Triangle of sadness o una representación plausible de la modernidad líquida

Cine caribe

El filósofo Zygmunt Bauman acuñó un término que se ha puesto en boga, recientemente, que es el de la modernidad líquida. Viendo escritos y escritos diariamente, la forma en que se ha traducido, es que ya no hay derechas ni izquierdas. Sino seres humanos. Es curioso, pues los que utilizan mejor este concepto, para oponerse a la vieja tradición de izquierda y derecha del parlamento francés del Siglo 18, lo hacen para defender, sin lugar a dudas una base material claramente capitalista, y a veces neoliberal. Por lo tanto, soy cuidadoso en invocar la modernidad líquida.

Curiosamente, en Triangle of Sadness (Dir. Ruben Östlund, EE.UU., 2022), se implora con claridad el concepto de modernidad líquida. Al final, en un yate donde el valor no tiene valor, pero los invitados todos eran de la misma clase social, es decir sumamente adinerados, se debate entre neoliberalismo y socialismo, y a fin de cuenta, nos narra la película, todas y todos somos iguales. De mi parte, patético.  Pero así es el cine.  

Si usted vive agobiado por las privatizaciones, por el mundo donde la playa de Salinas la privatizaron y luego de un año el gobierno de Pedro Pierluisi no ha hecho nada, y peor aún, donde la precariedad es la norma del día para la gente que aún tiene un trabajo, entonces usted no es de derecha ni cree en la modernidad líquida. Usted se sigue alineando en la izquierda. Si usted, no cree que nadie le puede faltar el respeto a su dignidad, ni, para usar un ejemplo contemporáneo, botarle su teléfono por “robarle una foto a su imagen”,  entonces, usted está en la izquierda.

Pues bien, la película es contada por Carl (Harris Dickinson), modelo de profesión y quien le plantea a su pareja, Yaya (Charlbi Dean) ciertos dilemas sobre la masculinidad igualitaria [¡toma nota Bad Bunny/Benito A. Martínez]. Ella no le hace caso, y lo compensa con un viaje que como influencers se gano a pasear en un crucero con mil millonarios.  La vida no es igualitaria pero se vive.

Luego viene la lucha de clase, donde los barbudos Marx y Engels intervienen. Entonces se da un interesante diálogo de terror, entre el capitán del yate (Woody Harrelson) y uno de los invitados, el griego magnate de la basura, Dimitry (Zatko Buric). Ellos, ambos borrachos, tienen una escena extraordinaria sobre la lucha de clase en tiempos de la modernidad líquida, que vale un millón. Al final, la propuesta del director Östlund es que derecha e izquierda son iguales. Discrepamos.  

En fin, vea la película pues lo que pareciera una abierta crítica a la cultura y economía neoliberal, se torna en un discurso anti todo mundo posible. Aún algunos de nosotros soñamos, por lo tanto nuestra razón de disentir con el proyecto social de la película. No obstante, es un gran filme, razón por la cual se llevó la Palma de Oro del Festival Cannes, 2022.