El penúltimo beso [cuento]

Cultura
(San Juan, 12:00 p.m.) La noche era de luna llena, una super luna le decían, el resplandor brillante se colaba por la ventana iluminando el rostro de su pequeña hija. Antes de salir a trabajar les daba un beso de despedida a su esposa Kary y a la niña, nunca sabía cuándo serían los últimos.
Rompió la caja de su celular prepagado, le insertó la “sim card”, como hacía todas las noches en que tenía una vuelta. Era parte esencial de su trabajo. Se sentó a esperar la llamada del “Turco”, a él le tocaba conducir el auto esa noche. A veces se preguntaba por qué le decían el “Turco” en el barrio. -Le voy a preguntar esta noche- pensó El Bambi.
Vibró el celular. -Te vamos a recoger, tas listo con las herramientas, llévate varias que tenemos dos vueltas esta noche- dijo el “Turco”. Buscó su pasamontañas, la FNH  “cop killer”, la Glock .40, las inseparables AK-47 y, la favorita, la AR-15, con varios cargadores para todas. – Nunca nos fallan- se dijo como todo un profesional en la brega de matar.
Llegaron Chino, Luki y el “Turco” en el volante. -Tremenda máquina se tumbaron hoy- señaló El Bambi. - No jodas, esta noche no podemos fallar, la calle está caliente y los guardias están alborotaos. Demonio no quiere que fallemos, hay que dar dos vueltas y estos están bien guardaos por varios cabrones- dijo el Chino, era el más joven pero también el más embalado de herramientas. Nunca tenía miedo de que lo mataran- Para eso vivimos- decía.
Un silencio abrumador se percibía en el auto. -¿Por qué te dicen el “Turco”-dijo El Bambi. -Mi mamá no se pierde las novelas turcas y desde pequeño no dejo de verlas y comentarlas, por eso me dicen el “Turco”. Volvió el silencio. Evitaban conversar en el trabajo.
El Bambi no se sentía nervioso, pensaba que era un soldado en la “Guerra contra el narcotráfico”. Sentía que había matados a más personas a la edad de veinte años que los soldados rusos en Uncrania. Era la faena que le tocó ejercer. - ¿En dónde le pagaban $1500.00 por una vuelta para matar a un cabrón bichote?- era su pensar. Kary y la niña siempre estaban en la mente en cada vuelta que daba en la semana. Las encomendaba al “Corazón de Jesús” y les daba la bendición como lo hacía su mamá de niño cuando salía de la casa. Nunca dejaba de rezar un “padrenuestro” antes y después de cada vuelta, y le rogaba a Dios que lo dejara regresar con vida y lo perdonara por su trabajo.
A lo lejos se escuchaba la música de bachata. Eran las 2:00 de la madrugada. -Están violando el código-dijo. Todos se rieron de la ocurrencia. El Chino y Luki se dieron un pase. A Bambi no le gustaban las drogas ni el alcohol. -Hay que cuidarse la salud- pensaba.
Todos prepararon las armas. Bambi levantó la AR-15, la prefería sobre la AK-47, era más liviana y de mejor manejo, con rondas de 30 balas en automático. Se bajaron el pasamontaña. Vieron las tarjetas frente al negocio. Había varias personas compartiendo con ellos. Detuvieron el auto frente al negocio. En segundos una ráfaga intensa de disparos ensordecedores invadió el espacio. Todos corrían de pavor para protegerse. -Se escapa el cabrón- dijo el Chino, bajándose del auto y rematando en el piso a una de las tarjetas y disparándole al otro, alcanzándole de varios disparos. -Vamos, vamos puñeta, que ya están muertos- gritaba agitado el Chino.
En el suelo se veían varios muertos y heridos. - Daños colaterales de la “Guerra contra el narcotráfico”- meditaba en silencio Bambi. -Mañana les podré dar otros besos a Kary y a la niña, siempre que salgo a trabajar pienso en que serán los últimos-, pensó Bambi, mientras se persignaba y rezaba, mirando por el cristal la super luna que prendía la noche.