El ser desplazado boricua de En (el) imperio de (los) sentidos de Daniel Torres

Crítica literaria
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Son varias ya las presentaciones organizadas en honor al poemario En (el) imperio de (los) sentidos de Daniel Torres. La primera tuvo lugar en Mérida, México, en julio de 2013, en Puerto Rico está prgoramada para septiembre en San Juan y en Santo Domingo será en abril de 2014. Su autor, Daniel Torres, cuenta en sus “Palabras liminares” cómo el proyecto de recopilar su poesía surgió en una conversación con su editor, Carlos Roberto Gómez Beras. Ésta tuvo lugar después de recibir el Premio Nacional de Poesía del PEN Club de Puerto Rico en 2009 por su poemario De bellaqueras, como uno más de los reconocimientos recibidos por su obra poética.

Daniel Torres nació en Caguas, Puerto Rico, en 1961. Su juventud estuvo marcada por su carrera en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y por la partida hacia los Estados Unidos en 1984, donde prosiguió sus estudios literarios en Nueva York y Ohio. Hoy en día es catedrático de literatura latinoamericana en la Universidad de Ohio, en Athens. En este contexto laboral, siempre ligado a lengua y a la literatura hispana, la poesía es para Daniel Torres el escape de su vida académica, un espacio de libertad donde, como un mundo paralelo, expresa su individualidad, identidad y compromiso con el colectivo gay.

En (el) imperio de (los) sentidos, prologado por Ángel Antonio Ruiz Laboy, el autor ha querido recopilar treinta años de creación poética desde sus comienzos juveniles, allá por el año 1981, hasta sus creaciones más recientes. Entre los textos incluidos se recogen poemarios que ya han sido publicados como Fusilado dios y De bellaqueras, así como las plaquettes u hojas poéticas bajo el título de Una carta y cuatro poemas para Moma, Siete poemas de Cariño, Invasión de ternura, y dos series de poemas inéditos como De efe y Merlín. El libro se cierra con Y otros poemas sueltos, cuya sección hace honor al subtítulo del libro, Poesía incompleta, ya que se presenta como un bloque inconcluso de textos escritos hasta el año 2011, a la espera de ser integrados en nuevas series poéticas.

Daniel Torres va creando su poesía como la vida se la va trayendo, llena de sentimientos y experiencias personales. Pero también las voces poéticas de En (el) Imperio de (los) sentidos son plurales y no necesariamente biográficas, ya que reflejan la realidad del colectivo gay puertorriqueño desplazado al que el autor pertenece, representa y defiende. Su estilo se vincula con la estética de la antipoesía conversacional, no en vano, comienza su serie poética De Efe citando a uno de sus más reconocidos portavoces, José Emilio Pacheco. Muy lejos de expresar lo sublime, Torres se aferra al día a día, a lo cotidiano, al lenguaje directo que se utiliza en la lengua hablada y que incluso puede llegar a lo soez en algunas ocasiones y a lo lúdico en muchas otras. El poeta propone la transgresión del lenguaje elitista y formal para deconstruir la norma heredada del "buen gusto" burgués, como una manera de enfrentarse al sistema de valores conservadores que tanto daño han hecho al colectivo gay. Uno de los temas centrales del poemario es, por tanto, el lenguaje y el acto de la escritura sobre temas homoeróticos. Según las palabras del autor:

Transmitir todo eso en el papel siempre ha sido peligroso porque a los autores de corte erótico no nos considera la crítica muchas veces como autores “serios”. Nos piden que nos callemos, que no hablemos así, para parafrasear a la preclara Nemir Matos Cintrón en su cuaderno poético Las mujeres no hablan así, que leí de joven y dejó una profunda huella en mí. Yo quería escribir así. (Citado en Fuster Lavín “En (el) imperio”)

En la poesía de Torres se percibe un intento de escandalizar. Su objetivo es desmontar los tabúes a través del lenguaje, en una sociedad donde las relaciones homosexuales se estigmatizan y se esconden, aunque existen igualmente bajo la máscara de la heterosexualidad universal. Por ejemplo, en  "Hombrecitos de papel" se compara el acto de escribir en la frialdad de una madrugada en soledad, con el de la calidez de una penetración amorosa de hombre a hombre, en una reminiscencia nostálgica. La voz poética alude a la letra “jota”, a “una estrella” y a “la luna” en vez de usar las palabras “joder”, “culo” y “semen”, que usa en otros poemas abiertamente, en un intento de parodiar lo sublime de la expresión poética:

