De lunas cuadradas a través de ventanas redondas y otros asuntos matemáticos

Crítica literaria
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Por la Prof. Elba Velázquez Caraballo y la Dra. Doris E. Lugo Ramírez


CoopERA: Cooperativa Educativa para la Reinvención y la Acción es una
cooperativa de trabajo asociado fundada en el 2011 por mujeres profesionales de diversos campos disciplinarios.


Un Cuadrado que quiso ser Círculo, Isla Negra (2013) es un cuento corto para niños, niñas y juveniles del poeta y profesor de matemáticas Orlando Planchart Márquez. Es de rápida lectura e incluye ilustraciones que apoyan su narración realizadas por el también escritor José A. Rabelo. El cuento, de construcción sencilla, encierra un contenido geométrico de figuras planas conceptualmente profundo; además de una posibilidad de significación mayor a pesar de su condensada y sencilla narración.

El vocabulario matemático utilizado sugiere a un narratario que ya lo conoce, lo ha visto antes; o que podría intentar el estudio del mismo. La narración perfila un lector ideal, que podría fluctuar entre los niveles escolares de elemental hasta el intermedio, que es guiado en todo momento por el narrador para entender el razonamiento del protagonista y observar las peripecias que este realiza para llegar a ser lo que quería ser.


El narrador se apoya en la estrategia de la personificación para dar vida a una figura geométrica: un cuadrado que, inconforme con su forma, soñaba con ser círculo. Es este personaje quien presenta el problema del cuento: que como cuadrado se le hacía difícil “moverse”, mientras que el círculo podía “girar y correr” (aunque no parece percatarse que lo hacía de forma dependiente de los otros). También es quien trae la solución: experimentar con su figura, cortar un triángulo de “cada esquina” una y otra vez hasta que… “al fin pudo rodar”. El narrador lleva al lector, casi agarrado de la mano, a conocer diferentes conceptos geométricos cada vez que el protagonista-cuadrado pone en función su idea de ir: “cortándose un triángulo de cada esquina” en distintas ocasiones hasta convertirse primero, en un octágono, después en un polígono de dieciséis lados hasta dejar de ser cuadrado y poder “desplazarse” como él quería. La mayoría de las veces, quien lee puede corroborar con exactitud los cortes de los triángulos con la cantidad de lados de la figura que se forma. Detalle que seguramente los lectores más chicos disfrutarán corroborándolo.


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En la foto Orlando Planchart autor del libro


A pesar de su corta lectura, el lector adulto y de interés pedagógico podrá, desde la perspectiva del contenido matemático, ofrecer la guía apropiada para llevar al niño, niña o joven a entender diversidad de conceptos como: diferenciar figuras geométricas planas poligonales de las curvas, entender que la “esquina” es el ángulo formado por la unión de los lados de la figura, relacionar los triángulos con otros polígonos, aprender vocabulario matemático, descubrir su etimología, despertar interés y curiosidad en aprender más sobre transformaciones geométricas o hasta crear fórmulas de física sobre fuerza, desplazamiento y distancia. “La imaginación es el límite”.


Desde el plano de la significación, y desde la perspectiva de un cuento de utilidad pedagógica para diversidad de niveles, este cuento permite también un acercamiento a temas tan profundos como la autoestima, la valoración del yo, la identidad; los deseos y las posibilidades de cambio. Además, como toda literatura, es una invitación a hacer literatura, a reescribir, a recontar desde otros puntos de vistas. ¿Y si narramos la historia desde las ventajas de ser cuadrado? ¿Y si lo contamos siendo nosotros los protagonistas, qué esquina cortaríamos? ¿Y si lo transformamos de un cuento a un ensayo argumentativo, qué forma defenderíamos? No, mejor aún, ¡describamos una persona que consideremos cuadrada o a una redonda!



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Un Cuadrado que quiso ser Círculo, en español o inglés, es un cuento sencillo, pero no simple que puede “rodar” y “estar en los juegos de los niños” y de los no tan niños, que ofrece la oportunidad al lector más exigente de no necesariamente seguir la narración de la voz narrativa ni las instrucciones del ilustrador y detenerse en la idea de cambio que trae el protagonista en una de las páginas (que están sin numerar) para experimentar, teorizar o imaginar por sí mismo cómo sería la metamorfosis, si se desea, de una forma a otra, de un género a otro (incluyendo a todos), o de un estado a otro. Pero también puede ser sencillamente el cuento para ese o esa pequeña lectora en ciernes que gusta de escucharse y que la escuchen leer por el placer de oír cómo se crecen las palabras en su boca para luego pintar, cortar, pero sobre todo: jugar a escribir, a escribir la posibilidad de que hay “lunas cuadradas” que pueden verse a través de una ventana redonda.