“Creo en el lenguaje como una nave para los deseos y un filtro para la razón.”

Crítica literaria
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Entrevista con la escritora y editora Zoé Jiménez Corretjer

“El diccionario fue mi biblia profanada, porque luego de leer sus palabras, oler sus páginas, cerraba mis ojos para pedirle como a un oráculo, le suplicaba  divinas providencias para mi futuro... Cuando me enfermaba, en vez de darme una muñeca, o un cómic, mi papá me daba a leer las grandes epopeyas homéricas, los libros de picaresca, o alguna versión infantil del Quijote.  No me quedó más remedio que leer y aprender a amar la literatura.” Zoé Jiménez Corretjer

Como quien lo hereda no lo hurta, esta poeta vertical, catedrática de la Universidad de Puerto Rico en Humacao, ha nacido en cuna y sangre de grandes poetas y académicos, con sensibilidad apalabrada y amor por la cultura puertorriqueña e hispánica en general. Zoé ha vivido rodeada de libros, poesía y los grandes maestros de la literatura, también ha sabido seguir ese legado, vivirlo a plenitud, respetarlo y hacer su propio camino al andar.

Así ha publicado 16 libros como: El Cantar de la Memoria: Rapsodia (2012), epopeya filosófica y mítica de más de 4,000 versos. Tempo Antico que incluye: (La boca de la verdad y Antigua vía) (Edibom Ed., Italia 2010), LÓGICAS DEL EXTRAVÍO: Anatomía existencial en la poesía de José María Lima (2010 y Finalista nacional de Ensayo). El libro cuentos: Las Camelias de Amelia (2009), su novela Puerto Nube (2008), los poemarios: Rosa Náutica (Madrid, 2008), Sala de espera (2007), Antigua Vía (2007), Cánticos del Lago (2007), el libro de ensayos: La mano que escribe: Literatura, arte y pensamiento (2007). Otras publicaciones son: Cuentos de una bruja (2000) y sus primeros poemarios: Poemanaciones (1992), Crónicas Interplanetarias (1991) y Las menos cuarto (1985). Publicó también El fantástico femenino en España y América: Martín Gaite, Rodoreda, Garro y Peri Rossi. (Ed. U.P.R. 2001). En el 1986 fue galardonada con la Primera Medalla de Poesía Francisco Matos Paoli en la Universidad de Puerto Rico.

 

"…soy presa de la imagen borrosa y estática del amor

vivo colgada de un hombre que es recuerdo del hombre

y su costilla de fuego

y llevo el hambre de los siglos atrapado en mi sexo

y llevo su piel doblada de sedas en mi boca

y llevo su nombre escrito en las líneas de mis manos

y en estos hilos de sangre que juntamos

entre el dolor del amor y el cansancio de las horas amadas"

Zoé Jiménez Corretjer

(fragmento Rosa Náutica)

 

Comprometida con nuestras letras puertorriqueñas e hispanas, de siempre sonriente y solidaria, así veía a Zoé antes de conocerla con tan solo compartir en alguna presentación de libros, leer poesía juntas, escuchar alguna de sus conferencias, me reafirmo en mi percepción hacia ella de respeto por su obra y mucho cariño, que ya hemos establecido con una cofradía de colegas versantes y amistad.  Hasta en su fase de editora colaboramos juntas publicándome mi poemario Tras la sombra de la Luna, con la editorial que dirige Casa de los Poetas.

Así mismo me comenta, mientras tertuliamos sobre el oficio del escritor: “Quiero dejar la verdad escrita con mis ensayos.  Quiero plasmar perspectivas, descubrir espacios y dimensiones del pensamiento.  Quiero tentar y provocar.  Quiero con mis cuentos, despertar el deseo por los mundos y espacios sagrados y con mi poesía dejarle una canción al tiempo...  Si alguien en el futuro se identifica conmigo, habré ganado algo.  Mientras tanto, seguiré cantando... porque me alivia el alma.”

