Los Jimaguas

Espiritualidades
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Los jimaguas o gemelos son un elemento particular dentro del panteón de los pueblos originarios. Ngoy Kalumba (2002) indica que la mayoría de los gemelos que nacen en el mundo son africanos. El ser humano viene concebido dentro de una visión global que une lo religioso a lo cultural, lo comunitario y lo personal. Se define al individuo teniendo en cuenta su relación con el mundo invisible y visible, con Dios, los demás y con el cosmos. En los nombres que llevan los negroafricanos, se expresa esa relación.

Numerosas etnias tratan de modo muy especial a los gemelos. Se organizan ceremonias especiales en su nacimiento. Se les trata como si tuvieran un poder sobrenatural y se evitan actitudes que puedan provocar su enfado. Diferencian los gemelos en el vestir, darles de comer o regalos. Cada etnia tiene un nombre para gemelos. Algunas tribus dan el nombre según el sexo del nacido y el orden de nacimiento. Es interesante que cuando es el caso de los trillizos, el nombre del tercero, según la etnia, tiene una importancia mínima, no forma parte del club de los gemelos (Ngoy Kalumba 2002). En la mitología africana, los gemelos ocupan puesto de predilección: recuerdan y encarnan el ideal mítico, representan un estado de perfección que los no gemelos han perdido, porque los primeros seres eran parejas de gemelos de sexo opuesto. (Ngoy Kalumba 2002)

Ogdóada es el nombre del conjunto de ocho deidades primordiales, también llamadas "las almas de Thot", que constituían una entidad indisoluble y actuaban juntas, según la mitología egipcia. La Ogdóada consta de cuatro parejas de dioses (encarnando cuatro conceptos en sus aspectos masculino-femenino), que juntos, personifican la esencia del caos líquido primigenio existente antes de la creación del Mundo (Littleton 2002).

La primera pareja la forman Nun y Naunet, "las aguas primordiales", "el océano primordial" o "el caos"; la segunda, Heh y Heket, "el espacio infinito" o "lo ilimitado" (simbolizada por el agua que se estanca y busca su camino); la tercera, Kuk y Kauket, "las tinieblas" o "la oscuridad" y la cuarta, Nia y Niat, "la vida", "la indeterminación espacial" o "la que se separa", a veces sustituidos por Tenemu y Tenemet, "lo oculto" o, más tarde, por Amón y Amonet, "el principio de lo misterioso" o "el oculto" (Littleton 2002).

Juntos, los cuatro conceptos representan el estado primordial, lo que no se ve ni se toca, la antítesis de la vida, pero por su concepción de parejas de ambos sexos, representan al tiempo lo que puede ser, el estado fundamental del comienzo. En el mito, sin embargo, su interacción en última instancia, resultó ser tan desequilibrada, que produjo un cataclismo y dio como resultado el surgimiento de un montículo primigenio, en cuyo interior había un huevo cósmico. La teología hermopolitana atribuye el suceso a Tot, dios protector de Hermópolis. El montículo se convirtió en una "isla de fuego" y el huevo se fue incubando, hasta que salió del mismo el dios Sol, Ra, que ascendió hasta el cielo. Después de un largo descanso, Ra, junto con las otras deidades, crearon todas las demás cosas del mundo (Littleton 2002).

Las omnipresencias masculinas de la Ogdóada son representadas como ranas, o personajes con cabeza de rana, mientras que las diosas son simbolizadas con forma de serpiente, o como mujeres con cabeza de sierpe. También podían representarse como parejas de babuinos (que representaban al dios Tot), por estar asociados al dios sol, puesto que anunciaban el amanecer con sus aullidos. Más tarde, fueron incluso representados como cuatro toros y cuatro vacas. Entre los egipcios, también aparece la dualidad Horus/Seth, el orden frente al desorden, en los comienzos de la mitología, se presentan como hermanos, más adelante como tío y sobrino, siempre enfrentados (Littleton 2002).