En esta madrugada metálicamente larga

intento algún remedio por no tenerte ahora

como sentarme en la sala

bajo las lámparas apagadas de al lado

y bosquejar con una jota toda la inmensidad compartida

en una estrella

donde vaciarnos la luna (141)

En torno al tema del homoerotismo, David Caleb Acevedo ha considerado a Daniel Torres como un sucesor de la literatura queer de Manuel Puig (Citado en Fuster Lavín, “En (el) imperio”). El propio autor se siente como uno más de los escritores de su generación a quienes les dedica su libro, en reconocimiento por la labor de haber renovado la literatura boricua homoerótica:

Existe un sujeto queer o maricón en la isla que tiene que encontrar espacios alternos así como hay una literatura que se ha gestado en los últimos años de Manuel Ramos Otero (Invitación al polvo) a Ángel Antonio Ruiz Laboy (El tiempo de los escarabajos), por ejemplo, o de Lilliana Ramos Collado (Poemas para despabilar cándidos) a Yolanda Arroyo Pizarro (Caparazones).” (Citado en Fuster Lavín “No aspiro”)

Lo que Daniel Torres aporta con su obra es la expresión poética de la experiencia del hombre puertorriqueño homosexual desplazado en varios niveles de su identidad, incluyendo el cultural y el geográfico, para lo que propone el concepto del "sexilio". Este término aúna la marginalidad sexual y la salida de su isla natal por las dificultades sufridas al no poder expresar su sexualidad en libertad.

El libro está enmarcado por poemas donde se expone el silenciamiento y la represión sufridos por los sujetos gays en el espacio puertorriqueño. En la composición que abre el libro, "Soledad-Tristeza", publicada por primera vez en 1981, la voz poética vive un exilio interior en su propia isla. Ante la necesidad de esconderse, exclama: "sin peregrinaje ni migraciones/ he fragmentado los egos/ ante la infinitud sin camino" (29). Por otra parte, otro tipo de silenciamiento aparece al final del libro según lo expresado en el texto en prosa poética "Eso me pasa por bellaco" (167-68). Treinta años después de sus primeros pinitos en la escritura queer, el poeta narra cómo a pesar de que el colectivo gay ha conseguido desarrollar espacios alternativos en Puerto Rico y en las redes sociales con asociaciones como Homoerótica y Osos de Puerto Rico, se mantiene en su seno la misma mentalidad conservadora y alienante por la que el autor se ha sentido toda la vida rechazado por los suyos:

Me llevaron a la plaza pública del Feis y ahí me dilapidaron por loca sucia y malhablada [...] ellos me excluyeron, no me dejaron decir ni borracho ni otra palabra que ahora no nombro, sino en el título y al final, porque jamás esperaba que volviera sobre mí aquella ola de moral pequeño burguesa que me sacó de Caguas, de la UPR, que me llevó de la mano un 21 de mayo de 1984 a cruzar el charco del sexilio para no saber más de mí... (167)

Es por el sexilio que la voz poética tuvo que salir en busca de espacios donde pudiera crear su imperio y vivir en libertad en él. De hecho, el título del libro hace referencia a la película franco-japonesa del director Nagisa Oshima, El imperio de los sentidos (Diario de Yucatán). En esta obra cinematográfica de género erótico estrenada en 1976 aparecían escenas de sexo explícito que generaron todo tipo de polémicas. El poeta parece equiparar la censura que sufrió esta película con la condena de su propia obra, cuya recopilación titula ahora con un nombre muy similar al de la película, En (el) imperio de (los) sentidos. Sin embargo, la preposición “en” añade la idea de la represión que Daniel Torres también sufre dentro del espacio del colectivo de los homosexuales puertorriqueños.

Para liberarse de los valores alienantes de los que su obra ha sido víctima, el poeta ha tenido que lidiar él mismo con sus contradicciones íntimas y religiosas. Cuando Ana María Fuster Lavín le pregunta a Torres cuál es su poemario más querido, él menciona Fusilado dios:

escribiéndolo tuve que elaborar otra fe más allá de la heredada, la que no me permitía conjugar mi sexualidad con mi religiosidad. Pese a que lees pasajes como los de David y Jonatán en la Biblia o entre Ruth y Nohemí, y te das cuenta que el amor entre parejas del mismo sexo es tan antiguo como nuestra civilización aunque el valor de cambio de una época a otra evolucione." (Citado en Fuster Lavín “En (el) imperio”)

