“Mi vida es la lectura y la escritura”: Ciudades como mares de María Arrillaga

Crítica literaria
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Volver sobre toda la poesía de María Arrillaga es afincarse en la patria y en el viaje a un tiempo. La conocí en 1981, en el Taller de Poesía de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico. Había entrado yo en la universidad en 1979 y me sentía una bala perdida entre Estudios Hispánicos y Literatura Comparada, mis dos concentraciones, sin haber podido dar con una profesora que pudiera entender del todo mi inquietud por la creación literaria.

Tuve excelentes profesores en ambos departamentos y otros no tan buenos, pero el saldo siempre era que había cosas que yo escribía que no se podían decir en el Puerto Rico de 1979-1984, mis años universitarios. Encontrarme con María Arrillaga en un saloncito del edificio Luis Palés Matos de la Facultad de Humanidades fue encontrarme con mi destino de escritor. Los dos años más o menos que duró el Taller de Poesía pudimos, mis compañeros y yo, experimentar la libertad de decir lo que queríamos decir, pero de la mano férrea de María Arrillaga, la maestra y poeta que nos fue guiando en la técnica de la escritura de versos hasta el “planchado”, como le llamábamos al proceso de tallerear un poema en su versión final.

Volver sobre toda su obra poética tantos años después, para celebrar la publicación de Ciudades como mares: Poesía 1966-1993, su último poemario como summa poetica, es, como dije antes, afincarse en la patria y en el viaje a un tiempo. Las palabras de esta entrega transitan el espacio isleño de ida y vuelta de Manhattan hasta San Juan, como lo hicieron en Flamingos en San Juan/ Flamingos in Manhattan, su penúltimo libro.

El viaje poético de su primer poemario, New York in the Sixties (1966-1969), testimonia la vida de una mujer joven, madre soltera, quien opta por quedarse en la orbe neoyorquina para cohabitar el espacio más allá del qué dirán isleño. Ya Vida en el tiempo, su segundo libro, le da la bienvenida a Puerto Rico con el prestigioso Premio del Ateneo Puertorriqueño. El laudo del jurado atestigua la lectura detenida de dos escritoras (Nimia Vicéns de Madrazo y Violeta López Suria) y un crítico (Ramón Felipe Medina) ya consagrados, quienes le dan el espaldarazo en el continuum de la poesía puertorriqueña y su contexto:

El uso de la lengua coloquial… la coloca en los grupos –quizás en el del 75- surgidos después del grito de Lares de nuestra poesía dado por los poetas revolucionarios del Grupo Guajana. (69)

Sin embargo, María Arrillaga siempre ha estado a contracorriente de las escuelas literarias y ella en sí misma es escuela, como lo demuestra todo Ciudades como mares. “Yo soy un ser humano que funciona como todos los demás” (74) es uno de los versos más célebres de María contenido en este segundo libro premiado, en Vida en el tiempo. Más adelante, en su tercer libro, en Cascada de sol asistimos a la develación de una hablante lírica que como en su cuarto libro, en Poemas siete cuatro siete se siente cómoda en la modalidad de una antipoesía conversacional que no necesariamente se queda en el prosaísmo, sino que mantiene ese afincamiento en el lirismo de la patria pese al vuelo viajero de estos poemas que van desde una isla del Caribe hasta las islas griegas, en poemas como “Esta noche soy Penélope”: “Hilando para deshacer de nuevo/ Tejiendo como la araña sueños” (116). La mujer moderna que trabaja, pero que también escribe, crea, se alimenta del arte: “Trabajo todo el día/ y de noche me como las estrellas” (74). Pero lo cortés no quita lo valiente y María Arrillaga se atreve a escribir también sobre las flores: “Hace tiempo quiero escribir de buganvillas” (137), y en este gesto podemos ver a la poeta madura que sabe cómo lidiar con los paradigmas difíciles de la tradición poética, así como Luis Palés Matos escribió sobre azaleas. Y es Palés uno de los nortes de la poesía arrillaguiana, porque en Ciudades como mares incluye no sólo su séptimo libro, Yo soy Filí Melé, que es un homenaje poético a la amada inmortal del vate de Guayama, sino que también hace una exégesis de su poema “Puerta al tiempo en tres voces”, como uno de los textos fundacionales de su propio quehacer como escritora. En la recapitulación final de Ciudades como mares, en “El secreto de Filí Melé y de mis poemarios”, la poeta se confiesa como crítica y analiza el poema de Palés desde una perspectiva feminista, declarando:

