Extremo oriente heleno, codiciado
occidente persa, jónico sol, luz
inaugural que en los ojos de
Jenófanes desciende plena y
ordena.
Continúa a Tales, observa.
Honra a Anaximandro,
experimenta. Y busca con
Anaxímedes el principio de las
cosas.
Cuando el día del rey
arqueménida llegue, y veas el
pago por la arrogancia lidia de tu
amado Colofón, no desesperes.
Deja fluir tu lírica y abraza a
Pitágoras. Une tu origen con el de
Samos, pues Elea, Crotona, y toda
la Magna Grecia esperan.
Andarás por las ciudades
seduciendo con rima sonora.
Épica que rasga los dioses
homéricos.
Olvidemos a Hesíodo, no hay
dioses humanos. Y aun yo, como
nubes y arco iris, nazco del mar.
Sin saberlo inspirarás a
Parménides. La tradición de siglos
por venir verá en ti la semilla eleática.
Y con razón, pues nadie antes que
tu concebirá provisional el
pensamiento.
Por ti los humanos entenderán
ajena la verdad, claudicando ante
el romance de la búsqueda que los
acerca.