Las sociedades modernas se crearon en torno a un dios y a una moral que rechazaba a los homosexuales como pecaminosos. Daniel Torres ofrece una perspectiva postmoderna diferente, que le permite hablar desde el margen y refutar los valores previos. De esta manera, se sitúa moralmente por encima de la sociedad que lo juzga y niega. En Fusilado dios se rechaza a los creadores de miedos, pecados y opresiones que han satanizado a los rebeldes del orden impuesto. Por ello, la voz poética se apiada del diablo por saberlo víctima de los burócratas:

le fabricaron unos cuernos

una cola y unas pezuñas

le hicieron animal de papel

para intimidar a los hombres

las mujeres y los niños (69)

Debido al desplazamiento cultural del sujeto poético, éste busca nuevas alternativas donde la identidad del hombre homosexual no viva en pugna con los valores religiosos. Por eso, en su libro Mariconerias: escritos desde el margen (2006), el sujeto lírico de "He descubierto" se llena de alegría al saberse y reconocerse como afrodescendiente caribeño, por sentirse heredero de una tradición yoruba liberadora que le permite volver a creer en la divinidad del cosmos:

He descubierto que vengo

de una larga línea de brujos yorubas

y que mi devoción a ultranza por San Martín de Porres

es una sublimación de mi sangre

que clama por Changó y Otabalá (105)

Geográficamente también se produce un cambio de espacios constante, como parte de la experiencia del sexilio. La serie de poemas escritos en 1982, presentados bajo el título de Merlín (1982), recoge la estancia del escritor en España, como primera salida de la tierra natal. En estos versos tempranos es donde aflora ya el tema de la nostalgia que marcará toda la obra poética de Daniel Torres. La única manera de sobreponerse a este sentimiento de vacío es siempre la palabra, escrita o hablada: "una llamada transoceánica entre dos hombres/ la nostalgia llena de humo" (34). España es para Daniel Torres una luz en el camino hacia el reconocimiento digno de su sexualidad. Su estancia coincide con el comienzo de la democracia, lo que en España se vivió como un momento de cambio, de apertura moral y de libertad sexual. Era la época del destape y de la movida madrileña. Para reflejar estos cambios en el ámbito homoerótico, en Merlín confluyen imágenes de batallas medievales llevadas a cabo por caballeros antiguos armados con sus espadas, como símbolos fálicos, frente a un mundo vanguardista por el que transita Federico García Lorca, como poeta homosexual consagrado.

El poemario De Efe es de la misma época que Merlín, fechados ambos en 1982. En un corto periodo de tiempo, el poeta se desplaza de España a México. Pero a diferencia de una España donde lo antiguo y lo moderno conviven en un momento de cambios, la capital mexicana se ve ya como una ciudad postmoderna y, en ella, surge también el ser postmoderno que aparecerá en el resto de los poemarios. Se viven en esta ciudad las relaciones en la distancia, los triángulos amorosos, los amores no correspondidos, la decepción del reencuentro del amante añorado, las excusas, las desavenencias, el desamor y el camino hacia el olvido y a la nada: "este amor de catedrales/ que se derrumban" (42).

La serie de Siete poemas de Cariño (1995) está dedicada a los amores por conveniencia. En este caso, hay un juego de identificación entre el amante y los Estados Unidos. Cariño es un hombre que, como el país anglófono, la voz poética creyó conocer de paso, sin intención de quedarse en su espacio. Sin embargo, no fue así:

Lo curioso es que Cariño se quedó varias semanas [...]

Diecinueve años: Cariño

aunque tú no lo sepas

son toda una vida (56)

Su relación parece profundizar la nostalgia de la voz poética, que sufre por la percepción de su pérdida cultural y el esfuerzo diario por aceptar la situación:

Quererte significó:

Echarse una poca de agua fría en la cara

en mitad de la noche

Seguir el hilo exacto del suicidio

en lo cotidiano (57)

En este poemario, la voz poética es víctima y victimario, ya que su sufrimiento lo paga maltratando al amante: "Te abofeteé en cada parte de los todos/ y ya no fuiste Cariño ni nada/ te borraste a ti mismo" (59). Pero a este hombre sumiso siempre vuelve porque vive en él: “Se hace difícil muchas veces/ en medio de los re-encuentros/ no saber ni de ti ni de mí” (58). Esta relación de dependencia y maltrato podría reflejar también la dependencia política y económica existente entre Estados Unidos y Puerto Rico en un sentido metafórico.

