Durante los pasados días, tenía antojo de un límber de coco y esto me llevó a una reflexión sobre cómo en las comunidades y en las escuelas había una señora o alguien que vendía límber. Hoy día, esto se ha vuelto como una costumbre a punto de extinguirse. Usualmente, en mi escuela y en mi vecindario había una vecina que vendía límber; el ejercicio de tener que caminar a comprar un límber me forzaba a interactuar con otras personas y niños de mi edad. Ahora logro entender que la -señora de los límber- además de generar una fuente de ingreso para el sustento de la familia, a la vez ejercía el rol de unir y de velar por el estado y bienestar de las personas de la comunidad. Es momento de recuperar esta costumbre y volvamos a conocernos y vincularnos en comunidad.
