La Navidad

Caribe Hoy

Pasado el día de acción de gracias, en Puerto Rico se enciende el espíritu navideño. El año pasado nos quedamos vestidos y alborotados ante el anuncio de la llegada del Omicron. Este año las gentes ansían y están prestas a disfrutar en familia las tradiciones navideñas.

En ese ánimo estuve en casa de una amiga que celebraba la fiesta de su oficina. A eso de las once y media de la noche llegó un tremendo parrandón. Eran alrededor de 30 personas, entre ellas los hijos e hijas de los y las parrenderos originales. Habían más de 10 panderos tocados por hombres, mujeres y jóvenes, guitarra, cencerro, pianola, maracas, palitos, chequere y otros instrumentos. Las canciones y las rutinas de baile estaban bien practicadas. Conversando con uno de los parranderos su alegría era notable cuando me dijo emocionado que llevaban 25 años que se reunían en Navidad y que, por la pandemia, no lo habían podido hacer. Esta alegría y camaradería es típica de las emociones que la navidad evoca.

Otro día compartí en una celebración más íntima con un grupo de amigas para celebrar la Navidad. Hacia un tiempo que no nos reuníamos, así que, para ponernos al día en nuestras vidas y actividades los temas de conversación fueron diversos. El intercambio tomó un giro de sanación por una situación familiar que una de ellas estaba confrontando. El momento fue bonito porque confiando más que todo en la solidaridad de una amistad de mucho tiempo, hubo una apertura y se conversó con honestidad. Se evaluó y se aconsejó con firmeza y compasión, sin juicios. El humor no quedó fuera de la formula. Al final hubo abrazos solidarios y la reafirmación de la una amistad que nos sirve de apoyo en momentos exitosos y en los de adversidad.

Estas dos actividades navideñas me recordaron que el espíritu de la navidad debe ser la celebración de la amistad, de la familia y de las relaciones que aportan a nuestras vidas. Me recordó que aun en situaciones difíciles es importante ser compasivo con todos los lados de una controversia. Me recordó que en la medida que se mantenga un respeto hacia el otro u otra, se mantiene el respeto propio. Me recordó de que la vida es corta, demasiado corta, y que no vale la pena engancharse en asuntos que solo nos roben energía vital, paz y salud. El punto es que el espíritu de la Navidad nos abre una posibilidad de promover momentos de sanación para las distintas relaciones que rodean nuestras vidas, sean familia amistades o compañeros del chilingi. Esta reflexión va con el deseo para mis lectores una feliz navidad llena de paz y armonía