Elegía por la muerte de una soledad

Creativo

altRecorrieron naufragios,

cada vez más profundos
en sus cuerpos sus brazos.

Miguel Hernández

Aquí al final de mi camino

en el calor del encuentro con el amado

erotizada me despido  de doña soledad

ante su deseada muerte sin redención.

 

Le rindo tributo tan solo a sus silencios

a sus noches de escribidurías guerrilleras

a su tiempo de furtivos sudores urbanos

así como mi oficio de encender almas

y verlas danzar entre los cuerpos anónimos

versifico el réquiem de un libro de sombras.

 

Lloro a los minutos perdidos

a esos bocetos que no llegaron a contarse

a las noches sin entrega

o a la autoentrega entre sábanas de papel.

 

Así como Miguel,
tampoco perdono a la vida desatenta,
siquiera perdono a la tierra ni a la nada

tan sólo redimo a la muerte enamorada.

 

En mis manos construyo un  huracán
de fuego, integridad y gritos estridentes
para que despierte a mi isla soledad

y no ahogue a los iluminados, los niños,

mucho menos a los poetas.

 

Quiero escarbar calendarios con mis sueños,
quiero apartar la tierra parte a parte,

como cantó el poeta de Orihuela

a quien dejaron morir de rabia y  abandonos.

 

Recojo silencios en la escarcha

así como poemas libres, libertos

también los libidinosos;

mi amad@ va pescando peces plateados

para versificarme con ellos y llenarnos de piel.



Hoy enterramos a la maldita soledad

al desamor en puerto vecino

a la incomprensión de las manos

así como la amordazada envidia

junto al carnaval de los zombis sociales

que no hay cabida para el hedor ni las supuraciones

todos estos  irán al Hades que es olvido.

 

Las puertas de la luz llegaron para los elegidos

ese orgasmo eterno, el cuerpo del delito

la complicidad de la ternura ha triunfado

descanse en paz la oscura soledad.

 

Ana María Fuster Lavín

del poemario El Cuerpo del Delito

(Ed. Diosa Blanca, Venezuela, 2009)