Roso de Luna (2006) relata que en la doctrina de Zoroastro los dos espíritus gemelos no son, en esencia, dos poderes coeternos y equilibrados, uno bueno y otro malo que estén en perpetua lucha entre sí: son dos espíritus que luchan entre sí. El Espíritu del Bien (Spento-Mainyush) y el Espíritu del Mal (Angro-Mainyush) son la antítesis el uno del otro, pero no es que formen un sistema dualista, porque el conflicto existente entre ellos está sujeto a término. Aún los libros más antiguos hablan del triunfo final del Espíritu del Bien y la desaparición de su complementario Espíritu del Mal, que al final perecerá.

Según Eliades (2000), el nacimiento de gemelos presupone la unión de un mortal con un dios y, sobre todo, con un dios del cielo. Se presentan junto a una divinidad femenina. Así, Cástor y Pólux, los Dioscuros, se presentan junto a Helena; Anfión y Zetos junto a su madre, Antíope; Hércules e Ificles junto a Alcmene; Dárdanos e Iasion, junto a Harmonia: todos los gemelos míticos, cualquiera que sea su nombre son hijos del dios del cielo (generalmente del dios del cielo y una mortal), no se separan de su madre o de su hermana, sus actividades en la tierra son siempre bienhechoras.

En la mitología griega los Dioscuroso hijos de Zeus, Cástor y Pólux o Polideuces, eran dos famosos héroes mellizos hijos de Leda y hermanos de Helena de Troya y Clitemnestra. La historia de su paternidad es confusa. La versión más conocida es que Zeus se metamorfoseó en cisne y sedujo así a Leda. Con este tipo de artilugio, Zeus tuvo diversos hijos mellizos (Littleton 2002).

Por otra parte, el mito romano también fluye a partir de una gemelidad. El rey Numitor fue destituido por su hermano Amulio, que acabó con todos los hijos varones de éste y convirtió a su única hija, Rea Silvia, en una virgen vestal para que así, al tener un voto de castidad, no tuviera descendientes, pero el dios de la guerra, Marte, se enamoró de la bella muchacha y la sedujo; de su unión se engendraron dos gemelos, Rómulo y Remo (Littleton 2002).

Amulio, temeroso de tener en el futuro dos posibles rivales, ordenó su asesinato, pero el hombre encargado del infanticidio no pudo y los abandonó a su suerte en el río Tíber. La corriente llevó la cesta donde estaban a un pantano llamado Velabrum, en un lugar entre las colinas Palatino y Capitolio, llamado Cermalus. Ahí fueron cuidados y alimentados por una loba llamada Luperca y un pájaro carpintero, los animales sagrados de Marte. Poco después los encontró el pastor Fáustulo, que era porquerizo de Amulio, y decidió criar en secreto a los niños con su esposa Acca Larenzia. Sólo una vez que crecieron se les reveló su verdadera identidad y éstos decidieron tomar justicia. Mataron a Amulio y liberaron de su encierro a su abuelo, que fue repuesto en su trono (Littleton 2002).

En el Popol Vuh de los mayas (Recinos 2012), los dioses gemelos Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú (el sol y la luna) jugaban a la pelota, haciendo ruido. Esto molestó a los señores de Xibalbá (reino subterráneo) Hun-Camé y Vucub-Camé. Los gemelos fueron transportados al mundo inferior, donde serían juzgados y pasarían por varias pruebas. Aun así, fueron ejecutados y enterrados en el terreno donde jugaban a la pelota.

La cabeza de Hun-Hunahpú fue colgada de un árbol para que sirviera de advertencia. Un día Ixquic, la hija de uno de los señores de Xibalbá (Cuchumaquic), se acercó a verlo por curiosidad. El sol le pidió que abriese la mano, la cual le escupió, fecundándola. Cuchumaquic se enfadó y la expulsó al mundo intermedio de los humanos, donde la refugió Ixmucané, la abuela de los gemelos que tuvo, a quienes llamó Hunahpú e Ixbalanqué. Éstos últimos también les gustaba jugar a la pelota, pero no contrariaron a la gente de Xibalbá. Cuando los de Xibalbá pudieron matarlos al fin, los gemelos revivieron en forma de peces que luego se volvieron hombres. Hacían trucos como matarse el uno al otro y revivirse. Los señores de Xibalbá se sorprendieron al conocer esto y les pidieron una demostración. Admirados, los señores de la muerte pidieron que los sacrificaran

y luego los devolvieran a la vida, pero Hunahpú e Ixbalanqué no los revivieron, con cuyo acto expulsaron a los de Xibalbá del mundo de los humanos.

