El Santero del genio Amílcar Tirado en la DIVEDCO

Cine caribe


Disfrutar la primera época dorada del cine puertorriqueño es un soberano lujo. Eso uno se lo puede dar, cuando se sienta a examinar el trabajo que tantos cineastas grandiosos hicieron de ese momento particular de la década de 1950 hasta mediados de la década de 1970.  Si bien es cierto que esto se hizo bajo el gobierno colonial de Luis Muñoz Marín, habría que reconocerle que se hizo teniendo un proyecto de país. Ese proyecto de país hoy ha cambiado, como también ha cambiado la presencia cinematográfica en el Departamento de Educación.

El Santero (Dir. Amílcar Tirado, Puerto Rico, 1956), es un sencillo cortometraje de poco más de 26 minutos, en el cual se narra la historia de un artesano de la imaginaría de Santos, Zoilo Cagijas y Sotomayor, que lucha por sobrevivir ante la producción masificada o fordista de los Santos.  El cambio industrial de la postguerra hizo que los Santos se proliferaran como objetos en yeso, mientras la artesanía pura y dura, se hizo irrelevante.

Lo más hermoso de la película, la cual es narrada bajo el propio texto sin voces articuladas, es la relación entre lo espiritual del artesano y su micro mundo de sacrificios y pobreza, y el entorno de lo urbano, en este caso Rio Piedras, donde él transita para vender sus imágenes. La hermosura de la película es la falta de la palabra dicha. No obstante, es importante y necesario la presencia del coro de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras, quienes cantan canticos religiosos en formato coral, y nos lleva a lo largo de la película, hasta que Zoilo Cajigas y Sotomayor logra su cometido: la venta de los Santos al propio museo de la universidad.

Hay que ver este trabajo pensado a partir del neorrealismo italiano, donde las tomas a distancia, y la simbología artesanal como social, son claves para entender el quehacer es este artesano. Sobre todo en el contexto de un país en la postguerra.

A verla y estudiarla. Es realmente hablando, una pieza de arte del cine nacional boricua. Gracias al genio Amílcar Tirado.