El valor de mi crianza

Creativo

A veces suelo reflexionar en el valor de mi crianza, la dada por mi madre. Su temperamento no era perfecto (cuando levantaba su voz, el mundo callaba) ni las cosas que alguna vez me decía, pero lo que sí fue perfecto, les puedo asegurar, fue su amor incondicional. Mi madre siempre estuvo con nosotros. Nunca nos dejó cuidando con nadie y no trabajó sino hasta que ya todos estábamos en la universidad.

Sus arroces eran deliciosos y su pollo guisado con papas, lo más espectacular que jamás haya probado. Recuerdo sus baños con yerbas para protegernos de las enfermedades, y sus sobitos de pecho y de cuerpo con alcoholado cuando nos daba fiebre. Nunca se apartaba de nuestro lado como buena leona. No le gustaba que usáramos palabras malas o soeces. Los modales, la mesa, el andar bien puestos era su credo y el nuestro. Su voz, sus consejos y su buen humor me acompañarán por siempre. ¡Qué falta me haces, ¡Mamita!