Y es que Zoé, no para de sorprender, la doctora Jiménez Corretjer, quien recientemente es una orgullosa abuela, además estudió aviación, colabora para un escuadrón de pilotos voluntarios con varias certificaciones. También ha estudiado arte, danza y paleografía. Y hasta me atrevo a preguntarle y si pudieras tomarte unas vacaciones que harías: “Unas vacaciones perfectas... el día que me jubile y pueda quedarme en mi mecedora escribiendo otro poema más largo que El cantar de la memoria... para leérselo a mi nieta.”

Así continuamos nuestra charla, desde las nostalgias infantiles, la ternura del primer poema al autodescubrimiento del oficio de escritor, pasando por las lecturas fundamentales, la familia y el compromiso literario y editorial. Pues al fin de cuentas, así es que se hace patria, desde el compromiso vertical y visionario.

Ana María Fuster: Zoé, vienes de una familia muy comprometida con la literatura puertorriqueña y a los estudios hispánicos en general. ¿Cómo fue tu contacto con la palabra desde niña? ¿Cuándo sentiste que inevitablemente ibas a ser escritora, a estudiar literatura?

Zoé Jiménez Corretjer: “Ana, es muy difícil reconocer el momento preciso en que me vi inmersa en la literatura.  Quizás desde que abrí mis ojos, lo primero que tuve a mi alrededor fueron libros, papeles y lápices, el regazo de una madre que me leía poesías y cuentos para dormirme y los papeles amarillos de mi padre con sus lápices rojos para marcar ideas... Recuerdo los libreros y mis entretenimientos jugando al tema de los lomos.  Recuerdo el polvo de la biblioteca, el tocadiscos de aguja, la ventana... Leía los lomos de la biblioteca para memorizarme los títulos y sus autores y después de eso, seleccionaba cuál creía que me iba a gustar más basado en el título.  Siempre quise recordar...

“Sobre mi familia... pues haber nacido en una familia de escritores y de académicos me hizo amar definitivamente las artes y la literatura.  Aprendí a leer de los libros de mi padre, las notas al margen que él escribía y en donde él analizaba los textos... Aprendí a amar esas “glosas” “adolfinenses” de los libros de mi padre y las marcas de los libros de mi madre que me ayudaron al análisis y la interpretación de los textos.  Gracias a mis padres y sus enseñanzas directas e indirectas, aprendí a ver la literatura desde otra lupa.

“Desde niña, tuve las palabras en mis manos.  Si supieras, que aún recuerdo que uno de mis entretenimientos era leer el diccionario.  En aquella época, mi papá tenía un Vox ilustrado que él me daba. A mí me fascinaba leer las palabras en orden, mirar sus imágenes de viñetas en blanco y negro, tratar de memorizar sus significados y luego, ir saltando en bloques al azar por encima de las palabras... Creo que yo tenía una rara atracción por el diccionario porque hasta me creía que era como un libro sagrado del que yo podía recuperar mis sueños, transformar mundos, imaginar universos y recibir, como de un oráculo antiguo, alguna señal, mensaje o idea divina.

“Recuerdo que cuando tenía 7 años, viviendo en España, mi padre nos llevó a pasear y me llevó a un río.  Detuvo el auto, me sacó del carro, me llevó hacia el borde del puente y me pidió que me asomara hacia abajo.  Recuerdo, las piedras, el fluir del río, el canto del sonido del agua y la voz de mi padre preguntándome: ¿Sabes qué río es?  “No”, le respondí... “Es el Río Tormes”... Brinqué de alegría y emoción, porque estaba en frente de uno de mis más grandes protagonistas. Verme de frente y cara a cara con el río Tormes, ver las imágenes del Lazarillo que había leído, reflejadas en sus propias aguas, ver de repente pasar los capítulos de las picardías barrocas por mi mente, fue como alucinar al mismo Lazarillo brincando por el puente y caminar sobre sus aguas. El río me miraba y mi corazón latía... Puedo jurarte, que en ese momento de mi vida, sentí un alacrán en mi garganta y fue ese el alacrán que comenzó a aparecerse en mi vida. Era ese el alacrán que me decía cuándo era que tenía que escribir. Es uno de los momentos más significativos que guardo en mi memoria porque supe reconocer el impulso de una angustia y de una nostalgia que marcarían mi estilo, mis deseos, me propulsarían a la escritura y motivarían mis pensamientos existenciales. Siempre escribo con un alacrán en mi garganta y con la fuerza universal de los ríos.”

