Tras conocerse los resultados, el presidente del país, Miguel Díaz-Canel, consideró una “victoria de Cuba y del pueblo cubano”. El nuevo Código de las Familias sustituye el vigente desde 1975, e introduce derechos y garantías que muchos no pensaron ver plasmados nunca en una ley en Cuba, dados los antecedentes

homófobos de la revolución. El mismo lunes, luego de darse a conocer los resultados, parejas de homosexuales y lesbianas celebraban el resultado y anunciaban en las redes sociales que muy pronto contraerán matrimonio. Algo realmente emocionante para muchos cubanos que sufrieron la marginación en el pasado. Uno de los aspectos clave de la legislación auspiciada por el Gobierno es el matrimonio igualitario, al que la Iglesia Católica y las cristianas se han opuesto. La isla se convierte de este modo en el noveno país de América Latina en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, detrás de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Colombia, Ecuador, Costa Rica y México. El código anterior se refería al matrimonio como “la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer”. La nueva norma lo califica de “unión voluntariamente concertada de dos personas con aptitud legal para ello, con el fin de hacer vida en común, sobre la base del afecto, el amor y el respeto mutuos”. Junto a ello, se reconocen una diversa gama de filiaciones que trascienden la consanguinidad. El Código de las Familias acaba, además, con el matrimonio infantil, que hasta ahora estaba contemplado en la norma de 1975, aunque de modo excepcional, si tenía el visto bueno de los padres siempre que “la hembra” tuviese “por lo menos 14 años cumplidos y el varón 16 años”. Ahora se establece que “la capacidad de las personas para formalizar matrimonio se alcanza a los 18 años”, en línea con las tesis de la Unicef, que considera que el matrimonio infantil despoja a las niñas de su infancia y pone su salud en peligro, además de existir un mayor riesgo de sufrir violencia doméstica y tener menos probabilidades de seguir asistiendo a la escuela. Sobre la posibilidad de adopción, al abrir las puertas al matrimonio homosexual, este derecho se extiende a parejas del mismo sexo, estén casadas o en unión libre, algo hasta ahora reservado a parejas heterosexuales. Se legaliza también la posibilidad de “gestación solidaria” para personas “unidas por vínculos familiares o

afectivamente cercanos” e incapacitados para tener hijos, por ejemplo, “hombres solos o parejas de hombres”, pero poniendo como límite que no medie “remuneración, dádiva u otro beneficio” para lograrlo, es decir una posición contraria al “vientre de alquiler”, que en las consultas populares previas a la elaboración del código fue tajantemente descartado. El código es muy abarcador y contempla también las “familias multiparentales”, por ejemplo, las integradas por parejas que hayan tenido hijos anteriormente y las madrastras y padrastros se conviertan también en tutores. Otro concepto novedoso es el de “responsabilidad parental”, que sustituye al de patria potestad, y reconoce a niños y adolescentes como sujetos de derechos y a sus padres o tutores como sujetos de responsabilidades. Además, se establece la “autonomía progresiva”, que permite al menor, si tiene “edad y grado de madurez suficiente”, ser escuchado en un tribunal en diversos casos, incluido un proceso de adopción.

Yo no olvido ni perdono pero reconozco que ha sido un paso significativo. Bella Habana…te sigo añorando y sé que llegará el día en que te conoceré…