Las máscaras, a veces, no son evidentes. Clark Kent se esconde ingenuamente detrás de sus gafas, el Llanero Solitario, detrás de su antifaz y el resto usa mallas o armaduras para proteger su identidad. Aclaramos que ni los dioses ni Iron Man caen en este grupo. A ellos, la arrogancia, los delata.
No hay que ser naturalista, ni biólogo, ni botánico para uno darse cuenta del deterioro de algún sistema ecológico y aquí nos haría falta nombrar al súper héroe ecologista de los programas de niños que tampoco usa máscara para proteger la tierra de los peligros de la contaminación y cuyo nombre no recuerdo ahora.
Visité dos jardines este verano. La belleza inmaculada de los edificios de las administraciones en la Estación Experimental en Río Piedras contrario a la sencillez de un edificio similar en el otro, el Jardín Botánico de Caguas contrastaba inversamente con: el balance de los ecosistemas, los temas de los espacios, la armonía de un paseo a pie en el que se espera poder respirar naturaleza y belleza.
Dio pena mirar tantos árboles con tanto comején; y, algunos frutales con fruta infectada desde su semilla. Y no se puede sino pensar en que hay un propósito anti recreación en la dejadez que se respira en la Estación Experimental o Jardín Botánico de Río Piedras. Y no estoy acusando al villano Chupacabras por el abandono, después de todo no le interesan los árboles, ni las siembras transgénicas. Este espacio nuestro es un delicado pulmón para los que vivimos en la zona metropolitana.
Recuerdo cuando aún tenían los nombres puestos en frente de las plantas, cuando había diversidad de ellas. Recuerdo los nombres escritos sobre el verde de la lámina que identificaba a los árboles y recuerdo tratar de pronunciarlos, a veces, con éxito. Y que el mirar, a través de sus copas, tendida en el suelo, era tan hermoso.
Ahora mi mirada entristece, se siente impotente ante el Jardín de mi juventud; y no tengo un súper héroe para que lo salve, pero si lo o la tuviera no usaría armaduras, antifaces, ni máscaras.