¡Que cese el genocidio! [en Gaza]

Agenda Caribeña
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Han pasado apenas seis meses del ataque de Hamas a civiles israelíes en el territorio de Israel. Fue el 7 de octubre de 2023 y tuvo el saldo de 1,139 personas asesinadas y 250 secuestrados. Mayormente civiles incluían hombres, mujeres y niños. Este ataque, por definición terrorista, fue tan absurdo que si no fuera porque dos de sus líderes (Khaled Máashal y Ghazi Hamad) se expresaron en apoyo, hubiera pensado que fue un ataque fabricado por el propio Israel para justificar la intervención y genocidio en Gaza, como de hecho lo está haciendo.

El conflicto sobre la franja de Gaza y en torno a Palestina en general con Israel es muy complejo. Como tantas otras regiones del mediterráneo, el pueblo judío estuvo sometido al imperio romano desde el año 63 antes de Cristo. Los israelitas nunca estuvieron contentos, menos con la destrucción del templo de Jerusalem en el 70 A.C., por lo que hubo varios levantamientos y hasta tres guerras significativas entre romanos e israelitas, venciendo siempre los romanos. El resultado de la tercera (135-136 D.C.) fue particularmente cruenta para los judíos, siendo aniquilados, desplazados de Judea, o esclavizados, consolidando el fenómeno de la diáspora judía que se extendió hasta el siglo XX. Pero es importante señalar que ya la población judía en el territorio era bastante baja, pues el 60% de la población ya había emigrado a otras partes del imperio romano.

Y los tan geniales como abusadores romanos, convertido el imperio al cristianismo, asentaron la persecución y marginación de los judíos, es decir, en antisemitismo, que fue y ha sido parte del inconsciente colectivo europeo. Porque el antisimitismo tal como lo conocemos hoy, es un fenómeno europeo, nació, se desarrolló y consolidó en Europa, y aunque los Nazis lo llevaron a su máxima expresión, lo cierto es que a través de los siglos fue igual de intenso en España, Italia, Inglaterra, Francia, Rusia, entre otros. Y aunque es tema de otro artículo, valga señalar que la persecución poco tenía que ver con lo religioso, sino con lo económico, pues ante la idea cristiana contra la usura, fueron los judíos los grandes banqueros y prestamistas que tenían agarrados por el cuello hasta a los reyes. Situación que, más o menos, perdura hasta el día de hoy. (Léase el Mercader de Venecia escrito por William Shakespeare, para que tenga una idea de cómo se veía el asunto.)

Pero bueno, frente al abuso antisemita no es extraño, por lo tanto, el advenimiento de una ideología reaccionaria y de autoprotección por parte del pueblo judío, el sionismo, fundado por un tal Theodor Herzl a finales del siglo 19, de corte nacionalista, el cual propuso la creación de un estado israelita en la región de palestina, como un regreso, para vivir en paz y libertad en su propia patria, pero ya avisado al mundo que defenderían con todas las fuerzas. Y así llegó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Francia e Inglaterra, con la bendición y ayuda de Estados Unidos, repartieron la región de Palestina, remanente del recién desaparecido Imperio Otomano, y dieron a los judíos su tierra prometida en el 1948. 

La historia hubiera terminado ahí, sino fuera que allí se asentaba por más de mil años otra gente, el pueblo palestino, a quien nadie le preguntó su opinión sobre la no muy brillante idea. No bien creado el nuevo estado de Israel, tuvo que defenderlo de Egipto, Siria, Transjordania, Irak y el Líbano, quienes invadieron al recién estrenado país. Israel salió victorioso, aumentando en 50% su territorio. El conflicto fue escalando, tanto porque aún muchas naciones árabes no reconocen el estado de Israel, como por el hecho de que éste ha estado ocupando más territorios palestinos y asentando su gente para colonizar las regiones. Por supuesto, ello a fuerza de tanques y bombas, asesinatos y genocidio, en la mejor tradición biblica de “exterminarás todos los pueblos que tu Seños Dios pondrá en tus manos.”(Deuteronomio VII, 16) Así, cuando cayó Jericó, “...pasaron a cuchillo a todos cuantos había en ella, hombres y mujeres, niños y viejos: matando hasta los bueyes y las ovejas, y los asnos.”(Josué VI, 21.)

Pues ahora resulta que el pueblo victimizado se convierte (nuevamente) en el victimario. Cierto es que se debe condenar el ataque de HAMAS de octubre pasado, pero no es menos cierto que debemos condenar la forma y manera en que el estado de Israel ha reaccionado. Ya la cifra de muertos se cuenta en los 32,705 fallecidos y 75,190 heridos, más del 70 % mujeres y niños. Israel está cometiendo un genociodio contra el pueblo palestino residente de la franja de Gaza. Hay millones desplazados y las muertes aumentan cada día por decenas, no solo a causa de las bombas y las balas, sino también por el hambre y las enfermedades.

En pleno siglo XXI, a la altura de 2024, somos testigos de un terrible exterminio de seres humanos que componen un pueblo, tan horrible como el exterminio que se intentó con los propios judíos por los Nazis. No tiene sentido, no tiene justificación, no es defendible. Quien tiene la responsabilidad en este momento es Israel, así como los países que lo apoyan. Ya la comunidad mundial lo condena; la O.N.U. exigió el cese al fuego, aunque Israel dijo sencillamente que no iba a obedecer. Estados Unidos no vetó la Resolución y ha enviado por aire alguna ayuda de alimentos, pero es una hipocresía, pues a pesar de las recientes tensiones con Israel por su conducta en la guerra de Gaza, autorizó la transferencias de armas a su aliado por valor de miles de millones de dólares, que incluyen más de 1,800 bombas MK84 de 900 kg (2.000 lb), 500 bombas MK82 de 500 lb, y 25 aviones de combate F35A.l. (Esto, aparte de los 3.8 billones al año que le da en ayuda militar.)

El estado de Israel se ha convertido en un estado terrorista. La muerte de familias inocentes, de niños y niñas desesperados ante el terror de la guerra y el dolor del hambre, no tiene perdón. No apoyamos el terrorismo, ni el de HAMAS, ni el de Israel, pues esto no es una guerra, es puro abuso. Lo menos que podemos hacer es levantar la voz, así nadie escuche o nadie quiera escuchar. ¡Que cese el genociodio!