Al igual que Pedro Julio Serrano, hoy me quiero despedir de
Ruddys Martínez: adiós a la Mami de la comunidad…
“Hay seres que son irrepetibles, indispensables,
irremplazables.
Son seres que batallaron contra la más terrible adversidad y
la tornaron en la más brillante luz de esperanza para otros
seres humanos en similares circunstancias de vida.
Esa fue nuestra Mami Ruddys Martínez.
Tal como ella nos contó, fue forzada a abandonar su casa a
los 13 años de edad, cuando su padre le apuntó con una
pistola y le manifestó que no quería “maricones en su
casa”.
Tan digna como siempre, Ruddys enfrentó a su padre y le
dijo “mátame ahora o yo cojo mis cosas y me voy”.
Tenía 13 años, era una niña, pero escogió su dignidad. Sin
pensarlo, recogió sus cosas y se fue a la calle, donde se
forjó a puro tesón.
Creó su hogar y formó su propia familia — una familia
escogida de la que ella se convirtió en la madre de cientos
de jóvenes LGBTQ+ que acogió en su casa para darles una
oportunidad de vida.
Desde pequeña, aprendió a coser y luego incursionó en el
arte del transformismo que le traería fama nacional e
internacional.
Su trayectoria la llevó a convertirse en La Pantoja de Puerto
Rico por su inigualable imitación de Isabel Pantoja y vivió
en España muchos años siendo la estrella que siempre fue.
En cada escenario que pisaba —con su irreverencia, con su
humor único, con su garbo y elegancia— llevaba consigo a
toda una comunidad que la vio como un referente.
Nos vimos reflejados en su historia de vida; pues muchos
de nosotros hemos tenido que batallar la cruel violencia de
la homofobia y la transfobia desde muy temprana edad.
Nos hemos levantado, a puro pulmón. Nos hemos hecho a
la medida como los trajes que confeccionaba Mami
Ruddys. Nos hemos celebrado como los espectáculos de
seres humanos que ella nos dijo que somos.
Su arte, sus diseños, sus shows siempre nos llenarán de
gloria; y los recuerdos —miles y miles como la gente que
la amaba— estarán siempre en nuestras memorias.
Más aún, lo que más permanecerá es su esencia y su
ejemplo, que tenemos que seguir. Aprender de su
humildad, de su desprendimiento, de su amor
incondicional.
A fin de cuentas, son sus propias palabras las que nos
muestran el camino de la solidaridad, la empatía y la
sensibilidad hacia los demás seres humanos:
“No quise que otros vivieran esa soledad. Una mamá es una
persona que te ayuda en la buena y en la mala. Para mí, es
un logro grande haber sido eso en vida. Bajo las luces que
he creado, estamos pa’ vivir. Siempre, siempre, como si
fuera la última vez”.
Vivirás por siempre, Mami Ruddys, en nuestros corazones;
pero más aún en la historia de esta patria que se enorgullece
de que hayas sido una de sus hijas más dignas, queridas y
aplaudidas.
¡ARRIBA, ARRIBA, ARRIBA!”
Con Mami Ruddys en mi mente y en mi corazón…