AMF:   ¿Y cómo fue ese proceso de tus inicios como escritora?

ZJC: “Comencé a escribir sin querer, ya amando la lectura e ilusionada con la naturaleza de las cosas. Mi vida era sencilla como la de todo niño; pero alternaba el juego del diccionario y la lectura, con el columpio. En aquella época, yo soñaba despierta amores inconclusos... imaginaba utopías, viajaba por lugares exóticos en mi propia mente provocados por las canciones del tocadiscos de mis padres... Yo adoraba escuchar las canciones de Rafael, Camilo Sesto y de Serrat en mi columpio. Podía pasarme horas meciéndome y visualizando las letras. Aprendí a soñar despierta. Por esa razón, cuando trepaba los aleros o me subía al mangó de mi casa, me cantaba canciones. Las inventaba hasta que un día decidí escribir una que me gustó mucho y no quería olvidarla. Busqué uno de los papeles amarillos de mi padre y la escribí montada a caballo sobre una rama inmensa del árbol.  Al bajarme, la dejé en la cocina y mis padres descubrieron mi “canción”. De ahí en adelante, me regalaron muchas libretas... para que escribiera todo lo que pensaba. Creo que tenía unos diez a once años cuando eso.  Y nunca paré de escribir. Mi primer poema fue un poema al mangó.”

AMF: ¡Un poema al mangó, qué hermoso! Llevabas en esa sensibilidad ya ese oficio inevitable de poeta. ¿Quiénes fueron esos maestros literarios que irremediablemente te obligaron a ser parte del mundo apalabrado?

ZJC: “Mi papá me prestaba sus libros para mis lecturas suplementarias de la escuela. Leí las obras de Jean Paul Sartre desde niña. Mi padre me decía, “lee esto y me preguntas lo que no entiendas”... Sin inculcarme prejuicios, yo leía esas obras maestras con toda la inocencia del mundo... “y si lees las notitas que yo escribo en los márgenes, te ayudará a entender”, me decía. Me gustaba, porque sentía que estaba haciendo algo malo, porque percibía en mi papá una malicia, un sentimiento de complicidad que nos unía en el secreto de saber que me estaba desvelando a algún tipo de misterio encerrado en esos libros. Quedé prendida de las obras de Sartre. Y cogí un guille existencial, que no te imaginas... Todo para mí, era...”A puerta cerrada”...  Ya en octavo grado me había leído Cien años de soledad de García Márquez...  Y me imaginaba la gente con cola de cerdo en el trasero...

