LA IDENTIDAD PUESTA A PRUEBA: ALGUNAS PALABRAS EN TORNO A DESTELLOS DE LA NEGRITUD DE MARIE RAMOS ROSADO

Crítica literaria
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altDestellos de la negritud: investigaciones caribeñas de Marie Ramos Rosado, publicado por primera vez por la editorial Isla Negra en 2011 y revisado y aumentado por esa misma editorial en 2013, ofrece a los/as lectores/as una perspectiva multi-disciplinar de la “máquina caribeña”. En su libro La isla que se repite, el escritor y teórico cubano Antonio Benítez Rojo caracteriza a “la máquina caribeña” como “una meta-máquina de diferencias cuyo mecanismo poético no puede ser diagramado en las dimensiones convencionales” (xxiv). Lo que Benítez Rojo pone de manifiesto es que la producción cultural que se da en el Caribe rebasa cualquier discursividad dominante impuesta desde una perspectiva eurocéntrica.

Es por esto que esa máquina que genera la música, el baile, la literatura, el drama, el cine, las artes plásticas y el pensamiento, se presenta como un dispositivo diferencial y polirrítmico, a través de los procesos de hibridez y mestizaje que le son caros al Gran Caribe. Extrapolando esta idea de Benítez Rojo a Destellos de la negritud de Marie Ramos Rosado, tenemos que la cultura puertorriqueña no puede desligarse de su contexto geo-cultural ni escapar de la coyuntura histórica que comparte con los otros Pueblos del Mar, como les llama Benítez Rojo a las islas caribeñas.

No en balde, Marie Ramos Rosado nos recalca una y otra vez a lo largo de los trece ensayos que componen Destellos de la negritud, que es imposible escapar de las coordenadas espacio-temporales, cuyos pliegues interculturales caribeños atraviesan la creación, el pensamiento y la idiosincrasia puertorriqueños. Ya desde las palabras liminares, que llevan estratégicamente el título de “Pre-texto,” Ramos expresa que desea demostrar “que los (a) puertorriqueños (a) no hemos estado al margen de nuestros pueblos del Caribe; a los cuales nos unen lazos de una misma identidad cultural.” Es por esta razón que la autora aspira a “caminar hacia el re-descubrimiento y la defensa de una pluridad etno-cultural, que siempre es rica y diversa” (12).

En el ensayo “La vida inclemente,” que figura en La memoria Rota, el intelectual puertorriqueño Arcadio Díaz Quiñones nos lanza dos interrogantes que me parecen oportunas presentarlas aquí, a propósito del libro de Ramos: 1. “¿Cómo se transmite una tradición intelectual marginal?” (41), y 2. “¿Es posible una concepción de la identidad que no sea una simple apología de la cultura de masas” (55). Me parece que Marie Ramos contesta ambas preguntas en su libro, sin necesidad de recurrir a la jerga academicista, muchas veces abstrusa, con que los intelectuales contemporáneos estamos (mal)acostumbrados a analizar los temas que nos ocupan. En un lenguaje sencillo y directo, pero no menos reflexivo, Marie Ramos confronta las profundas y complejas implicaciones de esta problemática.

Con respecto a la primera pregunta, me atrevo a afirmar que Ramos elabora una teoría y una praxis de la cultura que están fundamentadas en el testimonio y la concienciación. En el primer ensayo del libro, intitulado “Escribo bailando: Desde el performance a la academia,” Ramos relata cómo le nació su conciencia de mujer negra, caribeña, proveniente de la clase obrera, artista y universitaria: “Fue entonces, que para quitarme el disfraz de occidental fundé el Grupo de Bomba y Plena Calabó (Sept., 1979 a 2003). De ahí mi nombre de identidad cultural” (15). Más adelante, la autora añade: “La visión de mundo se transformó, ya no cantábamos para entretener; sino que escribíamos para concienciar sobre la negritud” (15). Instalada en su particular experiencia, Ramos recorre un amplio espectro de expresiones culturales que desde la máquina caribeña cuestionan los discursos de identidad dominantes en Puerto Rico. “Testimonio sobre Wole Soyinka” y “Hacia una negritud artística liberadora” son dos ensayos que refuerzan esta respuesta.