El espacio donde el sujeto poético encuentra finalmente el amor correspondido es en Mérida, México, como se presenta en Invasión de ternura (2004). Su primer poema está dedicado a Carlos, coincidiendo con el nombre de la pareja de Daniel Torres. Hay que destacar aquí que el autor pasa algunos meses al año en Mérida, en su función de profesor y director de un programa de estudiantes de español estadounidenses de la Universidad de Ohio. Por ello, a pesar de la plenitud que siente la voz poética de esta serie durante el tiempo que vive con su pareja, cada año se ve marcado por la dolorosa y forzada separación durante meses, lo que genera una añadida y profunda nostalgia. De nuevo, la palabra escrita es la mayor aliada: "En estos meses de separaciones/ nos une la constancia de la escritura" (85). A pesar del dolor por la ausencia, el yo poético se siente fuerte porque sabe que ha encontrado el verdadero amor y por él está dispuesto a enfrentarse a cualquier vendaval de oposiciones y prejuicios: "tu amor ha sido la victoria./ Y después del vendaval/ todo ha quedado en calma" (88).

A partir del desarrollo de esta relación, la vida de la voz poética vive dividida en un triángulo de espacios que son México, Estados Unidos y Puerto Rico. En la isla está la madre adorada y a ella vuelve fielmente como a un gran amor, a pesar del sexilio. Pero una nueva reestructuración identitaria aparece en "Carta a Moma" (95-97), cuando Daniel Torres cuenta cómo vivió la muerte de su madre desde una distancia desgarradora. Esta pérdida marca un hito para la voz poética que ve llegar la madurez "de un otoño todavía demasiado cálido" (98). A partir de la muerte de la madre, la referencia a la tierra patria del poeta deja de estar en un primer plano. No en vano, en Poemas de Ohio y de otras partes (2006) surge el cuestionamiento de su identidad de origen: "¡Qué fue de tanta patria apalabrada!" (111). Es en esta serie poética cuando finalmente hay una mirada llena de cariño hacia la tierra estadounidense. La voz poética mira hacia su casa en Ohio, disfrutando de una identidad pluricultural que asume como propia, donde la palabra también la escribe en inglés, como un acto de amor, tras veinte años usándola como cosa ajena. Puerto Rico, Yucatán y Ohio son los espacios del amor por los que un solo individuo transcurre simultáneamente. España, la República Dominicana o Italia son otros destinos que la voz poética absorbe también como propios al convertirse en un ser sin fronteras.

Por otra parte, en De bellaqueras (2009), el autor vuelve a las realidades ocultas de las ciudades postmodernas en lo que él llama “espacios del deseo” (126). Ésta es una serie donde se contrasta la diferencia entre el puro sexo callejero y el amor. El poeta recorre mediante sus versos las calles oscuras para dejar constancia de cuerpos de hombres que se juntan en la oscuridad, en los baños con aberturas o en algún cuarto de mala muerte. Es el mundo de los "escarabajos soterrados" (144), verso con el que el poeta alude intertextualmente al poemario de su contemporáneo Ángel Antonio Ruiz Laboy, El tiempo de los escarabajos. Estos espacios homoeróticos tienen sus riesgos, como son la persecución policial o la condición de VIH/SIDA. El poeta deja constancia de estas realidades desde la perspectiva de un hombre que se siente rescatado, salvado de la nada y del vacío por un amor verdadero comparado con la idea de dios.

En la serie de poemas sueltos con la que se cierra el libro son muchos los espacios que convergen sin aparente orden creando una aglomeración de pensamientos y tiempos que aúnan los treinta años de obra poética del autor. Este último apartado parece funcionar como el espacio del subsconsciente del escritor, en el que todo cabe. De hecho, en la penúltima composición, "Tocar y ser tocado" (169) se compilan y ordenan los aprendizajes que han conformado la identidad sexual y sentimental del hombre adulto del presente, para acabar con el goce de saberse conquistador del imperio de los sentidos en la composición final. En general, todo el poemario está impregnado tanto por la idea del ser desplazado en el sexilio, como por el deseo de encontrar el amor y el placer en medio de nostalgias, desamores, pérdidas y riesgos. Pero no todo es negativo, ya que éste es un libro de amor y superación personal sobre todas las cosas, donde se explica el difícil camino para llegar al encuentro de la felicidad del amor propio y correspondido.

Obras citadas

Diario de Yucatán. “Toda una vida de poeta. El puertorriqueño Daniel Torres recopila su obra.” Diario de Yucatán 17 de julio, 2013.

Fuster Lavín, Ana María. “No aspiro a la fama, sino a la difícil tarea de escribir bien/ Entrevista a Daniel Torres.” El Post Antillano 3 de nov., 2012.

___. “‘En (el) imperio de (los) sentidos’, la poesía en ritmo de pasión, una antología (in)completa.” El Post Antillano 15 de Junio, 2013.

Torres, Daniel. En (el) imperio de (los) sentidos. San Juan/ Santo Domingo: Isla negra, 2013.

Ana Zapata Calle

University of Missouri