“Escribía sin parar porque era como un juego mental. Se me hacía fácil escribir y por eso sacaba las mejores notas en las clases de español o literatura.  Estudié en la UHS y odiaba cada vez que teníamos feria científica. Pues ya me había cansado de sembrar la misma habichuelita en un vasito para proponer la misma razón y efecto de la vida... Hasta que mis maestras me permitieron participar con un Tablón de Edictos.  Mi participación entonces consistía en escribir poemas relacionados a los temas de las ciencias y pegarlos en ese tablón durante las ferias científicas... Mi participación era la poesía. De ahí nacieron “Átomo” y todo el repertorio de bestias animales que inundaban mis libretas. Comencé a sentirme poeta.  En aquel momento la escuela seleccionaba algunos estudiantes para darnos talleres con profesores de Humanidades del recinto.  Tomé entonces, filosofía y teatro, disciplinas que calaron hondo en mi sensibilidad. Ya para ese entonces, sabía que lo más que me gustaba hacer era leer, pensar, divagar y escribir. Por tanto, podría decirte que entre mis maestros iniciales, además del destino, los árboles y los pájaros, en esas primicias, fueron Sartre y Cervantes, Homero, alguno que otro anónimo del Siglo de Oro y el poema de San Juan de la Cruz que siempre me sonó a perversión. Comencé a publicar en periódicos y revistas estudiantiles desde la escuela intermedia y luego en la universidad... Filo de Juego, Tríptico, Mairena...  De adulta he sabido apreciar distintos autores.  Palés, Ribera Chevremont, el mexicano Montes de Oca, y curiosamente nutrida de la prosa de la catalana Mercé Rodoreda.  Pero son muchos los autores que admiro. De todos tenemos algo que aprender.”

AMF: ¿Cómo diferencias tu trabajo narrativo de la poesía? ¿Cómo te enfrentas ante ambos géneros?

ZJC: “Lo primero que escribí fue poesía. Inicialmente fue típicamente emocional, descriptiva. Según fui madurando, fue tornándose más abstracta, más simbólica. Me enseñaron que la poesía es escribir en clave, que era otro idioma y yo quise construir el idioma de mis sueños... Mi obsesión siempre fue la metáfora.

“Narrar me fue más sencillo. Lo hacía pero no lo publicaba. Y cuando comencé con mis cuentos, eran una extensión del alma puesto en otro lenguaje.  Allí, me deleitan las atmósferas, la construcción y el prototipo de los personajes; cuando relato, quiero embrujar al lector y también me apodero del lirismo para crear otra dimensión entre el espacio que recreo, el argumento y el espacio psicológico del personaje.  Busco que el lector se identifique.  Busco que el lector sienta.  Cuando narro, quiero remover el alma con la aparición de situaciones absurdas, con el miedo, o con lo inverosímil.  Escribo mis cuentos intentando mezclar la esencia poética del lenguaje a la vez que trato de resucitar espacios donde el lector pueda mirarse en un espejo.  La narración es mi espacio para la ensoñación. Una frontera entre la realidad y la fantasía.  La poesía es una entrega y otro tipo de recapitulación interna.  Con los cuentos canalizo otros aspectos psíquicos.  Cuando estoy escribiendo relatos, mi estado de ánimo cambia y me siento que voy montada en un tren a las millas... pienso y juego con las posibilidades... Amo narrar, porque es donde único puedo seleccionar los destinos...

“Solo he publicado una novela y creo que es también algo especial. Intenté combinar la poesía sin abandonar la narración y obsequiar momentos deleitables, espacios inolvidables del lenguaje, atmósferas sublimes donde se pudiera traducir la belleza de la existencia. Por otro lado, siento que el aspecto crítico me ayuda a profundizar; pero me fascina también por los descubrimientos y las posibilidades que me permite.

“El símbolo es parte de mi esencia y lo integro en mi poesía y en mi prosa.  Intento que cada objeto se transforme en mis manos. Creo en el lenguaje como un espacio para la ensoñación.  Creo en el lenguaje como un desvarío de la memoria y de la psique humana. Creo en el lenguaje como algo tangible, y como una tangencia.  Creo en el lenguaje como una arquitectura de luz, como imagen perceptiva y como un puente para el pasado.  Creo que el lenguaje es la expresión intrínseca de la mente humana; poética pura de la expresión, y elixir de la materia...”

AMF: ¿Y qué estás escribiendo en estos momentos?

