I
Mis dedos perdidos en el viento
escriben lo intangible
de un quizá de almas
luego de abrazarme eterna
de magias, a ella, las mariposas.
Zugarramurdi, auto de fe.
Hereje condenada
por los sortilegios del amor
fui amada, amante en fuga,
pero aún con alas firmes
para rozar la silueta de su recuerdo
como la piel que quema mis versos
convulsando nostalgias, nuevas pléyades,
ese manantial de duetos, a veces deshidratado
cuando los dedos solitarios regresan a mí
acariciándome en el fuego de otro poema
viniéndome bruja de sándalo y palabras
mientras, acechando mi cueva,
se acerca mi último viaje
dies irae melleus maleficarum est
ahora, fragmentada, inmolada
el viento perece en otro libro de las sombras.
Del poemario inédito La malabarista insomne