Para los aztecas, Ometeotl, ser supremo, era a la vez femenino y masculino. También se le conocía como dos entidades separadas: Tonacatecuhtli (dios de nuestro sustento) y Tonacacihuatl (diosa de nuestro sustento) atados o unidos por medio de coito. Este concepto misterioso de dualidad dentro de la unidad es un concepto recurrente en el panteón azteca (Ometeotl s.f.). (Littleton 2002).

En la mitología peruana se habla de los Hermanos Ayar, cuatro personajes con sus respectivas mujeres-hermanas que a lo largo de su marcha van desapareciendo hasta quedar solo Ayar Manco y su mujer/hermana Mama Ocllo. Su peregrinar es con el propósito de encontrar tierras fértiles. Ayar Manco va enterrando su palo de oro y va oliendo en busca de esa tierra, la cual encuentra en Cusco (Kauffmann Doig 1983).

Con este preámbulo llegamos al Capítulo IX de la Relación acerca de las antigüedades de los indios (2008), escrita por fray Ramón Pané. Pané menciona la aparición de cuatro hijos gemelos de Itiba Cahubaba. Así lo relata Pané:

Dicen, pues, que un día, habiendo ido Yaya a sus conucos, que quiere decir posesiones, que eran de su herencia, llegaron cuatro hijos de una mujer, que se llamaba Itiba Cahubaba, todos de un vientre y gemelos; la cual mujer, habiendo muerto de parto, la abrieron y sacaron fuera los cuatro dichos hijos, y el primero que sacaron era caracaracol, que quiere decir sarnoso, el cual caracaracol tuvo por nombre Deminán, los otros no tenían nombre. (Pané 2008)

Las travesuras de estos cuatro gemelos forman parte de la mitología recogida por Pané en el siguiente capítulo, que trata de cómo los cuatro hijos gemelos de Itiba Cahubaba, muerta de parto, fueron juntos a coger la calabaza de Yaya, donde estaba su hijo Yayael, que se había transformado

en peces, y Deminán Caracaracol toma la calabaza y los cuatro se hartan de peces. Luego vuelve a colocarla en su lugar, pero, al no colgarla bien, la calabaza se cayó y se rompió. De ahí surgió tanta y tanta agua que llenó toda la tierra y salieron muchos peces, originándose de esta manera el mar.

Del próximo capítulo, el XI, conocemos cómo Bayamanaco, abuelo de los cuatro gemelos, lanza un guanguayo (escupitazo) a la espalda de Deminán Caracaracol, de donde salió una tortuga. Es en este capítulo que mencionan un par de cemíes: Boinayel y Máhoru. Estos cemíes se estimaban mucho porque hacían llover cuando se les visitaba.

El elemento de los gemelos, dentro de la mitología de los pueblos originarios cobra o adquiere un grado de divinidad, porque es todo un evento, en una época donde no existían máquinas para comprobar los partos múltiples. Tal suceso, imagino, podría muy bien elevar de categoría social a una familia.

Desde mi punto de vista, la reminiscencia constante de los gemelos más expuestos en todo ser humano, los ojos, podrían influir en la concepción artística de los artesanos del grupo originario y en la importancia de la representación de los gemelos dentro del panteón de esos grupos. Los ojos son los gemelos que tienen primacía, porque te permiten observar tu mundo, realizar tus tareas, discernir en momentos de discriminación en todos los sentidos. Es también muy probable que ese mismo evento pudiera hacer hincapié en la importancia de la llegada de unos gemelos al grupo originario.