Con respecto a la segunda pregunta de Díaz Quiñones, debo decir que Ramos subraya el valor de la cultura popular en las tradiciones expresivas de influencia africana y afrocaribeña (“La bomba y la plena: Expresiones Afrocaribeñas de un genrío mulato”), el soneo de las mujeres salseras (“Mujeres con clave”), la literatura (“Contrapunto a cuatro voces” y “Mujeres negras y mulatas en tres narradoras puertorriqueñas”) y el cine documental no-comercial (“Manjuarí”), entre otros. La autora se aleja del fetichismo de la mercancía de la producción masificada “made in China,” en la que se encuentra absorbida la representatividad de gran parte del folklore isleño, estático, terriblemente anacrónico y desabrido, para ofrecernos una visión vivaz y contestataria de lo cultural. Por otro lado, Marie Ramos no interesa demostrar meramente la forma en que estas expresiones reflejan una hechura de la colectividad. Más allá del aspecto demostrativo que pueda derivarse de una lectura ingenua y acrítica de lo popular, la autora destaca el carácter transformativo y regenerativo de la dinámica cultural. Como ejemplo de esto, Ramos nos dice lo siguiente sobre la danza “Vegigantes: Saludos a los 500 años de Calabó,” conceptualizada y coreografiada por este colectivo en 1985: “El vejigante aquí no representa la máscara, ni el mal; sino todo lo contrario. Éstos son los oprimidos a quienes se les ha impuesto la máscara; pero que son realmente, negros, mulatos, mestizos: boricuas” (32). A tenor lo expuesto, advierte el antropólogo cultural argentino Néstor García Canclini en Culturas híbridas, que los procesos de reconversión cultural crean relaciones complejas “entre lo hegemónico y lo subalterno, lo incluido y lo excluido,” lo que hace de ellos “una de las causas por las que la modernidad implica tanto procesos de segregación como de hibridación entre los diversos sectores sociales y sus sistemas simbólicos” (40). En una línea a fin con el argentino, el escritor y pensador martiniqués Edouard Glissant llama a ese mismo proceso creolización y lo concibe en téminos de una contrapoética: “la subversión del significado original; la oposición a un orden que se origina en cualquier lugar; la creación de un contraorden” (mi traducción, 165).

En el ensayo “La bomba y la plena: Expresiones Afrocaribeñas de un gentío mulato,” Marie Ramos cuestiona el carácter “puro” de la identidad puertorriqueña. Su análisis aquí arroja nueva luz sobre los procesos de mulatez en el discurso de la identidad cultural puertorriqueña. En necesario recordar aquí que sobre este concepto de “pureza” descansan los postulados principales de Insularismo de Antonio S. Pedreira, Prontuario Histórico de Puerto Rico y El prejuicio Racial en Puerto Rico, ambos de Tomás Blanco, y El puertorriqueño dócil de René Marqués, textos que niegan la negritud y el mestizaje como inherentes al devenir sociocultural. En el fragmento in extenso que cito a continuación, puede apreciarse cómo Ramos nos da una lista de quienes no son boricuas de “pura cepa,” pero son boricuas de “otro modo”:

[T]odo el mundo quiere ser puertorriqueño de “pura cepa.” Idea que nos lleva a reflexionar; pues muchas veces al que le está dando la respuesta o con quien están conversando no es “puertorriqueño de pura cepa.” Posiblemente, es una persona nacida en Cuba y criada en Puerto Rico y se identifica como boricua (Dr. Jorge Duany, Dr. Ricardo Cobián); o a la inversa, nacida en Puerto Rico y que pasa gran parte de su formación en Cuba (Dra. y Lcda. Nilita Vientós Gastón); o es dominicano traído a Puerto Rico a la edad de tres años y criado en Puerto Rico (como por ejemplo es el caso de nuestro gran cuentista José Luis González, hijo de padre puertorriqueño y madre dominicana); o es hijo de padres dominicanos y cubanos y dice: “Soy boricua pa’que tú lo sepas” (Lcdo. y Dr. Daniel Nina-Estrella); o quien nació en Chicago y se identifica como boricua (la psicóloga Ruth Nina-Estrella); o el poeta (Carlos Roberto Gómez) nacido en Santo Domingo y residiendo en Puerto Rico hace más de cuarenta y cinco años; o el periodista y escritor (Eugenio [García] Cuevas) dominicano con casa en Puerto Rico, hace muchos años; como la escritora cubano-boricua (Mayra Montero); o el cineasta-poeta (José [Valle] Parreño) cubano, migrante eterno, y quien tiene una novela titulada: La generación de las maletas; o el caso del historiador (Arturo Alfonso Schomburg), de madre de Santa Cruz y padre puertorriqueño, que emigró a Nueva York a la edad de dieciséis años; o es el caso de nuestro sociólogo, pedagogo y geógrafo (Eugenio María de Hostos), que los dominicanos lo reconocen de allá porque sus restos yacen allí y lo conocen mejor que los boricuas… (42)

Ramos introduce una dialéctica negativa que mina el carácter esencialista de la identidad puertorriqueña, para reintroducir una identidad alternativa vinculante al Gran Caribe, e incluso, a la diáspora. Los “destellos de la negritud,” son también destellos de caribeñización: Mulatez, hibridación, creolización y contraorden. He ahí los signos en constante movimiento de una identidad que ha sido puesta a prueba por su propio engranaje.

El crítico literario Juan Flores llama a esta forma de pensar lo identitario: “una concepción relacional no-esencialista de la cultura puertorriqueña” (31). En “La venganza de Cortijo: nuevos trazos de la cultura puertorriqueña,” el crítico y profesor universitario observa lo siguiente: “La respuesta más reciente al eurocentrismo y al relativismo del modelo sincrético parece ser lo que podríamos llamar un modelo relacional dirigido a identificar los contactos y los cruces que experimenta la cultura como práctica social” (30). A mi juicio, la “mulatez” de la que nos habla Ramos dialoga muy bien con la propuesta de Flores y le otorga, además, una especificidad, al identificar algunos de los actores actuales más prominentes de esta praxis cultural. De paso, se torna imperativo agregar a Juan Flores a la lista de Marie Ramos, pues este hijo de puertorriqueño emigrado a los Estados Unidos (Ángel Flores, estudioso de literatura latinoamericana y experto en Kafka) y de madre húngaro-rusa (Kate Flores, poeta, traductora y profesora universitaria); criado en Estados Unidos y en Suiza, identificado con la comunidad chicana, mientras trabajaba en la Universidad de Stanford, California, y, luego, puertorriqueño por elección, al trasladarse a CUNY.

En conclusión, en su análisis de la máquina caribeña, Marie Ramos Rosado aborda la cuestión de la identidad puertorriqueña desde una perspectiva caribeña que desoculta la “otra cara” de la historia y nos encamina hacia una visión anti-esencialista, no-hegemónica y liberadora de la cultura.


Bibliografía


Benítez Rojo, Antonio. La isla que se repite: El Caribe y la perspectiva postmoderna. Hannover, New Hampshire: Ediciones del Norte, 1989.


Díaz Quiñones, Arcadio. “La vida inclemente.” La memoria rota: ensayos sobre cultura y política. Río Piedras: Huracán, 1993. 17-66.


Flores, Juan. “La venganza de Cortijo: Nuevos trazos de la cultura puertorriqueña.” La venganza de Cortijo y otros ensayos. Río Piedras: Huracán, 1997. 17-46.


García Canclini, Néstor. Culturas híbridas: Etrategias para entrar y salir de la modernidad. México, D.F.: Grijalbo, 1990.


Ramos Rosado, Marie. Destellos de la negritud: investigaciones caribeñas. 2nda edición revisada y aumentada. San Juan: Isla Negra, 2012.