Al final, el poeta ensalza la fidelidad de Filí Melé, fiel como lo fuera Filomela ante las leyes del matrimonio y, contrario a la persecución que librara Tereo contra Filomela, Palés acepta la libertad de Filí Melé. (287)

Este criterio de libertad es el que surca todo Ciudades como mares como una recopilación de la poesía completa, hasta ahora, de María Arrillaga.

En su quinto libro, en El amor es un periódico de ayer (poemas de Beatriz Echegaray), asume el heterónimo de Beatriz Echegaray, protagonista de la novela Mañana Valentina, de la misma María Arrillaga. En esta serie de poemas irrumpe otra voz, la de la escritora en ciernes que busca un modo de expresión para escribir sus versos: “¡Cómo serán los versos que te escriba!/ Si supiera ya tu amor/ ¡Cómo serían!” (156). La escritura se torna fresca y espontánea: “Como una flor de luz/ Será mi esperanza de quererte” (156). Al escribir con otros ojos y otras manos, así como lo hiciera el poeta portugués Fernando Pessoa usando sus heterónimos, asimismo Arrillaga encarna otra voz para darle un espacio a la escritora anónima Beatriz Echegaray, quien se regodea en el lenguaje del amor sin necesariamente caer en el recurso de lo cursi o lo melodramático.

Con su sexto libro, con Frescura, el poemario por excelencia de María Arrillaga, arribamos a la madurez total y absoluta de la poesía contenida en Ciudades como mares. Son poemas controversiales y feministas que buscan desenmascarar la moral pequeño burguesa del Puerto Rico de los años 80. En el poema “A los poetas de hoy” nos advierte sobre el destino de la poesía contemporánea: “A LAS POETAS DE HOY PARA QUE SEPAN/ QUE DEBEMOS CUIDARNOS/DE QUE LA METÁFORA NO SE CONVIERTA EN EUFEMISMO/ El árbol hacia el cielo mira,/ duerme la tierra./ El pétalo materno/ es la vagina” (170). Me atrevo a asegurar que la literatura contemporánea de las nuevas promociones de escritores puertorriqueños, como lo son Yolanda Arroyo Pizarro con su novela Caparazones y Ángel Antonio Ruiz Laboy con su poemario En el tiempo de los escarabajos, no hubieran sido posibles sin el camino que nos abrió María Arrillaga con Frescura, que en su mismo título posibilita la apertura de una sensibilidad erótica particular para las letras boricuas.

Cierra Ciudades como mares el séptimo poemario, Yo soy Filí Melé, en sus dos entregas, en el original en español y en la traducción al inglés hecha por Sor Kathleen Imbruno, estudiosa de la poesía arrillaguiana, quien también traduce al inglés otros poemas contenidos en Ciudades como mares, haciendo una contribución al estudio de la poesía de María Arrillaga. Es que la traducción es otra puerta abierta para que la poesía boricua se conozca allende nuestros mares. El mejor ejemplo reciente de esto es la colección de cuentos homoeróticos Mundo cruel de Luis Negrón traducida al inglés y distribuida en varias ciudades de Estados Unidos con presentaciones del autor.

Yo soy Filí Melé es un poemario homenaje al maestro Luis Palés Matos y también la aseveración inequívoca de que la poeta María Arrillaga es esa mujer liberada en el mito de Filomela que puede afincarse tanto en la patria como en el vuelo del viaje a otras latitudes: “En mi cabeza bulle la sibilante melodía/ de palabras aprestadas para el canto” (195). Se trata definitivamente de la constante disposición de la creadora a entregarnos su obra porque su vida misma depende tanto de la lectura como de la escritura.