ZJC: “Estoy escribiendo un poemario que se titulará Mitocondria. Escribir poesía es mi delirio, es mi pasión. Saboreo las metáforas...  Acabo de publicar un poema-libro que tiene más de 4,000 versos y que es una epopeya cosmogónica de carácter filosófico y antropológico. Aunque en apariencia es épica, cada uno de los versos guarda una metáfora existencial, códigos y símbolos para descifrar por lo que temáticamente es un gran poema lírico. Se titula El cantar de la memoria. Es una rapsodia que busca ofrecer una explicación a los orígenes de la humanidad a través de los mitos y las religiones del mundo.

“Trabajo lento en una segunda novela que comencé hace cuatro años y no he terminado.  Con la prosa me tomo más calma.  Pues es un deleite diferente y necesito envolverme psicológicamente de otra manera para poder sentir lo que van a sentir mis personajes.  Es un proceso esquizo y catártico por lo que requiere de tiempo único y especial, que no tengo a menudo.”

AMF: ¿Cuáles son los temas que te motivan al momento de escribir y de realizar investigaciones?

ZJC: “He estudiado psicología, filosofía, antropología y paleografía.  Amo la arqueología, las religiones y el pensamiento.  Son los temas que me apasionan y que de alguna manera afloran en mi literatura.

“En estos momentos finalizo un libro de investigación basado en unas transcripciones paleográficas que hice en el 2008 de unos documentos de la Inquisición de México del Siglo XVIII.  Será una aportación a los estudios históricos de la Inquisición.  Fue un descubrimiento que hice que sorprenderá a los estudiosos de esa época sobre un documento que nadie ha trabajado nunca y que yacía escondido en una biblioteca.  No digo nada más...  También, termino un libro de ensayos sobre literatura puertorriqueña, y otro libro sobre la poesía de José María Lima.

AMF: Lamentablemente se nos está acabando el tiempo, pero no quiero que dejemos fuera tu trabajo como editora. ¿Cómo surgió Casa de los Poetas? ¿Cuáles son tus expectativas editoriales?

ZJC: “Casa de los Poetas es un proyecto de conciencia patriótica.  A mi casi medio siglo de vida, he aprendido muchas cosas y he experimentado bastantes. Me indigna mendigar publicaciones. Sé en carne propia lo que significa para un autor puertorriqueño publicar un libro y la frustración que conlleva no lograrlo.  Sé lo que es ser rechazado, sé lo que es no tener apoyo del gobierno ni de las entidades culturales que merecemos. En 1998, Ramos Perea nos invitó a unos foros en el Ateneo donde recuerdo haber presentado esta problemática. Allí expresé mi indignación y mi dolor con toda esta problemática política que intenta acallarnos.  Quizás, por eso es que los escritores puertorriqueños tenemos tantos libros... En ese esfuerzo antiasimilista de luchar por quitarnos la mordaza de la identidad, la combatimos, escribiendo más y reafirmándola. Con Casa de los Poetas quiero dar un espacio a los escritores. Quiero que los escritores tengan un espacio dónde publicar, al mismo tiempo que le rindo homenaje a la literatura puertorriqueña.  El nombre me surgió por la casa que restauré y que perteneció a mis abuelos maternos, la familia Corretjer Lloréns.  En homenaje al primo hermano de mi abuela, Luis Lloréns Torres y en homenaje al primo de mi abuelo Juan Antonio Corretjer, la nombré Casa de los Poetas... Pero la verdadera Casa, es nuestra patria... La casa de los poetas, es Puerto Rico, y es también, el espacio de poesía.  Esa es mi poética política, dar el espacio para la creación.”

 

— Tiempo —

Y el recuerdo
lento como un animal enfermo
va subrayándolo todo
gentes, larvas ensortijando formas
azar envenenando la mar
que rodeándonos de sales
pronuncia la tristeza encaramada

Escupo sílabas
fotos, imágenes conectadas
por un hilo negro que desangra el cerebro

Y el ronroneo se desplaza
como espuma en la boca
de la muerte
¿dónde se esconden los pájaros
cuando llueve?
¿dónde se pegará el estiércol de estas palabras?
¿qué alas anidarán mi espejo?

Zoé Jiménez Corretjer